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Comida

Lo mejor de ser repartidor de pizzas es el sexo casual

A veces me invitaban cervezas, otras veces, a la cama. Mis historias siendo repartidor de pizzas son las mejores de mi vida.

Bienvenidos a nuestra columna Restaurant Confessionals, donde le damos espacio a las voces no escuchadas de la industria restaurantera, esas que están tras bambalinas. Entérate de lo que ocurre en la parte obscura de tus restaurantes favoritos.

Tenía 16 años cuando empecé a trabajar como repartidor de pizza y me aventé 9 años haciéndolo. El lugar donde trabajé atiende a un público casi 100 por ciento universitario y estaba justo en el corazón de una gran universidad. Era muy diferente de las demás cadenas de pizza, tanto por su localización como por el horario, estábamos abiertos hasta las 3:30 de la mañana. Eso favoreció que se presentaran muchas situaciones de excesos en el trabajo.

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Muchas veces he entregado pizzas en fiestas, ya sea en casas o departamentos, y me han ofrecido shots y cervezas. Unos clientes me decían que si me podía tomar un shot en cuatro segundos o menos, me darían una propina de $300 pesos ($2o dólares, aproximadamente); aunque claro que si me bebía más shots, mayor era la propina.

Mi turno iba de las siete de la noche hasta las cinco de la mañana, y por lo general repartía pizzas sin descansar entre una y otra entrega, que salía cada 15 ó 20 minutos. Cada quien se quedaba con sus propinas, eso funcionaba para todos. Mi novia tenía que pedir pizzas a su casa y asegurarse de que yo la entregara con tal de verme. Ésa era nuestra forma de vernos y pasar un buen rato juntos. Pero tenía que ser antes de la medianoche, porque después era una locura absoluta.

Una vez, cuando aún era nuevo en el trabajo,me tocó hacer una entrega a unos departamentos de solteros. Las clientas eran unas señoras en los 40, no sé si solteras, divorciadas o separadas, pero vivían solas. Cuando llegué a la casa vi un letrero en la puerta que decía: "Entra por la puerta de atrás". Busqué la entrada indicada, y al pasar la puerta me encontré con 4 señoras y 2 chicos de alrededor de 20 años en el jacuzzi, desnudos todos.Todas las miradas sobre mí. Claro que me están invitando a meterme allí con ellos, pensé. Y sí, me dijeron que regresara cuando acabara mi turno para "pasar un rato". Tenía 17 años, estaba algo asustado y no supe qué hacer. Bueno, no era tan grave, sólo un montón de adultos alcoholizados y desnudos que querían comer pizza y divertirse.

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No tengo forma de comprobar esto, pero un compañero del trabajo fue a repartir pizza a una casa en la que recibió su primer blowjob. Una chica le dijo que se lo haría si no le cobraba la pizza. Parece una locura, pero fue bastante convincente, sobre todo por la sonrisa que tenía en su rostro cuando volvió.

Recibimos un montón de chistes porno y gente pidiendo cosas como "salchicha extra." Al estar en una ciudad universitaria, piensan que son tan graciosos. A veces nos pedían que dibujáramos imágenes pornográficas en las cajas –había un par de artistas que trabajaban en la tienda, así que ellos se encargaban de eso. Pero las referencias pornográficas no siempre eran bromas y ya.

Una de las cosas más locas que me pasaron fue cuando repartí a una fiesta de fraternidad. Abrí la puerta y allí estaba una chica que me arrastró hacia dentro, me quitó la gorra, y comenzó a desabrocharme el cinturón. Un hombre estaba parado ahí con una de esas cámaras de mano. Otra chica pasó con las tetas al aire y me llevó a una habitación y me rogó que realizara una fantasía que siempre había tenido. Yo tenía novia en ese entonces, y solo estaba en estado de shock. Era tan surrealista. Intenté ser amable y salir de ahí. Estaban intentando hacer una especie de novatada en la que yo no estaba dispuesto a participar, aunque algunas personas sí lo habrían estado.

Esos fueron los buenos tiempos, pero llegó el día en el que me asaltaron. Fui a un barrio muy pinche inseguro en un distrito de fábrica en las afueras de nuestra zona de entrega. No podía encontrar al chavo que me la pidió porque ninguna de las calles tenía luces. El chico dijo que él me diría cómo llegar y que me daría una buena propina extra si le entregaba la pizza a pesar de todos los inconvenientes. Finalmente encontré el lugar, y era como una fábrica abandonada. Pensé, Maldita sea, esto no se ve nada bien. Había dos tipos sentados bajo una luz en el estacionamiento. Fui a darles su pizza, y lo primero que uno de los chicos me dijo fue: "¿Alguna vez te han saltado?" Me hizo una llave en el cuello mientras que el otro chico me quitaba la pizza. Por suerte, después de maltratarme un poco, su amigo le dijo al chico que parara y me dejaron ir. Me dijeron algunas groserías, salí lo más rápido posible y le llamé a la policía. Decidí cargar una pistola eléctrica y un bate de béisbol conmigo en todo momento después de eso, pero, por supuesto, nunca me volvió a pasar nada.

"Por si no lo sabías, casi todos los repartidores de pizza están drogados".

Lo más cercano fue cuando le entregué una pizza a un chico que se había metido metanfetaminas que pensó que lo iba a matar. Abrió la puerta y me puso una pistola en la cara. Se disculpó profusamente cuando vio que solo le estaba llevando comida. Lo pusimos en la lista negra después de eso.

Algunos chicos conseguían dinero extra mediante la entrega de cosas aparte de pizza, si sabes a lo que me refiero. Un tipo llevaba droga en casi cada viaje. La llevaba escondida, pero los que se drogaban con él definitivamente lo sabían. Por si no lo sabías, casi todos los repartidores de pizza están drogados. También administrábamos una especie de negocio ocasional de taxis. Si manejábamos por el área del centro de la ciudad donde estaban los bares, las personas nos hacían la parada como si fuéramos un taxi. De vez en cuando les preguntaba a dónde iban, y si era por el área general de mi ruta, los llevaba. Una vez un chavo le pagó al conductor cien dólares para que lo llevara tres kilómetros.

He repartido sándwiches, comida china, lo que sea, pero la pizza ha sido, de alguna manera, lo peor. Si tuviera que adivinar, diría que el 75 por ciento de todas las personas a las que les repartí estaban borrachas cerca de estarlo. Ninguna de las cosas locas que me ocurrió cuando repartía pizza me sucedió con otros alimentos.