Ser mesera me hizo odiar a los niños
Foto via Flickr-User Richard Schatzberger

FYI.

This story is over 5 years old.

Comida

Ser mesera me hizo odiar a los niños

Cuando empecé a trabajar hace unos años amaba a los niños, pero con el tiempo me he dado cuenta que son terroristas en miniatura "arruina comidas".

Este artículo apareció originalmente en MUNCHIES en septiembre de 2015.

Bienvenido una vez más a Confesiones de Restaurante, donde hablamos con las voces no escuchadas de la industria restaurantera, tanto del servicio como de la cocina, acerca de lo que sucede en tus establecimientos favoritos. Para esta entrega, escuchamos acerca de una mesera danesa que no le gusta que haya niños en los restaurantes.

Publicidad

Cuando empecé a trabajar hace unos años amaba a los niños.

Cuando veía venir a un montón de papás con niños, le decía a mis compañeros lo adorables que eran. Se reían de mí y solo respondían: "Solo espera…"

LEER MÁS: Le vendía pastillas a la élite de NY en el guardarropa de un restaurante

Hoy en día, no soy fanática de los niños. Muchas familias comen en mi restaurante y servirlas ha sido una experiencia tan intensa que me obligó a dejar de mirar las cosas color de rosa y ser más objetiva: los niños son terroristas en miniatura; y la mayoría de las veces, sus padres no son mejores.

Mi lugar de trabajo puede describirse como un restaurante familiar, esto significa que siempre hay niños. Es lo que mantiene a flote el negocio. Muchas veces es bastante divertido, pero los domingos es diferente. Uno de esos días, la mitad de Amsterdam decide salir a comer con sus hijos. Cuando nuestro restaurante se llena de gente pequeña y ruidosa, es difícil para los meseros hacer bien nuestro trabajo.

Los niños son terroristas en miniatura; y la mayoría de las veces, sus padres no son mejores.

Debido a que los niños son niños y quieren jugar constantemente, es extremadamente peligroso. En cuanto a entretenimiento infantil, contamos con libros para colorear y lápices, nada más. Para gastar el exceso de energía, los niños terminan corriendo por entre las mesas. De igual manera, les encanta jugar a "las traes" o fútbol, e incluso se sientan en el suelo con sus canicas y otros objetos redondos y pequeños que pueden ser un peligro para los meseros.

Publicidad

Cuando te aproximas a una mesa con una charola de café caliente, debes ser muy bueno esquivando obstáculos. Los niños que usan tenis con ruedas por lo regular chocan con mis piernas, haciendo que mi corazón se detenga por un momento. No solo porque casi me hacen caer, sino también porque los padres me acusan si su engendro queda cubierto de puré de papas o peor, de algún líquido caliente.

LEER MÁS: Los asesinos son los mejores empleados en un restaurante

Lo peor que me ha pasado es tropezar sobre un niño. Recuerdo que me estaba acercando a una mesa con algunos platos en la mano cuando de pronto un niño apareció de la nada. Instintivamente, traté de esquivarlo, porque sabía que debía haber otro niño cerca. Resulta que en mi desesperación, había caído encima de un niño que estaba gateando en el piso entre las mesas. Ese incidente me alteró bastante. Todos en el restaurante estaban mirándome y el niño podía haber resultado herido gravemente, pero el peor momento fue cuando le pedí a los padres si podían recoger a su engendro del suelo. Me miraron como si fuera un monstruo "odia niños".

O sea, no podemos poner un letrero como en las albercas públicas que diga que no corran alrededor de ella. A veces pienso que deberíamos tener una advertencia en el menú donde se indique que los padres son responsables por sus propios hijos. O quizá escribirlo en algún lugar de la pared, donde la gente pueda verlo. Parecería que no es necesario, pero un domingo normal, pierdo mucho el tiempo gastando mi voz por gritarles a los niños que corren como maniacos. No diré que los niños ruidosos son el resultado de una mala crianza. Más bien, parece que los padres piensan que una cena con los amigos y los niños en el restaurante es un excelente momento para descansar de sus hijos.

Publicidad

Se siente como estar a cargo de una mala fiesta infantil, y eso no viene incluido en la descripción del puesto.

