Este sitio web abastece abuelas para que vayan a cocinar a tu casa

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Comida

Este sitio web abastece abuelas para que vayan a cocinar a tu casa

Nada sabe mejor que una comida preparada por una abuela, pero ¿qué pasa si ya no está viva? Un sitio web francés está haciendo vínculos entre abuelas y personas que extrañan la buena comida casera.

Detrás de un poco de sombra de ojos verde y bajo un fleco grueso color castaño, veo a un par de ojos penetrantes. Pertenecen a Béatrice, la linda jubilada de 61 años que llegó a mi puerta hace menos de dos horas con sus utensilios de cocina en una pequeña maleta, como una chef. Se instaló en mi cocina en silencio, mientras se acomodaba los lentes, y comenzó a preparar un fondant de chocolate hecho en casa. Algo huele muy bien en el horno y eso es bueno, porque ella nos prepara la cena de esta noche: soy la primer clienta de Lou Papé, un sitio web que envía a jubilados con pasión por los alimentos directamente a tu hogar, trayendo la cocina de la abuela al interior de una cocina promedio.

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El menú de cena para cuatro, que nos costará aproximadamente 100 euros, dista mucho de parecerse a los tradicionales platillos pesados, bañados en salsa –por ejemplo, el gran estofado de ternera– que por lo general aparece en los almuerzos dominicales de mi nana.

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Cocinando delicias con el sazón que solo tienen las abuelas.

Esta noche, las cosas serán más refinadas y un poco más ligeras: "Me encanta cocinar cosas que hago con frecuencia –como el chocolate, que le encanta a una de mis hijas– y especialmente pescado". Así que nos servirá un amuse-bouche de gougères de queso gruyère, un aperitivo de sopa velouté de espárragos verdes, bacalao con tomate fresco como platillo principal, y fondant de chocolate con tártara de fresa, que me tiene salivando desde que llegó, para el postre.

Mientras tamiza la harina sobre una superficie de trabajo en mi pequeña cocina, le hago preguntas sobre su trayectoria. Le pregunto cómo dio el salto y qué pasos finalmente la llevaron a mi puerta. Me explica que aceptó una oferta para retirarse hace tres años después de que la compañía de tecnología en la que trabajaba fuera adquirida por otra empresa y entró en la prejubilación con una pequeña suma que inmediatamente usó para su pasión por la cocina. Asistió a un curso de capacitación en desarrollo culinario de seis semanas de duración en el prestigioso Bocuse Institute en Lyon, que fue impartido a un ritmo diseñado para estudiantes de tiempo completo. "Aprendes técnicas en lugar de recetas, y yo era la más vieja. El estudiante más joven tenía 23 años", dice. Su proyecto culinario ya estaba bien definido. Inmediatamente puso en marcha un blog de comida, uno "más animado que el sitio que tuve durante ocho años", explica (Sí, algunas abuelas saben utilizar el Internet), donde comparte recetas, consejos, trucos y buenos lugares para comer. Su reciente preocupación son las fotos: "Veo blogs con fotos preciosas y los platillos se ven deliciosos. Me encantaría hacer lo mismo, pero solamente tengo una pequeña cámara Lumix. ¡Necesito aprender!"

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Hacia finales de 2013, se inscribió en Seniors at Your Service (una plataforma que junta a individuos con jubilados que necesitan un trabajo temporal para que su dinero les rinda), donde ofreció sus servicios culinarios por primera vez: "Yo ya le estaba dando clases a mi amigos, a mis hijas y a sus novios, y me pareció interesante compartir mis intereses y el deseo de cocinar con las personas que nunca preparan su comida". Ahí fue cuando Lou Papé la encontró. Béatrice recuerda qué fue lo que cambió todo: "Alizée, la fundadora de Lou Papé, estaba buscando a personas mayores con una especializaci específica. La mía es el pescado. A la gente generalmente le gusta el pescado, pero no saben cómo escogerlo o cómo cocinarlo; es un producto que les asusta un poco".

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La sopa de espárrago de Beatrice.

Desde que tiene memoria, a Béatrice siempre le ha gustado cocinar, pero no heredó esta pasión de sus abuelas. "Cuando éramos pequeños vivíamos en Túnez, así que solo comíamos calabacín, tomates, pimientos… Entonces cuando volvimos a Auvernia para ver a mis abuelos, era como una purga: zanahorias cocidas, ejotes…".

