Curacrudas: Mariscos sinaloenses en El Cuchupetas

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Curacrudas: Mariscos sinaloenses en El Cuchupetas

Fui a comer los mejores callos de hacha para quitarme la cruda y conocí al 'Don Corleone' restaurantero de Mazatlán.

No hay sol. El cielo está repleto de nubes grises, pero aún así agradezco tener mis lentes oscuros. Mi amigo, sentando a mi derecha y que voló ayer desde San Francisco para el evento, también los porta; no queremos hacer un "statement fashionista", esto es más bien por necesidad. El señor del Uber dice que faltan unos agonizantes 25 minutos más. Venimos de la Zona Dorada de Mazatlán, Sinaloa, y nos dirigimos por carretera hacia Villa Unión, una población cercana al puerto.

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La primera noche en Mazatlán, por decirlo de forma modesta: fue todo un pinche éxito. Nunca había pisado tierras sinaloenses, ni muchos de mis amigos, algunos incluso visitaban por primera vez México. ¿La razón por la congregación? Una boda. Es difícil de explicar en palabras la euforia sentida al viajar a nuevos lugares, aunado con la reunión de viejos amigos… Ah, ¿si mencioné la palabra boda? Creo que quizá toda esa euforia colectiva se salió un poco de control anoche. Litros de cerveza, margaritas exquisitamente mal hechas, Gin and Tonics que sabían peligrosamente a limonada, "whisky con mineral" y demás. Una fiesta aderezada con la música a todo volumen de las tradicionales "Pulmonías" —carritos similares a los de golf— que son el medio de transporte alternativo en este puerto.

Sensatamente, mis demás amigos siguen dormidos en el hotel. La travesía en busca de mariscos sólo la estamos haciendo un amigo y yo. Estos 25 minutos parecen haberse alargado a 45. Necesito una michelada y un aguachile pronto.

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Al entrar en Villa Unión, se nota que dejamos atrás las atracciones y hoteles de Mazatlán. El tapiz grisáceo del cielo le da tintes tristes a las calles que todavía tienen charcos de la lluvia de anoche. El Uber se detiene. Hemos llegado. Ignoro cuántas personas viven en Villa Unión, pero podría jurar que cada uno de ellos se encuentra hoy en la calle Jesus Carranza 301.

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El olor del lugar confirma nuestra locación: "Mariscos El Cuchupetas" .

Chicharrón de pescado frito. Todas las fotos son del autor.

Al entrar, le pregunto a uno de los meseros por Manuel Sánchez Villalpando. Ayer desde el aeropuerto hablé con él. Me dijo que llegara a las 2:00 de la tarde en punto. Son las 2:05.

"Deja lo busco" me dice el mesero, mientras vamos hacia nuestra mesa, añade: "Creo que está hablando con el gobernador".

¿Dijo Gobernador? Mientras revisamos la extensa carta, mi vista no puede apartarse de las paredes; una está repleta de fotografías enmarcadas mostrando actores y celebridades; figuras políticas, culturales y religiosas; hasta jefes de estado —odiados y no tan odiados—. En todas las fotografías hay un señor alto, portando una impecable guayabera blanca y un mandil colorido que dice claramente "El Cuchupetas".

Manuel Sánchez Villalpando me muestra fotos.

"Sí, anda con el gobernador. Pero dice que no se tarda más de 20 minutos. Por favor espérelo, vayan comiendo", me dice el mesero a su regreso.

No se si sea mi cruda (resaca), pero toda la escena me hace creer que estoy apunto de entrevistar a Don Corleone. Al parecer todo mundo conoce a Don Manuel, menos yo y mi amigo.

Pedimos unas micheladas revividoras para mitigar la deshidratación. Seguido por un delicioso y picoso aguachile: callos de hacha tan grandes y frescos, que sólo es posible encontrar en esta costa, y ostiones "a la Cuchupetas", a las brasas con una salsa "especial" —que jamás develaron—, y un chicharrón de pescado frito.

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Ostiones "a la Cuchupetas", a las brasas con una salsa "especial".

Ya para cuando íbamos terminando la comilona, llega el ya mítico Don Manuel, no sin antes detenerse en dos mesas a saludar a comensales.

Langostinos gratinados a las brasas.

Finalmente estoy sentado con Don Manuel, echa una mirada al restaurante con gran satisfacción y comienza: "Aquí llevamos 30 años.Yo tenía antes una cantina llamada El Picuro. Allá era cantinero y también ofrecía camarones, callos… pura botana, comida para curar la cruda. Pero no era nada familiar, puro parroquiano dedicado a la pisteadera [a beber]. Pero me la cerraron, y al poco tiempo me vine con mi suegra a trabajar aquí. En ese entonces teníamos únicamente una mesa. Gracias a Dios, muchos de mis clientes de la cantina me siguieron y me trajeron más gente y pues aquí andamos".

"¿Por qué El Cuchupetas?", le pregunto.

Es claro que Don Manuel ha respondido a esta pregunta miles de veces, sin embargo sonríe: "Me rompí el brazo y quedé cucho [chueco] y lo otro es porque me encantaba el chupe. Claro, soy, bueno, era cervecero cien por ciento. Me echaba mis tequilas de vez en cuando, pero lo mío, lo mío eran las frías [cervezas]. Ya no lo puedo hacer porque me enfermé hace 6 meses y me retiré por [problemas de] hipertensión".

Ostiones frescos del Pacífico.

"El Cuchupetas" además de ser un lugar que da lo mejor del mar, realmente es un recinto para celebrar la gran vida de Don Manuel. Personaje que ha puesto a Villa Unión en el mapa.

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Antes de irme, Don Manuel me detiene para decirme una cosa más.

"¿Sabes por qué la gente sigue viniendo?", me pregunta, pero el mal del puerco y mi cruda me hacen imposible responder.

Él continua: "¿Qué pasa cuando pones semillas en la tierra? Uno las tiene que regar y cuidar ¿verdad?. Estar al pendiente, para procurar que crezcan y den frutos. Es lo mismo en un restaurante. Yo cuido de cerca a mis clientes, Hay clientes que han estado conmigo 40 años, he visto a sus hijos y nietos crecer aquí. Eso, es lo que no tienen los demás. A la gente le gusta lo que vendo y el que viene aquí, regresa".

Don Manuel Sánchez Villalpando definitivamente es un capo de la comida.