Los domingos recibimos muchas reservaciones de grupos numerosos, la mayoría padres con hijos. Muchas veces son padres jóvenes, los cuales ordenan bastante vino mientras los niños juegan. Los adultos están mucho más relajados y tranquilos, porque están en un espacio cerrado, donde asumen que el personal se asegurará de que los niños no abandonen el establecimiento. Lo cual quiere decir que no cuidan a sus engendros y efectivamente nos convierte a los empleados en niñeros mientras estamos ocupados tomando órdenes y atendiendo mesas.

A los padres les encanta el hecho de que somos un restaurante "amable con los niños" y eso me molesta. He aprendido a decirles que no a quienes preguntan si los adultos se pueden sentar en una mesa y los niños y sus juguetes en otra. Lo siento mamá y papá, pero servir una mesa de infantes no es cosa de broma. Se siente como estar a cargo de una mala fiesta infantil, y eso no viene incluido en la descripción del puesto.

LEER MÁS: Mi restaurante pagó coyotes para cruzar mexicanos por la frontera

Resulta también que los niños toman los cubiertos y vasos de las mesas vacías mientras están jugando. En verdad se entretienen derramando el contenido de los vasos sobre los manteles y gritan tanto que otros clientes se quejan del nivel de ruido. Si no sé a qué mesa pertenece el niño, me ocupo yo de pedirle calma. Desafortunadamente, los padres no aprecian mucho mi petición. Se enojan conmigo o interpretan mis instrucciones como una ofensa a su estilo de crianza. Las respuestas como "yo mismo puedo decidir cómo hablar con mi propio hijo" y "ocúpate de tus asuntos" son muy comunes y muy incómodas.

Publicidad

Cualquier cosa que hagamos, es muy difícil hacerla bien. Un padre se queja de que no permitimos que su hijo "disfrute su infancia" y que no tenemos juegos de mesa, mientras otro menciona que los colores son muy viejos. El resto de nuestro clientes —los que no tienen hijos— se quejan de ellos.

Pero por lo regular quienes se queja de los niños parece que realmente los odia. Piensan que los baños huelen demasiado a popó de bebé, pañales sucios o crema para rozaduras. No les gusta cuando una mujer que está cerca amamanta a su bebé mientras ellos comen y tratar de contentar a estas personas es tan molesto como atender niños. Las entiendo perfectamente, pero si no quieres comer junto a un niño, ¿por qué vienes a este restaurante?

Encontramos toallitas de bebé por todas partes.

No debería decir esto, pero con el tiempo, mi restaurante se ha dividido en dos zonas: "zona de niños" y la "esquina libre de niños". Recibimos al menos tres llamadas al día de gente que quiere hacer una reservación, pero solo en el área libre de niños. Siempre les decimos que no existe tal cosa y no podemos prometerles nada, pero llenamos una mitad con familias para que podamos mantener la otra mitad del lugar más tranquila. En definitiva hay demanda por restaurantes sin niños, pero nadie se atreve a decirlo en voz alta.

Como dije: los domingos son mucho peores que otros días. No solo porque es más difícil llevar la comida a la mesas, sino también porque tenemos que hacer de niñeras y lidiar con las quejas extra de las personas sin niños. La cantidad de trabajo por la que nos contrataron se triplica. Las órdenes son más complicadas, porque los niños quieren su plato fuerte mientras que los padres comen su aperitivo. Constantemente corremos de la cocina a las mesas y viceversa con pequeños contenedores y biberones. En ocasiones debemos añadir agua caliente a la fórmula del bebé, pero otras veces los padres quieren agua fría. Entre turnos, nos ocupamos de raspar espagueti y salsa roja de la tapicería y cada mesa con niños es una zona de desastre total. Encontramos toallitas de bebé por todas partes. En verdad odio esas cosas húmedas y sucias.

Cuando llego a casa después de un domingo así, siento que hubiera trabajado 24 horas. Literalmente, me chuparon la energía. Me dejo caer en mi cama y no me muevo por el resto del día. Una cosa es segura: aún no quiero tener hijos.

Tal y como fue contado a Stefanie Staelens.