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medio ambiente

El 2018 comprobó que cada vez estamos más cerca de un apocalipsis climático

Especies extintas, polos derretidos, océanos más calientes, climas extremos, emisiones récord de gases, plástico por montones, y miles de árboles derribados. El 2018 acercó más al mundo a una crisis climática incontrolable.
Incendio en California 2018.
Malibu, California, noviembre 9 de 2018. Foto por David McNew/Getty 

Artículo publicado por VICE Colombia.


Casi dos años después de la firma del famoso Acuerdo de París, en 2018 la ONU dio a conocer que las metas para el planeta en cuanto al cambio climático no iban "por buen camino". Descubrimos que era improbable (o imposible) lograr la meta de evitar que la Tierra se calentara más de 1,5°C, que el Acuerdo no era suficiente, que somos la última generación que puede actuar contra el cambio climático, y que tenemos cerca de 12 años para actuar antes de que ocurra una catástrofe mayor.

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El 2018 fue el año en que muchos de nosotros nos dimos cuenta. Nos dimos cuenta de que ese “calentamiento global” que siempre pareció tan lejano e improbable ya está aquí y no a dos décadas de distancia, y que tenemos que reestructurar nuestros sistemas de producción, de alimentación, de transporte, y hasta de gobierno, si queremos seguir viviendo en este planeta. En medio de incrédulos del cambio climático, aumento de incendios, inundaciones, eventos climáticos extremos, temperaturas más altas, especies y ecosistemas en peligro, y más, el 2018 fue un año difícil para la Tierra.

Aquí recopilamos algunos de los eventos climáticos que comprueban que estamos muy, pero muy, cerca de un apocalipsis climático:

Aunque no fue el año más caliente, fue el de temperaturas más extremas

La primera mitad de 2018 se caracterizó por temperaturas inusualmente bajas en comparación a los tres años anteriores, convirtiéndose en el cuarto año más caliente para la superficie de la Tierra. Aunque no fue el año más caliente, se caracterizó por eventos climáticos extremos causados por la especie humana que afectaron especialmente a Europa y Estados Unidos. Se podría decir que el año pasado fue de récords. Dejó la temperatura más baja registrada en Omán, donde las noches se enfriaron con casi -50°C, y la más alta en la ciudad de Ouargla, del Desierto del Sahara, con 50,1°C.

El 95 por ciento del hielo ártico marino más antiguo y más grueso desapareció, y hay informes que afirman que estamos derritiendo hielo ártico en una tasa de 14.000 toneladas por segundo y que para el 2023 veremos un Océano Ártico completamente libre de hielo. En Pakistán por ejemplo, se registraron 50°C en las calles, causando que las personas no pudieran salir de sus casas. En Japón, más de 30.000 fueron hospitalizadas por insolación, y se calculó que para el final del siglo tres cuartos del mundo van a experimentar calor extremo.

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Además, las variables temperaturas del año pasado ayudaron a que muchos monumentos y sitios emblemáticos de la humanidad se encuentren en peligro de desaparecer. Según CNN, lugares como la Isla de Pascua, debido a aumentos en el nivel del mar; el atolón de coral Aldabra, por calentamiento de los océanos; el Parque Nacional de Yellowstone, por incendios y altas temperaturas; las Islas Galápagos, por temperaturas frías en el agua; el Monte Everest, por derretimiento de glaciares; y hasta Venecia, por inundaciones constantes durante tormentas y aumentos en el nivel del mar; todos se encuentran a punto de desaparecer de la faz de la Tierra como consecuencia del calentamiento.

Los océanos también siguieron calentándose

El año 2017 fue el año con mayor temperatura marítima de la historia, y en el que se comprobó que nuestros océanos absorben el 93 por ciento del calor que los humanos crean en la atmósfera al contaminar con gases de invernadero. Esto hace que los océanos sean una de las víctimas más fatídicas, pero silenciosas, del cambio climático. El año pasado nos recordó que es casi imposible que los océanos dejen de calentarse y que la Gran Barrera de Coral se encuentra en un riesgo de colapso sin precedentes debido a eventos de blanqueamiento, lo que podría provocar un colapso en todos los ecosistemas (para comprender mejor el impacto de esto, mira el documental de Netflix Chasing Coral).

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Y es que el balance climático del año pasado dejó otras consecuencias fatídicas para los océanos, que van desde olas más fuertes y mortales, causadas por patrones de vientos y temperaturas en el aire más potentes, hasta una acidificación del fondo marino, que causa que se desintegre más rápido y especies de coral desaparezcan.

