En marzo de 2017 la sanción de la ley de Cannabis medicinal nos reunió en el Congreso de la Nación Argentina. Había un montón de positivismo entre los asistentes. Cuando llegó el momento, la ley salió como por un tubo. Nos abrazamos y lloramos porque parecía increíble haber logrado un cambio. Ese asombro duró poco.La ley de cannabis medicinal tardó en ser reglamentada, y lo fue solo en parte. Inicialmente prometía un registro de cultivadores, abarcar muchas patologías pero finalmente solo consideró la epilepsia refractaria. Al día de hoy solo se puede cultivar de manera legal consiguiendo un amparo sobre el cultivo, o exigir legalmente la importación del aceite desde Estados Unidos para otras enfermedades que no contempla la ley. El gobierno argentino autorizó el primer cultivo legal en la provincia de Jujuy —norte del país— pero sorprendentemente el permiso fue otorgado al hijo del gobernador de dicha provincia.
Publicidad
Actualmente se llevan adelante varios estudios sobre los efectos medicinales del cannabis en distintas partes del país, pero el presupuesto para hacerlos es ínfimo.Al día de hoy muy pocas personas realizan el trámite ante ANMAT (ente que regula la entrada de medicamentos a la Argentina) para poder ingresarlo. Su costo es muy elevado y las prepagas se resisten a cubrirlo. La gran mayoría de los pacientes obtiene el aceite de cannabis en el mercado negro, por cultivadores solidarios o cultivando sus propias plantas para luego hacerlo de manera casera.En la clandestinidad, porque todos corren el riesgo de ser detenidos. Igual, ese riesgo no es nada al lado de la recompensa. Cuatro historias cortitas y al pie que muestran por qué a pesar de la ilegalidad se sigue cultivando de sol a sol y reclamando por una legislación justa para todos.
Dos pacientes bajo un mismo techo
Publicidad
Tanto cachetazo no viene solo, a Moni le diagnosticaron fibromialgia y artritis reumatoidea. Estuvo un tiempo sin poder caminar. “Empecé a tomar aceite de cannabis y a hacer vida sana. Ahora camino, trabajo y apenas tomo medicación. Me hace muy bien”. Ella también rompe con orgullo la ley, cultiva y hace su propio aceite. “No pido que me paguen el aceite, solo que me dejen cultivar tranquila para que Santi sea feliz”.
Aldana y Tiziano, de 8 años. Foto cortesía de Aldana.“El diagnóstico de autismo de Tizi lo recibimos cuando tenía 2 años y 18 meses”, cuenta Aldana, su madre. “Habíamos notado algo en él que no estaba bien. El disparador total fue cuando empezó a no dormir. Comenzó a cambiar totalmente su calidad de vida. Tenía una hiperactividad terrible que no podía controlar su cuerpo. Estaba desorganizado. Ya esos dos factores —no dormir y tener hiperactividad— hacían que su desarrollo fuera en caída”.“Como mamá era muy duro no ver a mi hijo feliz. La info de que el aceite podía ayudarnos vino una noche de insomnio buscando información en internet. Llegué a una nota que hablaba de autismo y cannabis. Lo primero que busqué fue la parte en la que podía ayudar en el sueño y dije 'Vamos por esto'. Me donaron dos aceites, uno sirvió: primera vez que Tizi dormía seis horas. Con el sueño vinieron mejores estados de animo y con ello mejores predisposiciones, más contacto, más risas, más conexiones, más disponibilidad y mejor terapia. Vino la palabra que tanto espere, me llamo 'Mamá' y ahí supimos que no había otro camino. Era esto”.
Una planta mágica
Publicidad
“Tizi se convirtió en otro nene. Eso fue lo que hizo el cannabis en mi hijo. A partir de ahí cambió su conducta y su interés comunicativo: expresa, pide, puede jugar con pares, comprende y es comprendido. Ahora es feliz. Eso es. Veo a mi hijo feliz”.En estos momentos la ley no contempla el uso del cannabis para trastornos del desarrollo como el autismo, pero eso claramente a Aldana no le interesa. Su vida es su militancia por la despenalización, y ayuda a otros desde la asociación Cogollos del Oeste. “El aceite se lo hago yo, con plantas que yo cultivo. Al cannabis lo quiero libre, libre para todos sus usos. Lo quiero tan libre como esta mi hijo hoy. Porque eso es lo que hizo en nosotros. Nos dio y nos enseñó sobre la libertad. Es imposible que algo que nos transformó y nos ayudó no se vuelva parte de nuestra lucha”.
Simona
Publicidad
De momento, la ley solo contempla la epilepsia refractaria como patología para ser tratada con cannabis. Una modificación en esa inmadura y verde ley es más que necesaria. Ninguno de todos los casos de pacientes con epilepsia obtuvieron una respuesta rápida y efectiva por parte del Estado argentino. Todos tuvieron que abastecerse por sus propios medios.