Naturalmente, el complemento de pensión suministrado por Lou Papé le permite "disfrutar más los días festivos", pero Béatrice parece sincera cuando afirma que su principal motivación surge de una necesidad profundamente arraigada de compartir su hobby. No lo puede evitar. A lo largo de nuestra discusión –y esto se puede deber a que se da cuenta de que estoy interesada– se detiene a intervalos regulares para comentarme lo que está haciendo y me da consejos. "¿Sabes cómo preparar sauce vierge? ¿No? Te enseño; ¡es fácil! Y el pescado, tienes que ponerlo entre dos toallas de papel para absorber la humedad –aprendí eso en un restaurante japonés", me dice mientras prepara los filetes de bacalao nacarados. Siento como si tuviera una segunda madre (una, por supuesto, que se dirige a mí con cierto nivel de formalidad). Cuando le pregunto si alguna vez se siente rara al cocinar en casa de otra persona, continúa mencionando el aspecto pedagógico: "No, eso es lo que me gusta, transmitir conocimiento y dar muchos consejos". En Lou Papé, sin embargo, la gente paga por chefs domésticos, no por clases. ¿Qué sucede si sus próximos clientes la dejan sola en la cocina mientras beben antes de la cena con sus invitados? "Es cierto que mi filosofía es más sobre crear un taller para el cliente, en lugar de hacer comida para la gente. Sería una pena no poder compartir este momento", le gusta decirse a sí misma.

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Mientras Béatrice prepara la tártara de fresa (con ralladura de limón y menta), expresa algunas preocupaciones acerca de los jóvenes actualmente. Según ella, están cada vez menos interesados por la cocina. Como respuesta, hablo de los programas de televisión como Top Chef, del número astronómico de blogs de comida que existen, del fenómeno de porno con comida en Instagram y del hecho de que nuestra obsesión por la comida está viva y bien, en todos los niveles de la sociedad. "Pero es todo y nada –platillos con flores, mini-porciones… No siempre es fácil replicar eso en casa. Cocinar es parte de nuestra herencia; sería una lástima que se perdiera", replica sin dar marcha atrás.

Para que pueda aprender colaborando, toma mi mano y me muestra cómo preparar gougères con dos cucharas soperas en lugar de usar una manga pastelera. Me da su secreto para el éxito: no abras el horno mientras están creciendo, ni siquiera para comprobar su color. "No solo le quiero enseñar a los jóvenes. Un día le di una clase a una mujer de cuarenta y tantos años que no sabía absolutamente nada sobre cocinar. Para la cena, ponía una salchicha dentro de un trozo de baguette y sus niños comían frente a la TV con un yogurt de postre. Como resultado, frecuentemente iban a comer a casa de sus amigos".

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Resultado final de lo que me cocinó "mi abuela" francesa.

A las 8:30 de la noche, es hora de cenar. Le sirvo una copa de tinto a Béatrice, que acaba de traer los gougères y en silencio se desliza de nuevo en la cocina. Dado que no tenemos una cocina abierta, me pregunto si no está un poco aburrida –eso en verdad crearía un ambiente más distendido, aunque probablemente sea lo mejor teniendo en cuenta los chistes subidos de tono que aparecen en la conversación de vez en cuando. Siento como si dejara a mi madre en la cocina, mientras que mis amigos y yo nos atascamos de comida.

Los platillos son sencillos, sabrosos y de bajo costo, que suele ser lo que me gusta cocinar. Uno de mis acompañantes de cena desea que le hubieran puesto más cosas al bacalao (que está perfectamente preparado) con tomates y calabacines tagliatelle, pues lo considera un tanto insípido, a pesar de haberse deleitado con la sopa velouté de espárragos unos momentos antes. "Digamos que por 35 euros por cabeza, esperaba un poco más", me susurra. Pero el contrato se cumplió: es buena comida, es fresca, y las porciones son generosas.

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Tarta de chocolate con fresas.

A las 10 de la noche, me llama discretamente desde el pasillo. Los platos están limpios, la cocina está impecable, y el fondant está preparado, listo para servirse cuando estemos listos, entre las dos últimas copas de vino. Me entrega todas sus recetas en una carpeta transparente, que dejó con cuidado al lado de las de mi madre. Incluso tengo sobras en el refrigerador.

Béatrice, pensaré en ti cuando siga tu consejo este invierno y utilice calabacín congelado al preparar mi sopa en lugar de papas. Fuiste la abuela número uno de la noche. Y, si estás leyendo esto, te lo agradezco mucho.