¿Porqué los puertorriqueños no beben piña colada?

"¿Así que irás a Barrachina?", se burló mi amigo chef cuando le dije que estaba escribiendo sobre piñas coladas. "¿Viste ese episodio de No Reservations cuando fue Bourdain? Deprimente".

Las imágenes de la máquina de slushies —bebidas heladas hechas con hielo picado y sabores artificiales— y de las sombrillas multicolores en ese episodio eran mis únicas referencias sobre el emblemático coctel puertorriqueño en el Viejo San Juan.

Su deliciosa mezcla de crema de coco, jugo de piña y ron fue inventada en los años cincuenta. La tradición indica que el mesero Ramón Marrero trabajó en Barrachina brevemente, donde es posible que haya empezado a crear la bebida, luego se trasladó al Caribe Hilton, donde la perfeccionó. Ambos lugares se adjudican el crédito por su invención desde entonces.

"¿Con o sin ron?"

Pido con ron. Esto significa que vierten Gold Bacardí en la parte inferior de un vaso de malteada para después vaciar la mezcla que luego adornan con un trozo de piña y una cereza marrasquino atravesada por una sombrilla colorida. Me dicen que lo mezcle pues, "lo bueno está en el fondo". Sabe como la piña colada debe saber: como una malteada afrutada con ron.

Le pregunto al mesero, Ricardo Caballero, si los lugareños la beben: "Claro, les encanta a los puertorriqueños. La preparan en casa". Aquí es cuando un hombre llamado Mateo Featherstone, sentado en el mismo bar y quien asumo estaba de vacaciones, interviene: De aquí vas a ir hasta el Caribe Hotel, ¿verdad? Aquí son mejores y más baratas, pero ellos le ponen coco tostado encima". Featherstone ha vivido en San Juan durante seis meses e hizo su tour de piña colada autoguiado. Se aseguró de visitar Barrachina antes de ser potencialmente enviado a los Estados Unidos para trabajar.

A la vuelta, en la esquina de la calle San José y la Calle San Sebastián, se encuentra

La Factoría

. Hay luces pegadas en el techo, la pintura está en ruinas, y hay un pizarrón con un menú de cocteles con un listado de bebidas con ingredientes como tallo de piña y cerveza de jengibre casera. Se trata de coctelería artesanal, a kilómetros de distancia, tanto estética como filosóficamente, de Barrachina.

Busco a Carlos Irizarry pero me recibe Mario Rivera con su bigote en forma de manillar. Él es el bartender estrella del lugar y lo primero que me dice es: "Aquí no hacen piña colada, pero ¿quieres probar algo con mezcal?" Acepto. Mientras bebo el Beauty and the Beet que no se encuentra en el menú pero que me preparó de buena gana, me dice que le gustan las piñas coladas. "No, no son una novedad. Es nuestra bebida emblemática, muy emblemática, muy importante para Puerto Rico". Irizarry llega vestido con una camisa cubierta de tucanes, y le hago una pregunta: ¿Son relevantes las piñas coladas en el Puerto Rico contemporáneo?

"¿Si son relevantes? Por supuesto que son relevantes", me dice.

Nos interrumpe una mujer con una gorra de beisbol, y me dice que me vio "en el otro lugar", refiriéndose a Barrachina. "Nos enviaron aquí." Ella y su callado novio quieren la carta de vinos y la contraseña del wi-fi.

Cuando recupero la atención de Irizarry, le pregunto que si la piña colada es relevante, por qué no la sirven en La Factoría. "Tenemos una bebida parecida, pero no usamos batidora. Tenemos la idea de usar la máquina de slushies". En lugar de una piña colada me hace una bebida con ron blanco, tallo de piña (el jugo de piña con vinagre), agua de coco, Angostura, jarabe de canela y pimienta. El resultado es una piña colada sin mezclar, herbal y picante.

Rivera regresa y hace eco del sentimiento de Caballero, que es que la piña colada es un coctel para hacer en casa. "Si estás en la playa a 40 grados de temperatura, por supuesto, la piña colada es relevante. Si alguien me la da en un vaso de plástico, sí, me la voy a tomar", dice Irizarry, quien la prefiere con ron oscuro. "El coco funciona increíble con sabores de madera".

El bar se llena, conforme la noche del lunes avanza, con una mezcla de turistas y lugareños que beben muchas cervezas Magna y cocteles varios. Mientras pago, un hombre llamado J.J., cuyo apellido no pude conseguir antes de que desapareciera, me dice, "Dile a esos cabrones que le hicieron una prueba de paternidad a la piña colada y descubrieron que se hizo con ron Don Q en el Caribe Hilton". Con esto en mente, tomo un taxi y me dirijo ahí.

Es un hotel resort en la playa, a unos cuantos kilómetros de distancia de las calles empedradas y de los coloridos edificios coloniales. Tras una remodelación, ya no existe el bar Beachcombers original donde se inventó la bebida. El bar del vestíbulo está lo más cerca posible y un mesero llamado Joel me hace una piña colada en un Vitamix. Vierte crema de coco de una jarra, una gran cantidad de hielo, otra gran cantidad de gold Don Q y mucho jugo de piña. No me preguntó si quería ron y al parecer no tienen el coco tostado que se me prometió. No es tan sabrosa como la de Barrachina, es mucho más helada. Está claro ahora el por qué los cocteleros serios están más interesados en las máquinas de slushies que en las batidoras.

Joel me dice que la original se hizo mitad y mitad, pero le hicieron algunas pruebas y no les gustó. Un bombero jubilado que se encuentra sentado cerca está en la ciudad para ir a bailar salsa y dice que él no ordena piñas coladas en ningún otro lugar. No hay puertorriqueños en este bar, solo un grupo de personas de edad avanzada que están de vacaciones. Cuando trato de pagar, Joel me dice que el bombero pagó mi cuenta. Le sonrío, le doy las gracias y me echo a correr.

La piña colada es la bebida oficial de Puerto Rico, sí, pero ¿acaso los puertorriqueños van al Viejo San Juan a los puntos turísticos para beber las mejores? No. Ellos las hacen en casa, con licuadoras, y las llevan a la playa. Tal vez más que la bebida oficial de Puerto Rico, es la bebida oficial del ocio tropical.