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Tener un restaurante me ha convertido en una persona horrible

Después de casi diez años de tener restaurantes, me he corrompido. Si te metes conmigo, te correré. De hecho, ya no me importa si les gusto. Prefiero que me odien.

Bienvenido una vez más a Confesiones de Restaurante, donde hablamos con las voces no escuchadas de la industria restaurantera, tanto del servicio como de la cocina, acerca de lo que realmente sucede tras escena en tus establecimientos favoritos.

De la dueña de un restaurante de Los Ángeles:

Ser propietaria de uno o varios restaurantes te dará la visión de una mente criminal. Sobrevivir en este negocio no es para quienes carecen de la habilidad de aceptar ciertas ambigüedades morales. A veces tienes que hacer cosas que nunca hubieras podido imaginar para mantener abierto el lugar o hacer que la gente te pague. Tienes que amenazarlos; a veces son acciones legales y otras con daños físicos.

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Necesitas tener una piel gruesa.

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Hace mucho tiempo, yo solía ser una persona dulce. Antes, por lo regular muchos profesores, compañeros de clase, familiares, amigos y parejas me etiquetaban como "la chica más dulce del mundo". Era conocida por mi amabilidad, compasión y rectitud. Complacía a la gente, genuinamente amaba estar al servicio de otras personas. De hecho, esta característica es lo que más me atrajo de la industria de la hostelería. Quería abrir un lugar que hiciera feliz a la gente mientras usaban sus dólares para hacer una diferencia social positiva en el mundo.

Afortunadamente para mí, fue algo que pude lograr. Abrí varios lugares con éxito, sitios que donde diariamente pasaban angelinos en busca de desayunos, comidas y cenas. Me permitieron contribuir a la comunidad de forma productiva. Construí una marca que finalmente sería más grande que las más salvajes aspiraciones que había tenido años antes.

En realidad, ya no me importa si les gusto. Prefiero que me odien.

Sin embargo, no he conseguido el éxito sin consecuencias. Después de casi diez años de tener restaurantes, me he corrompido. Si te metes conmigo, te correré. De hecho, ya no me importa si les gusto. Prefiero que me odien. Ahora pocas personas me perciben como dulce y las que lo hacen probablemente me temen. Habiendo dicho eso, no preferiría que fuera de otro modo.

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Cuando abrí mi primer restaurante, no imaginé que un día iba a secuestrar temporalmente a un impresor local que había echado a perder mis menús para llevar, hasta que me devolviera mi depósito. No pensé que me vería amenazada con una demanda grave por una cadena de alimentos importante por usar su nombre en una tonta analogía para describir mi negocio en la prensa. No pensé que me pusiera a regatear con los técnicos encargados del transporte de alimentos acerca de los porcentajes que se llevan de mis órdenes y gritara: "Hijo de puta, estás aumentando el precio para mamar de los pequeños negocios".

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Ser dueña de un restaurante me ha proporcionado una boca perpetuamente vulgar. Incluso con los clientes, me doy cuenta de que en cada oración hay por lo menos un tipo de grosería. Hay una intensidad extra en tu personalidad añadida por dirigir un negocio en el que estás comprometida a hacer lo correcto, pero constantemente te ves rodeada de mierda. Adquieres una actitud de "jódanse todos". Es el resultado de intentar mantener un semblante de cortesía con los clientes y aún así recibir quejas triviales por correo y malas reseñas en Yelp. Luego de esto, cualquier cualidad canónica que hayas tenido, se puede arrojar por la ventana.

A diferencia de muchos dueños de restaurantes y chefs que ignoran las malas reseñas en Yelp o responden con gracia, la mayoría de las veces yo respondo con una lógica capciosa y un maltrato verbal ligero. Pero si legítimamente ha sido una mala experiencia con la comida o el servicio a clientes, me esfuerzo más allá de todo para corregir las cosas inmediatamente. De acuerdo a nuestra experiencia con Yelp, me he dado cuenta de que las reseñas negativas por lo regular están relacionadas con personas realmente miserables e impotentes, que dan solo una estrella por cosas como la música ochentera que ponemos durante el día, no es que sea irónica, es música ochentera que el personal disfruta genuinamente; la preferencia sexual de un miembro del personal, que fue visto entrevistando a un candidato, era demasiado "evidente"; que usara sombrero con vestido resultó un atuendo desaliñado para el cliente, uno debe usar un sombrero únicamente con pantalones; los precios de otros restaurantes son mejores.

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A diferencia de muchos dueños de restaurantes y chefs que ignoran las malas reseñas de Yelp o responden con gracia, la mayoría de las veces yo respondo con una lógica capciosa y un maltrato verbal ligero.

La mayoría de las personas que escriben Yelps negativos tienen talento para ser escritores y adornan su análisis quisquilloso con un poco de ingenio, pero a mi parecer son tontos con demasiado tiempo libre.

Existen ciertas verdades que he aprendido acerca de la naturaleza humana gracias a mi negocio siendo dueña y dirigiendo restaurantes. Quizá no sea universal, pero hay cosas que he presenciado o experimentado de manera continua para considerarlas una realidad innegable.

  • La mayoría de la gente son hijos de puta.
  • La mayoría de la gente piensa que su mierda no apesta.
  • La mayoría de la gente no solo piensa que su mierda no apesta, sino que creen que huele a muffins de moras recién horneados.
  • Si sirves muffins de moras, los clientes los prefieren veganos y sin gluten.
  • Si uno le pide a un miembro del personal que confirme que los muffins en verdad son libres de gluten y el mesero tiene que comprobarlo con un compañero, el cliente considerará que dicho trabajador, idiota y agresivo intencionalmente, merece una queja por correo electrónico o una mala reseña en Yelp.
  • El enojo por hambre es una enfermedad real. Ésta convierte a las personas en engendros de Satán. Una orden demorada o algún elemento faltante hará que el cliente más tranquilo se transforme en un Cujo territorial. Ver un muffin con gluten puede causar el mismo efecto.
  • Respecto al precio y los regateos, hay una mayoría compuesta por los clientes más opulentos. El chico con el Audi peleará por el precio de una porción de papas nueve de cada diez veces.
  • La gente que se toma el tiempo para escribir reseñas negativas en Yelp sufre de enfermedades mentales.
  • La gente que se toma el tiempo de escribir reseñas positivas en Yelp sufre de enfermedades mentales.
  • La mayoría de la gente es racista, sexista y homofóbica, pero todos son políticamente correctos. Si comes en restaurantes y no reconoces al ayudante del mesero como harías con el capitán o el recepcionista, eres un ser humano inferior y ojalá seas uno de los primeros que muera en el apocalipsis zombie.

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Este artículo apareció previamente en MUNCHIES en octubre de 2015.