Recorrido glotón: Camino Real de Tierra Adentro

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Comida

Recorrido glotón: Camino Real de Tierra Adentro

Hice el Camino Real de Tierra Adentro, la ruta cultural más antigua y extensa de América. Atravesé poblaciones consideradas patrimonio mundial, y esto es lo que comí.

Bienvenidos a una de nuestras colecciones más tragonas: Recorrido glotón, donde intentamos descubrir a qué saben las colonias y barrios de México.

Hice el Camino Real de Tierra Adentro en coche. Cinco mil quinientos setenta y cinco kilómetros de la Ciudad de México a Santa Fe, y de regreso. Mi propósito: huir de la Navidad, el Año Nuevo, las fiestas de fin de año y todo eso que ya tú sabe. La excusa: transitar por la ruta cultural más antigua y extensa de América, que atraviesa decenas de poblaciones y que la UNESCO considera, al menos en un tramo, patrimonio mundial desde 2010. El itinerario por el que pasaban la plata, la turquesa, el mercurio y otros varios tesoros novohispanos; el mismo que hoy aprovechan narcotraficantes y emigrantes. A continuación las mejores memorias coquinarias de un viaje que subió mi peso y devaluó mis pesos.

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Hamburguesa en Albuquerque

No le saco una foto porque qué asco las fotos de hamburguesas tomadas con el teléfono. Pero qué lindo el Route 66 Diner, en Albuquerque, y cuán linda la mesera que me recibe con un vasote de agua con hielo (cortesía estadounidense que urge adoptar en los restaurantes capitalinos) y un menú que me angustia porque, ay, hay que escoger entre por ejemplo el Pile Up (atasque de papas, tocino, chile verde, huevos, queso cheddar y salsita), el Chicken Ranchero (pollo frito con queso y chile), las enchiladas Wayne's y mi hamburguesa: una open face con chile de Nuevo México. Y sólo para no quedarme con las ganas, también ordeno un sándwich de grilled cheese. Y aros de cebolla. Y una crema de no sé qué verdura porque ni modo que no coma verduras. Malteada no, por la dieta.

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66 Diner. Todas las fotos son del autor.

Queso de nuez en Valle de Allende

En este pueblete termina la denominación de patrimonio mundial del Camino Real. Aparte de la placa conmemorativa, la iglesia de San Bartolomé (la más vieja de Chihuahua) y las anécdotas sobre meteoritos, no hay mucho más que ver aquí. Sin embargo, se trata un lugar hermoso, con casas muy viejas y un delicioso queso de nuez, que en realidad es un dulce, como de leche, sólo que con nuez y cubierto de chocolate. Riquísimo. Tanto que me zampo los míos demasiado rápido y no alcanzo a fotografiarlos. Aunque sí le tomo foto al perrito que vive en la casa en la que compro estas delicias, que no son de Delicias, sino de Valle de Allende.

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Perrito en Valle de Allende.

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Bourbon en Los Cerillos

Los Cerrillos es un pueblo fantasma, o casi (tiene menos de cien habitantes), en Nuevo México, bien cerca de Madrid (que es mejor evitar porque hay puras tiendas hechizas y caras). Los Cerillos no es turístico, pero tuvo sus minas y es parte importante de mi ruta. De él me llevé una imborrable sorpresa: el Mary's Bar, que está en la casa de la familia que lo posee (o la casa está en el bar, no se sabe). Ahí sigue la señora de noventa y nueve años, hija del fundador, y por todo el sitio algunos gatos, a los que no dejan salir porque "de noche hay coyotes en las calles y se los comen". OK, esta experiencia no es propiamente gastronómica, o puede que sí; en cualquier caso, el bourbon que me sirven me ayuda a entrar en calor y a entender a los borrachos de los países fríos. La dueña, Kathy, hija de la señora de casi un siglo, me cuenta de las películas que han filmado acá, como 2 Guns y otras que en mi vida…, además de responder a preguntas sobre la historia del bar: de 1936, aunque en una casa de 1918, etcétera.

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Mary's Bar en Los Cerillos.

