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Comida

Por qué los vegetarianos nunca consiguen viajar en primera clase gratis

Un aeromozo que trabajaba para Qantas afirma que los pasajeros con peticiones culinarias especiales están confinados a viajar en clase económica.

Los vegetarianos y veganos suelen pasarla mal. Quienes siguen un estilo de vida sin carne se encuentran solteros, ignorados por posibles empleadores y son objeto de amenazas de muerte. Todo esto sin tomar en cuenta el dolor existencial de no poder comer tocino.

El día de hoy solo hay más malas noticias para quienes buscan mantener una dieta basada en hierbas y estar en paz. Según un sobrecargo de la aerolínea Qantas, los pasajeros con peticiones culinarias especiales nunca consiguen pases de primera clase gratis.

Nik Loukas, el ex aeromozo y blogger de comida de aviones (solo podemos imaginar las notas de sabor y las fotografías), dijo a Business Insider: "Si hay una petición gastronómica especial en tu registro, la aerolínea ni siquiera te tomará en cuenta [para la primera clase]. Como tienes una petición respecto a la comida, quizá no puedan complacerte si te ofrecen un mejor asiento".

Qantas, sin embargo, negó estas afirmaciones, dijo a The Daily Telegraph en una declaración que: "No es verdad y el tipo de comida que nuestros clientes ordena no tiene nada qué ver con su capacidad de obtener un mejor asiento. Si se gana un pase en primera clase, la comida especial será proporcionada en su nuevo lugar".

No es la primera vez que una aerolínea es acusada de discriminación contra personas con requerimientos alimenticios especiales. El año pasado, un guardia de seguridad para Swiss International Airlines sugirió en una conferencia de seguridad fronteriza que la información sobre las preferencias gastronómicas de los pasajeros —incluyendo comida halal, vegetariana y kosher— podría ser "interesante para ciertas autoridades". La aerolínea aclaró después que "a las líneas aéreas no se les permite transmitir información relacionada con la religión, salud u opinión política de ningún pasajero".

Es 2017, ¿no podríamos nada más tener nuestro champán y tofu como debe ser?