En resumen, hemos modificado la química de los océanos.

Las emisiones de carbono y gases de invernadero alcanzaron un nuevo récord

Podríamos decir que, desde su aparición, las acciones realizadas por los humanos han ido creando una reacción en cadena gigantesca. Una secuencia desmedida de emisiones de carbono y gases de invernadero llevaron a que el 2018 fuera el segundo año consecutivo en que las emisiones aumentaron, después de que habían permanecido relativamente estables por tres años seguidos antes del 2017. Según la compañía de energía BP, las emisiones de dióxido de carbono aumentaron en al menos 1,8 por ciento, pero podrían llegar incluso a un aumento estimado de 2,7 por ciento.

Eso quiere decir que las emisiones de carbono llegaron a su cúspide máxima, y que se cree que la Tierra emitió aproximadamente 37,1 miles de millones de toneladas métricas de carbono, una cifra que, según el New York Times, equivale a 100.000 veces el peso del edificio Empire State. Aunque todas las naciones del mundo son responsables de las emisiones, siguen siendo las potencias las que empeoran el panorama. Un informe de 2017 afirmó que supernaciones como China y Estados Unidos fueron en ese año las responsables de la mayor parte de las emisiones globales, con 27 por ciento y 15 por ciento, respectivamente, seguidos de India y las Naciones Europeas con un 17 por ciento.

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En el 2018, China fue responsable del aumento del 5 por ciento de emisiones, Estados Unidos del 2,5, mientras que las Naciones Europeas lograron bajar sus emisiones en menos del uno por ciento. Unas cifras que son aún más alarmantes con gobiernos como el estadounidense en cabeza de Trump y del Partido Republicano que siguen negándose a admitir la existencia del calentamiento global. Incluso, en noviembre, senadores estadounidenses acusaron a los científicos responsables del Reporte Nacional de Clima de estar “enfocados en el dinero”, y dijeron que seguir sus sugerencias causaría daños a la economía.

Especies se extinguieron y otras entraron en peligro inminente

En septiembre, la noticia de que el Guacamayo de Spix había sido declarado oficialmente extinto en la vida salvaje entristeció a los miles de fanáticos de la película animada Río, de Disney. Aunque aún existen unos 50 pájaros de esta especie en cautiverio, este fue quizás el caso de extinción con más renombre de 2018, pero estuvo lejos de ser el único. Las extinciones de especies animales y vegetales ocurren hoy de 100 a 1.000 veces más rápido que su tasa natural de muertes. El 2018 dejó un balance de tres especies de aves extintas: el po'o-uli, de Hawaii, y el ticotico críptico y el Ticotico de Alagoas, ambos de Brasil. Además, fue el año en que el puma oriental fue declarado oficialmente extinto, y en el que desapareció el último rinoceronte blanco del sur macho del mundo.

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Lo cierto es que todavía es muy difícil para la ciencia y la biología declarar a una especie extinta o no, por lo que las cifras podrían ser mucho más altas. Aún así, el año pasado dejó en peligro crítico de extinción a muchas otras especies, como las vaquitas marinas (quedan menos de 30), al Orangután de Tapanuli (descubierto en 2017), a las salamandras chinas gigantes, a las jirafas, y a miles de tiburones y rayas del mundo. Pero quizás las cifras más preocupantes vienen del reino de los insectos: por ejemplo, las Mariposas Monarca de California disminuyeron en una cifra récord del 86 por ciento respecto al año pasado por una combinación de factores como los incendios y el uso de pesticidas.

También se conoció que la tasa de fertilidad de los insectos se redujo gracias a las altas temperaturas, lo que podría tener consecuencias fatales para los humanos, ya que los insectos desempeñan un papel importante en la polinización de cultivos y las redes alimentarias. Incluso, ya se conoció la primera especie extinta de 2019, un caracol proveniente de Hawaii de la familia Achatinella apexfulva. Y algo más preocupante aún es que además del peligro que representa para las especies el calentamiento global, acciones como la caza ilegal han causado que algunos animales sigan evolucionando para su supervivencia. NatGeo reportó que muchos de los más antiguos elefantes africanos están evolucionando para perder sus colmillos, desafiando la genética y como consecuencia de la trata.

