En el corazón de EUA: el expolicía que se volvió aguacatero
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En el corazón de EUA: el expolicía que se volvió aguacatero

JC Iamurri ha sido muchas cosas a lo largo de su vida. Hablamos sobre armas, galletas de chicas exploradoras y el secreto para ganar en vencidas.
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traducido por Elvira Rosales

Bienvenido a la primera entrega de En el corazón de EUA, una nueva serie en la cual el canadiense Ivy Knight explora Estados Unidos a través de personas ordinarias (y no tan ordinarias), descubriendo el terreno común de la comida.


La primera vez que conocí a JC Iamurri estaba machacando un aguacate Hass perfecto para hacerse un facial. Yo estaba trabajando en un programa de cocina canadiense y estábamos visitando su huerto para grabar un episodio sobre aguacates.

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JC ya no come tantos aguacates. Ahora está retirado y renta sus huertos.

"¿Qué hay sobre tus faciales con aguacate?", le pregunto durante mi reciente visita.

"¿Eso?", se ríe. "¡Solo estaba presumiendo!".

JC ha sido ingeniero, competidor de vencidas, guardaespaldas, aguacatero y policía. Él y su esposa Phora viven en la cima de una alta colina junto a un huerto de 800 árboles de aguacate en De Luz, California. Tiene el cabello completamente blanco y parece estrella de cine, como Gregory Peck en The Boys from Brazil. De hecho, tengo que recordarme a mí mismo que está hablando de la vida real y no sobre los papeles que ha interpretado.

El huerto de aguacates de JC y Phora en De Luz. Todas las fotos son del autor.

JC y Phora se conocieron en 1972. Él solía ser un policía patrullero en Pasadena; ella trabajaba en el despacho del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) antes de mudarse al laboratorio en Pasadena como examinadora de documentos forenses.

"Él estaba casado con otra y yo con otro", dice Phora.

"Además estaba loco", agrega él entre risas.

"Entonces se divorció y se casó con alguien más", añade ella. "Soy su cuarta".

JC sirve pan tostado, tocino, huevos revueltos —producto de gallinas criadas por su yerno— y jugo de naranja recién exprimido, de sus propios naranjos. Ayer en la noche cuando llegué, cocinó una pasta alla puttanesca desastrosa, acompañada de pan de ajo y ensalada. El desayuno de hoy será servido en el patio, bajo el sol. Desde aquí podemos observar la colina cubierta de amapolas color naranja dorado.

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En cuanto a los árboles de aguacate, trabajar en el huerto sobre esa colina empinada era terrible para sus rodillas. Él y Phora solo lo habían instalado para recibir un ingreso pequeño. "¡Me alegro de que no sea una obligación!", se ríe.

Phora trabajando en 1970.

JC solía comer aguacates todo el tiempo. "En general, comía un aguacate para almorzar con una pizca de sal azufrada. Soy minimalista, solo quiero abrirlo y comerlo".

Adora la sal azufrada, pero huele como las entrañas del infierno. La espolvorea sobre los huevos y sonríe, luego la ofrece al resto de la mesa. Nadie acepta.

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Noto que hay un cuadro lleno de listones y medallas. "Ah, esas son por las competencias de vencidas", dice JC. "El secreto está en el agarre".

Una vez, estaba en Santa Ana en medio de una competencia, esperando su turno. "De pronto, escuché un '¡CRACK!' Alguien le rompió el brazo a un tipo".

Toma mi brazo e imita el movimiento de las vencidas. "Cuando comienzas a levantar el brazo, el hueso de aquí se tuerce. Sonó como el disparo de una calibre .22. Entonces tuve que competir con el tipo que había roto un brazo".

Le pregunto si al final lo venció.

"Oh, sí. No creo que ése fuera su objetivo. No quería romper más brazos".

JC y Phora con el dueño de Oink and Moo, Jonathan Arbel.

Esa noche, fuimos al restaurante favorito de JC y Phora, Oink and Moo, un establecimiento de barbecue dirigido por Jennifer y Jonathan Arbel. Me cuentan que también son fans de un lugar tailandés y japonés llamado Yama en Fallbrook. Por lo general, compran tamales para cenar en el mercado Northgate. A veces hay una mujer que vende tamales en la cajuela de su auto, pero hace tiempo que JC no la ve.

