Fui a apostar salchichas a Taipéi

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Fui a apostar salchichas a Taipéi

La apuesta de salchichas es una parte profunda de la tradición taiwanesa y esto es lo que hace el el Sr. Kuo.

En Linsen North Road en Taipéi, entre los burdeles frecuentados por los pilotos kamikaze antes de ir a volarse en quién sabe qué durante la Segunda Guerra Mundial, están los hombres de la noche. Con antecedentes taiwaneses muy tradicionales, son los proveedores de finos embutidos de jabalí. Son los apostadores de salchichas.

Puede que los extranjeros no piensen que un aperitivo de carretera servido por hombres cuestionables en callejones oscuros podría ser increíble, pero si has estado en este lado del mundo, no piensas así: albóndigas en caminos de tierra en Camboya, albóndigas de esquina en Hong Kong, enormes platos de fideos por menos de un dólar en las calles de Tailandia.

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Mr. Kuo y sus salchichas.

Di un paseo por Linsen North Road con C.K. Hugo Chung (mi intérprete taiwanés y compañero en mi estudio de arte ColorWolf, que se traduce a "pervertido" en chino) para averiguar de dónde vienen los hombres y su carne. Luego hablé con dos apostadores, el Sr. Kuo y el Sr. Chen, acerca de sus diferentes métodos para hacer salchichas.

El Sr. Kuo es un purista. Hace todas las salchichas él mismo y sirve de 400 a 500 en una noche. Su proceso consiste en atrapar jabalíes en las montañas del sur de Taiwán y llevarlos a la ciudad para prepararlos. De allí, se cortan, trituran y procesan con grandes cantidades de ajo y un poco de cinco-especias: una combinación de anís estrellado, canela, clavo, semillas de hinojo y pimienta de Sichuan. Después de eso, el Sr. Kuo mete las salchichas, empaca, y se dirige a apostar cerca de las nueve de la noche. Se queda fuera hasta las 4 de la mañana.

El Sr. Chen es muy diferente, y adopta la eficiencia típica del Taipéi moderno. Cuando le pregunté acerca de los orígenes de sus salchichas, admitió: "Las recibo de una fábrica". Está en la primera línea de negociación y comparte sus ganancias con los distribuidores de salchichas en el primer lugar del juego.

Una cosa en la que ambos hombres estuvieron de acuerdo es que la apuesta de salchichas es una parte profunda de la tradición taiwanesa. El proceso de elaboración de salchichas, de acuerdo con el Sr. Chen, se remonta a más de mil 500 años. La apuesta es más reciente, aparece durante la Segunda Guerra Mundial como una manera de vender salchichas a las tropas japonesas y estadounidenses que de otro modo nunca las habrían probado. Ambos apostadores coincidieron en que todavía es una gran manera de aumentar el negocio de los viajeros en los hoteles internacionales de la zona. Temprano en la noche, la gente las prueba por curiosidad; cuando salen más tarde de los bares y burdeles, comienzan a soltar mucho dinero para carnes finas.

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El puesto de salchichas de Mr. Chen.

Éramos parte de la multitud que llegó temprano, pero también ya nos habíamos tomado un par de botellas de vino, así que empezamos a soltar billetes de cien. (Lo sé, suena valiente, pero cien nuevos dólares taiwaneses son aproximadamente $3 dólares estadounidenses). Puedes jugar con por lo menos 30, y si ganas tienes una oportunidad de obtener otras dos o tres, dependiendo del proveedor. Pero si pones un billete de cien, puedes ganar cinco salchichas directamente y apostar doble o nada. El objetivo es tener un número mayor que el distribuidor en cuatro dados colocados en un bol de cocina al lado del carro de salchichas.

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Mr. Kuo, cocinando lo que ganamos.

De buenas a primeras, hicimos que nuestro amigo Madison lanzara los dados, ya que venía de visita desde fuera de la ciudad. El Sr. Kuo le advirtió que tenía su propio método y alguien fuera de la ciudad no podía ganar, pero puso los primeros cien y ganó cinco de entrada. En este punto estábamos emocionados por darle una oportunidad, pero resultó ser la única victoria de la noche. Al sentirse galvanizado por su suerte, Madison pidió que fuera el doble o nada, y al igual que un alcohólico en Las Vegas, terminó en lágrimas. Sintiendo lástima por el hombre, el Sr. Kuo le permitió quedarse las cinco salchichas. Lo mismo pasó con el Sr. Chen. Acabamos comprando un par de salchichas sin apostar en parte para agradecer a los apostadores por su tiempo, pero sobre todo porque hacía frío y estábamos borrachos.

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Mientras esperábamos a que las salchichas se cocieran, Hugo recordó que había crecido viendo apostadores de salchicha por todas partes. Sin embargo, la práctica emigró a los distritos de burdeles cuando otras formas de apuestas se volvieron tabú, y ahora es una subcultura considerable. Básicamente, muchos lugareños lo consideran un hobby. Yo les creo.

Después de que el humo de la salchicha se aclaró y empezamos a comer, le hice al Sr. Kuo algunas preguntas acerca de sí mismo. Ha estado retirado durante 15 años, y está pasando su jubilación haciendo y vendiendo salchichas para evitar el aburrimiento. Ésa es una cosa común entre las personas jubiladas aquí, especialmente los ancianos. Conozco a una señora de flores que vende para pasar el tiempo; algunas personas recogen basura porque se aburren. También dicen que estar fuera a altas horas de la noche mantiene su mente y sus cuerpos en forma.

Antes de esto, el Sr. Kuo era un empleado de oficina, trabajando de 9 a 5 por un sueldo, pero dijo que está disfrutando mucho más la vida de salchichas. "Disfruto de la libertad", dijo, lamentando sus décadas confinadas a un escritorio. Añadió, sin embargo, que Linsen North Road solía ser mejor. Había más hombres de negocios en las calles antes de que el Kuomintang (el partido gobernante que fue destituido por primera vez la semana pasada) "enviara dinero taiwanés a China", dijo.

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Nuestro haul.

Los dos apostadores también disfrutan de la libertad al no ser parte de la escena nocturna de mercado taiwanés, observando un tanto altivamente que los olores y el humo de los otros alimentos podrían manchar su producto. Sin duda, estos chicos son serios con respecto a sus salchichas, y también con respecto al juego.

Cuando todo terminó, nos dimos cuenta (después de 10 salchichas) que íbamos a estar en problemas si nos las terminábamos todas. Le pregunté si podíamos cambiar nuestras sobras como fichas en un casino. De ambos hombres, como era de esperar, recibí un rotundo "no".