Burritos en Ciudad Juárez

A mí me gusta mucho estar en la frontera, pero más de este lado, donde anuncios que parecen propaganda política aseguran: "Los mejores burritos están hechos con calidad. Están hechos con harina de Juárez". Por ejemplo, en el estacionamiento de los famosos Burritos Crisóstomo de Adolfo de la Huerta y Vicente Guerrero, que abren bien temprano y cierran como a las cinco, cuando decenas de juarenses (y paseños) empiezan a desesperarse porque ya no hay de winnie ni chile relleno, mucho menos de barbacoa o deshebrada; lo bueno es que todavía quedan de huevo con chorizo y, por supuesto, de frijol. El eslogan: Slow food, served fast, y entonces uno tiene que comer igual de rápido, de pie, o en las mesitas al aire libre, pero si hace mucho frío mejor en el coche, como el que me conduce después al Don Félix Bar, favorito del early Juan Gabriel, en la ¿peligrosa? calle Juárez, para recibir el año escuchando El Paso City de Marty Robbins, pero, ah, esa es otra historia.

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Café turco en Zacatecas

Mi recuerdo culinario zacatecano no está relacionado con el pozole de Wendy en la Plazuela de García, ni los tacos de tripitas por todos lados, ni la comida de Los Dorados de Villa (únicamente te permiten entrar si tienes reservación, ash), ni los tacos de asada en el Callejón de Ozuna, ni el licor que no sabe a licor y que presumen como especialidad en la cantina El Retiro, de 1895. Lo que más disfruto en esta capital minera de la Nueva España es el café turco del Acrópolis, a tiro de piedra de la Catedral y en donde uno se queda con la impresión de que las obras de arte, genuinas y algunas hasta dedicadas, son meras reproducciones. El café lo consiguen en el Jekemir de la Ciudad de México, pero lo preparan acá en el restaurante. También las conchas merecen mucho la pena y lo merecen mucho a uno.

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Barbacoa en Las Cruces

En una mesilla del bar histórico de Mesilla, de los años treinta, noto una cacerola de pulled pork en salsa BBQ, con bollitos a un lado, ensalada de papa y un frasco de pepinillos; muy del Costco todo, nada del otro mundo, pero es amor a primera vista, por lo que no tardo en preguntarle al nada tenderbartender que qué onda o qué pues o de a cómo. "Lo que sea su voluntad", o una frase por el estilo, sólo que en inglés. Que lo hace para ayudarse. Me sirvo, entonces, con la cuchara grande, suspiro de la emoción, entro en calor y color y casi que me pido una Arrogant Bastard Ale ("This is an aggresive beer. You probably won't like it", leo en un posavasos), pero al final opto por una mexicana. Muy rica cena en la parte vieja de Las Cruces, Nuevo México, que es una de las paradas del Camino Real. A unos pasos de mí, un cliente bebe junto a su perro y su gato. En las paredes, recortes de artículos que incluyen a este El Patio Cantina como uno de los mejores bares de Estados Unidos.

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Pulled pork en BBQ.

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Filete Wellington en Santa Fe

De lomo de Kurobota y con la usual Duxelles, o lo que es lo mismo, de cerdo japonés y con la habitual salsa de cebolla y champiñones. Perfectamente horneado y hojaldrado, y agradablemente llenador. No tan caro como la pinta del restaurante Gerónimo podría sugerir. Además, pido macarrones con queso y un pastel de chocolate que ya nomás estoy mencionando por ufano, así que mejor hablar del lugar: calientito (afuera doce grados menos cero), dos dos fufurufo, bien iluminado y nada lejos del Centro, en donde acaba el Camino Real de Tierra Adentro (exactamente en la iglesia de San Miguel, de adobe y del siglo XVII y construida por tlaxcaltecas).

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Filete Wellington, en Santa Fe.

(Otra vez) burritos en Mapimí

Que la civilización termina donde comienza la carne asada es una frase atribuida a Vasconcelos. Pero vas con celos hacia el norte y descubres lo burro de la sentencia al descubrir los burritos de tortilla de harina, el pan dulce sin barroquismos, el huevo con deshebrada y las porciones abundantes; en este caso, en un café de chinos llamado El Lejano Oriente, el cual exhibe su prosapia por medio de mil imágenes: un embajador de Irán comiendo aquí; el pasaporte chino del primer propietario, Mariano Fong Lee; mineros en blanco y negro, del año de María Castaña… Maravillosa cafetería; patrimonio duranguense, de la Comarca Lagunera y de la ruta de la plata de mi corazón. Amén.