Desde que empecé a tenerlos y hasta ahora, siempre me ha dado vergüenza que mis novios vean mi cajón de las bragas. Una vergüenza que surge de un fenómeno que se da en muchos aspectos, no solo en el de la lencería, en lo relacionado con el universo femenino: la brecha entre realidad y ficción, entre lo que es y lo que "debería ser".Porque las tías tenemos pelos, nos afanemos o no en hacerlos desaparecer, no tenemos orgasmos en cuanto nos la meten digan lo que digan los vídeos de PornHub y tenemos bragas con agujeros. Y con pelotillas, y con las costuras dadas de sí, y manchadas de sangre (porque, sí, también sangramos por el coño durante aproximadamente 4 días al mes). Al contrario de lo que dicen las pelis porno, las tías no vamos siempre con bragas negras de encaje y preferiblemente dos tiritas a los lados y la parte del culo transparente. Esas solo nos las ponemos cuando deseamos, intuimos o sabemos que vamos a follar, básicamente porque suelen ser más incómodas que las de algodón, más propensas a contribuir a una cistitis y también mucho más caras.
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Para desenmascarar esta verdad silenciada, este secreto a voces que sabemos todas las tías y probablemente también algún espabilao a quien sin embargo le da vergüenza comentarlo, le hemos pedido a unas cuantas mujeres que nos abran su cajón de bragas. Y que nos hablen de ellas.
Andrea, 25 años
Carlota, 27 años
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Patricia, 30 años
Laura, 32 años
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Lo mejor que nos ha podido pasar a las tías es que el culote le haya ganado la partida al tanga.