Comer como un paciente de cáncer
Ilustración de Carlos Castillo.

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Comida

Comer como un paciente de cáncer

¿Cómo sobrevives al cáncer cuando la comida, una de las mejores cosas de la vida, se convierte en tu peor enemigo? Spoiler: Un poco de mariguana ayuda.

Bienvenidos de nuevo a nuestra columna Comer como, donde exploramos la dieta de un personaje emblemático. En esta entrega Sarahí del Moral explora cómo puede y debe comer un paciente de cáncer.

Del cáncer sabemos poco. Sabemos que es malvado, que nos cambia, que se lleva a los que queremos y que hay que temerle, prevenirlo, combatirlo. Por eso, y por nuestro amplio desconocimiento del tema, entramos en pánico cada vez que leemos un nuevo informe en los medios, alertándonos de no comer, de no hacer, o de no beber cualquier cosa porque "provoca cáncer".

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Y lo creemos todo.

Que si comemos tocino, moriremos de cáncer. Pero también si no le quitamos la costra al pan tostado, si comemos pizza, si tomamos el café muy caliente, si bebemos alcohol, si comemos carne roja y si somos vegetarianos también. Estamos tan confundidos que lo único que parece "seguro" es dejar de comer.

Ok, exagero; pero es cierto que entre el horror que nos causa el cáncer y nuestra desinformación sobre la enfermedad, hemos desarrollado una extraña obsesión por condenar ciertos alimentos como "malos" o "dañinos".

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Claro que la alimentación tiene un efecto directo en la salud. Hay alimentos que incluso ayudan a la recuperación del cuerpo cuando pasa por una enfermedad, pero no siempre funciona como veneno ni como antídoto. Tomemos como ejemplo a Christian Abad.

Christian tuvo cáncer germinal hace dos años. La comida —ni su estilo de vida— tuvieron nada qué ver en su enfermedad, pues su cáncer es genético y tarde o temprano iba a aparecer, aunque él tuviera la medalla de "la vida más saludable del planeta".

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Un paciente con cáncer sufre de hipersensibilidad olfativa. Los peores olores, los que no tolera, son los del ajo y la cebolla. Todas las ilustraciones son de Carlos Castillo.

"No tenemos ni puta idea de esta enfermedad", me cuenta Christian. "Es bien rara; es una enfermedad de que no se sabe mucho o no nos dicen mucho de lo que se sabe". El cáncer de Christian se presenta, por lo regular, en hombres jóvenes, y se considera curable —claro, siempre y cuando se detecte a tiempo—.

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"La mayoría de las veces los médicos nos hacen creer que el cáncer es culpa de nuestro estilo de vida", me dice; "pero cuando es genético, como en mi caso, no puedes hacer nada, sólo es una bomba de tiempo".

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La comida no provocó el cáncer de Christian, aunque tampoco lo curó. Sin embargo, la alimentación tuvo mucho qué ver en su proceso.

Igual que todos los pacientes luchando contra el cáncer, comer se convirtió en un reto para Christian. Los distintos tratamientos, especialmente la quimioterapia, influyen en el apetito de las personas, quienes pocas veces tienen ganas de comer. Los vómitos constantes, los ascos, las náuseas y los dolores impiden que el paciente pueda disfrutar normalmente de su comida.

Christian fumaba mariguana para provocar el apetito. La black mamba era su mejor aliada para levantarse, animarse y provocar el hambre. Y para controlar el insomnio, fumaba bluedream. Los médicos nunca le prohibieron el consumo; tampoco lo aplaudieron, pero sí le aconsejaron que controlara el consumo, pues el ketorolaco, un antiinflamatorio y analgésico que los pacientes consumen en altas dosis durante el tratamiento, mezclado con los efectos de la mariguana, le causó la sensación de que los efectos se duplicaron, así que tuvo que regresar al hospital, tumbado.

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Blue Dream & Black Mamba (dos diversidades de mariguana).

El uso medicinal del cannabis tiene una larga historia. En México está pasando por el doloroso proceso de ser aprobado y los médicos no alópatas lo recomiendan para disminuir los dolores y otros efectos negativos de los tratamientos contra el cáncer. Sin embargo, fue hasta este año que se demostró, según un informe del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, que el cannabis también mata a las células cancerígenas.

