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Comida

El yogurt no es tan saludable como creías

Todo el mundo está comiendo yogurt —sobretodo su versión griega—, pero nadie está seguro de que los beneficios a la salud que proclama sean completamente ciertos.

Imaginemos una escena de Volver al Futuro. Si alguien del año 1991 viajara al 2015 y se encontrara en el pasillo de lácteos en un supermercado contemporáneo o frente al refrigerador de una oficina, o en la sala de descanso de un gimnasio elegante, probablemente se preguntaría: "Por qué carajos hay tantos yogures griegos?"

Hace una década, el mundo del yogurt no era más que un par de sabores bajos en calorías de Yoplait. Pero luego hubo una laza meteórica del yogurt griego, después de que Fage entrara al mercado, a principios del 2000. Poco después los refrigeradores de México y otros países de Latinoamérica se llenaron también de marcas locales o importadas del mismo producto. En 2008, el yogurt griego representaba solo el 4 por ciento del mercado global, pero llegó al 52 por ciento en 2014.

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Ahora el yogurt es un producto inevitable, se coló a nuestras dietas como la humedad se cuela en las paredes de la casa. Ahora una de cada tres personas consume este lácteo de manera regular, y una de las principales razones es el montón de supuestos beneficios para la salud.

Los beneficios de los probióticos –también conocidos como las bacterias que le da al yogurt su característico sabor, encontrados también en otros alimentos fermentados como el kimchi y la kombucha– son generalmente discutidos y pocas veces probados. Fuera de su éxito anecdótico de tratar los problemas digestivos y problemas femeninos, algunos han discutido que los probióticos pueden ayudar a todo, desde la salud mental hasta el mal aliento y la pérdida de peso.

El problema es que nadie está seguro de que el yogurt sea capaz de curarnos de enfermedades mentales o ayudarnos a bajar de peso.

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Nada prueba mejor la falta de claridad sobre los beneficios del yogurt que dos estudios publicados recientemente, ambos con debates conflictivos sobre el verdadero efecto del yogurt sobre nuestra salud.

Un estudio publicado recientemente en el diario británico The Telegraph y originado en Universidad de Lieden en Holanda, encontró que una porción de yogurt u otra comida probiótica consumida al día puede ayudar contra la depresión. Con un régimen de cuatro semanas de consumo constante, se puede llegar a una "reducción significativa de pensamientos negativos o agresivos". Ésta investigación parece confirmar los resultados de un estudio de 2013 que encontró que el comer yogurt dos veces al día puede ayudar a reducir el estrés, la ansiedad y las emociones negativas. Suena genial, ¿no?

Pero un estudio español que acaba de publicar sus descubrimientos en el Periódico de la Academia de Nutrición y Dietéticos analizó el consumo de yogurt y la calidad de vida de más de 4,400 personas y concluyó que definitivamente "el consumo regular de yogurt no está vinculado con la calidad de vida saludable", en las palabras de la autora principal Esther López García. Y si piensas que eso solo significa salud física, López García nota que "a pesar de que hubo una pequeña mejora mental, no es significante estadísticamente". En otras palabras: la diferencia no puede ser vinculada solamente al consumo de yogurt.

Eso no quiere decir que el yogurt no sea rico en calcio, potasio, vitaminas B y D y proteína baja en grasas –todo eso es bueno para ti—, pero si comes yogurt como si fuera a acabarse del mundo, al estilo de John Harvey Kellogg, pensando que tu cuerpo se va a curar a sí mismo desde el interior, recuerda que no es una comida milagrosa.

Aunque, si el yogurt te hace sentir bien —o los mares masivos de leche fermentada—, continua consumiéndolo.