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Las catástrofes climáticas costaron millones de vidas y de dólares

Es bien sabido que el cambio climático tendrá progresivamente consecuencias más graves para la población mundial, dejando a miles de personas con estatus de refugiados climáticos y transformando las condiciones salubres del planeta. Distintos informes han reportado que los 10 desastres climáticos más graves del año pasado significaron para el planeta entre 85 y 155 miles de millones de dólares en daños. El 2018 dejó récords en inundaciones y lluvias en Japón e India, seguidas de olas de calor; temperaturas sofocantes en el Círculo Ártico; incendios letales en Grecia, Suecia y California; tifones en las Filipinas; y dos huracanes nunca antes vistos en Estados Unidos.

El año pasado hubo un número excepcional de tormentas extremas, y los científicos climáticos propusieron crear una categoría 6 para los huracanes, de los cuales los más violentos de la historia fueron Michael y Florence, ambos en Estados Unidos y que según Forbes le costaron al gobierno cerca de 17 miles de millones de dólares cada uno. Huracanes que, si se repiten, podrían causar que tengamos que abandonar algunas costas de la Tierra para siempre. Para los expertos, estamos dentro de un espiral letal de climas extremos que el año pasado cobró cerca de 5.000 vidas y dejó a 28,9 millones de personas en situaciones de emergencia.

En Colombia se presentó el desastre relacionado con la mega-obra Hidroituango, que sería la responsable de suministrar el 17 por ciento de la energía hasta 2025 y colapsó, creando una crisis ambiental y social en Antioquia y causando la inundación de gran parte de la zona rural de Valdivia. El incidente puso en alerta roja y desalojó a 12 poblaciones por varios meses.

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El plástico inundó los océanos

El año pasado, en Argentina, se dio a conocer un informe que afirmaba que el 82 por ciento de los residuos de sus playas eran plásticos. En las costas del país suramericano se encontraron más de 40 mil residuos no orgánicos entre bolsas, colillas de cigarrillos, y plásticos. Además la denominada 'Isla de Basura' en el Pacífico entre Hawaii y California siguió creciendo, volviéndose más grande que todo el territorio de Francia.

Esta isla se extendió por casi 1,6 millones de kilómetros cuadrados, tres veces el tamaño de Francia y tuvo 80.000 toneladas de plástico, una cifra 16 veces más alta que lo reportado en años anteriores. El año pasado también se encontraron residuos de plástico en los estómagos de tortugas de tres océanos y que en 29 cuerpos de ballenas había restos de hasta partes de automóviles.

La deforestación sigue siendo un problema

Aunque aún no se conocen con exactitud las cifras de deforestación de 2018, es casi seguro que siguieron incrementando. Para el 2017, el mundo había perdido 15,8 millones de hectáreas de bosque tropical con los suficientes árboles para llenar la superficie de un país como Bangladesh. Ese mismo año, en Colombia, se reportó que casi la mitad de los 85 ecosistemas se encontraban en peligro por deterioro y que la biodiversidad nacional estaba en declive.

Para el 2018, la situación empeoró en el país ya que, según lo reportado por Semana, la salida de las FARC de algunas selvas propició el acaparamiento de tierras y el conflicto socioambiental, incrementó los índices de deforestación y de incendios forestales intencionales y ayudó a la creación de economías ilegales en las selvas. Además, el Ideam reportó que un territorio como el Parque Nacional Natural Tinigua perdió más de 5.600 hectáreas de bosque en los primeros tres meses del año y que para el último trimestre del año la Amazonía tuvo el 43 por ciento de alertas tempranas de deforestación de todo el país.

Lo cierto es que el año pasado se destacó por las crecientes y consistentes advertencias de parte de científicos y agencias internacionales del clima que realmente dejan al descubierto nuestras prácticas como especie humana. Se trata de un problema inherentemente político que todavía es negado por muchos sectores públicos y del que, no hay duda, seguirá en aumento (si es que las cifras anteriores no fueron lo suficientemente alarmantes). Las actividades contaminantes humanas ya han dejado regiones inhabitables o permanentemente alteradas y pueden dejar a muchas otras en el borde de la desaparición.

Sin embargo, hay un leve rayo de esperanza dentro de todas esas noticias desastrosas. Aunque queda poco tiempo para actuar, las tecnologías limpias siguen creciendo y mejorando, volviéndose más baratas y accesibles. Además, es un problema que toma cada vez más fuerza en la opinión pública, con miles de consejos sobre cómo transformar la economía y el consumo de alimentos, noticias de prohibiciones de plástico en cada vez más regiones del planeta, y del lento, pero seguro aumento de iniciativas amigables con el medio ambiente.