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De camino a la cena, hablamos sobre su vida como policía. Les pregunto si estuvieron en la fuerza durante las revueltas de Los Ángeles.

"Rodney King. Sí, yo estaba en LAPD", asiente Phora.

"Yo asistí a las disertaciones sobre tácticas", dice JC.

"Pero verás, él estaba en Pasadena", comenta ella. "Eso no tenía nada que ver con Los Ángeles".

"Entonces, ¿no estabas en servicio cuando se desató la locura?", le pregunto.

"Estaba en servicio, en las calles de Pasadena", insiste.

"No había locura allí", dice Phora, desdeñosa.

La placa de policía retirado de JC.

Cambio de tema a las armas. ¿Tienen alguna en casa? Sí, tienen. Les pregunto por qué.

Quizá sea una pregunta obvia, pero para mí no lo es. Vivo en Toronto y no conozco a muchas personas que tengan armas en sus hogares. En la preparatoria, fui a una práctica de tiro deportivo con los chicos de Summerville y una botella de Canadian Club. Scott Shaw me prestó su escopeta, una Mossberg camuflada, era adorable. Digo adorable, porque era la más pequeña de todas las que había. Aún así daba un culatazo terrible, desperté al día siguiente con un moretón del tamaño de un plato en el hombro y pecho. Eso es todo lo que sé sobre armas.

"¿Por qué tengo armas?", pregunta JC, sorprendido por la pregunta. "Me gustan".

Más tarde, de regreso en su casa, JC me enseña sus cuatro rifles y siete pistolas. Phora suelta una carcajada cuando le digo que nunca antes he sostenido una pistola.

Le pregunto a JC si alguna vez le disparó a alguien.

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"No, no. Sí he apuntado a otros, pero nunca les he disparado".

"¿Crees que eso te atormentaría?"

"No", dice, como si lo supiera de facto.

Le pregunto si mantiene un arma junto o cerca de la cama. "Si alguien entrara en tu cuarto mientras estás dormido…".

"Probablemente a mi edad, me matarían", dice riéndose.

JC enseña al autor cómo sostener una pistola.

Insisto. "Pero con tu entrenamiento, ¿no serías capaz de despertar, sacar el arma y dispararles en la pierna o algo?".

Sacude la cabeza ante mi ridículo escenario de robo. Solo hay una forma de resolver un problema de esa naturaleza.

"Un disparo limpio en la cabeza", dice.

Es solo entonces que comprendo que JC no estaba jugando a ser policía en algún programa de ensueño en la TV de California. Era un oficial de verdad que ha vivido en Estados Unidos toda su vida. Ha visto Ferguson, Sandy Hook y cientos de tiroteos en la pantalla de su sala.

"¿Qué piensas de ese tipo de policías que se la pasan disparando por todo el país?", le pregunto.

Se toma su tiempo antes de responder, tanto que no estoy seguro de que me conteste, pero lo hace.

"Es una desgracia; no puedo decir si están en lo correcto o no. Se debe analizar cada situación. Pero creo que algunas cosas que he visto en TV pueden cuestionarse. Cuestionaría el uso de la fuerza".

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JC cree que gran parte de este asunto se reduce al entrenamiento.

"Tienes que tratar a la gente como gente, no como sospechosos o asesinos, porque cuando cruzas esa línea, entras en confrontaciones. Ser policía es para proteger y servir".

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Vamos a la sala donde Phora está mirando Judge Judy. Hay galletas de chicas exploradoras en la mesa. JC me ofrece una, nunca las he probado. "¿No tienen chicas exploradoras en Canadá?".

Le confirmo que sí tenemos en Canadá. "Aunque las llamamos 'Chicas Guía'".

Me mira escéptico. Me como una galleta samoa y le pregunto acerca de sus tatuajes.

Levanta la pierna de su pantalón y señala uno ubicado en su pantorrilla. "Me lo hice yo mismo cuando tenía siete años".

"Parece un palo", comento.

"Se supone que es un cuchillo con sangre", dice riéndose sin parar.