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"Los dolores son intolerables", dice Christian. Lo describe como si su cuerpo se quemara por dentro; y para él, el cannabis fue parte de sus medicinas.

La comida también lo fue.

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La carne roja es una de las primeras prohibiciones alimenticias que hacen los médicos a los pacientes con cáncer.

La alimentación para un paciente con cáncer es muy estricta. Los médicos hacen sus recomendaciones: no comer carne roja, ni alimentos procesados, ni especiados, ni irritantes, ni demasiado grasosos; no comer en la calle; no beber alcohol, etc. Pero al final, cada paciente identifica sus necesidades y basa sus decisiones alimenticias en ellas. "Todo tiene que adaptarse a ti y a tu cuerpo", dice Christian. "Por ejemplo: si el tratamiento te causa estreñimiento, entonces comes más fibra y te olvidas de los irritantes, porque la quimioterapia actúa como ácido para el estómago y la mucosa que lo recubre se va".

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El sentido del olfato se agudiza de tal manera que los aromas de la comida se vuelven insoportables. Christian describe que la comida condimentada —en especial el ajo— se convirtió en su amor platónico. Su cuerpo rechazaba la más mínima cantidad de ajo; un ligero aroma era suficiente para hacerlo vomitar lo poco que tenía en el estómago.

Otra de las indicaciones es evitar la comida callejera porque, como el sistema inmune de los pacientes con cáncer está muy débil, estos son mucho más propensos a contraer infecciones. "Lo que más extrañaba era comer ceviche", dice Christian, "pero bajo ninguna circunstancia me permitían comer mariscos. También extrañaba mucho las papitas fritas bañadas en salsa que venden en la calle".

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La comida callejera está absolutamente prohibida para los pacientes con cáncer.

Durante su estadía en el hospital, Christian conoció a su amigo Julien, quien siempre regresaba con alguna intoxicación por comer lo que se le pegara. "Parecía divertirse al poner a prueba los límites de su cuerpo", recuerda. "También experimenté con mis límites; quería saber qué pasaba si comía lo que fuera, fumaba mucho o me metía una que otra línea. Así aprendí a ver lo que podía comer y/o hacer y lo que no".

En el caso de Christian, la carne roja no fue prohibida; a pesar de que su cocción forma algunos elementos químicos cancerígenos —que también están en la contaminación del aire que respiramos—. Si se le antojaba y le caía bien a su cuerpo, la comía. "Lo más importante es que te alimentes bien, que tu cuerpo esté fuerte".

Christian aprendió que la comida por sí sola no es un factor de la enfermedad; son los malos hábitos y el consumo excesivo e irresponsable los que convierten a la comida en un peligro. "El problema es la desinformación o la información mal interpretada", dice. Muchos condenaron a la carne roja después de que la OMS la clasificara como probable carcinógeno para los humanos porque redujeron la información a un mito: "comer tocino con tus hot cakes te matará de cáncer".

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Los mariscos están prohibidos en la dieta de los pacientes con cáncer.

"Creer que la comida nos hace daño es algo horrible; y peor si no comprendemos que el verdadero problema está en nuestros hábitos", me dijo Eva Hernández, nutrióloga especialista en cáncer. "Existen muchos tipos de cáncer ligados al estilo de vida: la obesidad se relaciona con el cáncer de mama o el cervicouterino y en estos casos la alimentación es clave para la prevención; pero no se reduce al consumo de una salchicha o unas rebanadas de tocino en el desayuno". Hay mucha gente que cree las dietoterapias se recetan a los pacientes con cáncer con el fin de que los alimentos actúen como medicinas. "No es así", dice Eva. "Se da una dietoterapia para los efectos adversos, pero no como método de curación".

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La comida es maravillosa y puede hacernos mucho bien si sabemos cómo aprovecharla. "Al final lo mejor que puedes hacer cuando estás enfermo de cáncer es comer", dice Christian. "Estoy hablando de lo más sencillo que te puedes imaginar: comer". Pero comer bien, conscientemente. El truco es comer de todo, pero adaptarte a las demandas y los tiempos de tu cuerpo.


Este artículo de publicó originalmente en agosto del 2016.