FYI.

This story is over 5 years old.

La hora mágica

Un país que huye de su propia historia de corrupción

Desde hace varios años, la Mafia Albanesa ha controlado la prostitución en toda Europa, ya que las mafias italianas y de Córcega consideran tal actividad deshonrosa.

Ilustraciones por Jacob Everett.

Clubes nocturnos, galerías de arte, albercas infinitas, hoteles de lujo… No hablo de Nueva York, Miami, ni París, sino de Tirana, la capital albanesa.

Albania es un país que muchos no podrían localizar en un mapa. Su capital tiene más de 800 mil habitantes en ascenso debido al regreso de la Generación del Barco —aquellos que huyeron a Italia a principios de los noventa—. Están volviendo a casa para encontrar un país mucho más estable, tanto política como socialmente, y una economía a la alza, mientras que el clima financiero está estancado en el resto de Occidente. Este país, desconocido para todo el mundo durante 41 años bajo el régimen de Enver Hoxha, uno de dictadores comunistas más violentos de la historia, al fin está progresando. La que alguna vez fue tierra de emigrantes, hoy es tierra de abundancia.

Publicidad

¿Cómo puedo hablar de Albania sin ensalzar o satanizar un estallido económico tan diferente a las condiciones abismales de Grecia, España o Italia, mi país de origen? En Europa, las fábricas producen en masa. Hoy en día, la gente invierte en Albania porque ésta ofrece oportunidades de negocio que Italia ni siquiera será capaz de hacer en un futuro cercano. Meter dinero a esta nación es una apuesta que la gente espera ganar ya que, a pesar de ser un país que ha sido corroído por la corrupción y por el crimen organizado y que tiene un sistema judicial con grandes problemas, ya no nos podemos hacer de la vista gorda y pensar que estos problemas sólo existen en este país. La única diferencia es que, en lugares como Italia, pretendemos que todo está bien y que la maquinaria política funciona a la perfección.

Para algunas personas, hacer negocios en Albania, donde el impuesto sobre la renta es de 15 por ciento, es un riesgo que vale la pena. El primer ministro, un joven pintor socialista llamado Edi Rama, hace de la "total ausencia de uniones" un motivo de orgullo de su país, pues es consciente de que a veces, lejos de proteger a las partes más débiles de la sociedad, las uniones consagran privilegios. Cerca de 400 negocios italianos están activos en la Albania de Rama y, según su gobierno, emplean a 120 mil personas.

Los críticos siempre están planteando preguntas sobre los derechos de los trabajadores y sus escasos salarios, que son mucho más bajos que los de Italia y de muchas otras naciones europeas. El fraude, la corrupción y el nepotismo son pilares de la política. Y aun cuando la economía mejorada haya traído grandes cambios al país, el crimen organizado sigue siendo un problema que se encuentra enredado entre la sociedad albanesa; algo que los foráneos harían bien en apreciar. De hecho, el crimen es una de las aportaciones más grandes de este creciente poder global. Es fácil distraerse con las ostentosas boutiques de moda, pero entender a Albania significa entender el punto en el que la tradición y la modernidad se juntan.

Publicidad

El crimen organizado en este país tiene dos ramas en competencia: la Mafia Albanesa, con sede en Tirana, y la Mafia Kosovar, en Pristina. Similar a la mafia italiana, los clanes están fundados en duras reglas de lealtad y disciplina. Existe un código tradicional que regula todos los aspectos de la vida cotidiana: el Kanun, un texto cuyos principios no han cambiado durante siglos. En cuanto a las peleas, por ejemplo, éste dicta que cuando dos familias se están matando la una a la otra y uno de los involucrados decide nunca volver a salir de casa, a éste se le perdona la vida. No obstante, deberá mantener su promesa y nunca poner un solo pie fuera.

A pesar de los avances modernos y democráticos de las últimas décadas, esta manera de pensar aún tiene una fuerte influencia tanto en la vida cotidiana como en la política. Aunque no se acepte oficialmente, todos saben que la razón principal por la que Kosovo y Albania no son un solo país —en regiones en las que las personas se sienten como hermanos y quisieran estar bajo la misma bandera— es el conflicto entre sus organizaciones criminales.

La rama albanesa tiene un alcance más global y ha tenido poder en Estados Unidos durante mucho tiempo. Zef Mustafa es uno de los capos estadunidenses más conocidos; él también es un prominente lavador de dinero de los Gambinos, una de las Cinco Familias de Nueva York. El clan albanés también ha extendido su poder en otras partes del mundo desde Suecia hasta Bélgica. Naser Xhelili, conocido por las autoridades suecas como la "Conexión albanesa", dirige varias operaciones, incluyendo narcotráfico; mientras que Kapllan Murat, llamado el "Rey de la fuga", es un maestro de los escapes de la cárcel y uno de los mafiosos más infames de Bélgica.

Publicidad

Desde hace varios años, la Mafia Albanesa también ha controlado la prostitución en toda Europa, ya que las mafias italianas y de Córcega consideran tal actividad deshonrosa. Mediante la prostitución, los albaneses se pusieron en contacto con los italianos y eventualmente se volvieron socios en el control del tráfico de mariguana y heroína.

Edi Rama, el primer ministro de Albania.

La Mafia Kosovar es igualmente famosa por sus conexiones internacionales, especialmente por las que tiene con Italia. Durante los años noventa, ésta se unió con la mafia de Apulia en el sur de Italia, conocida como la Sacra Corona Unita, y se autodenominó la Sacra Corona Kosovara. La inteligencia checa reportó que el Ejército de Liberación de Kosovo, un movimiento de guerrilla que peleó contra los serbios para lograr la independencia de Kosovo, esencialmente había hecho de Kosovo un estado mafioso que estaba a disposición de la Camorra y de la Sacra Corona Unita.

De 2008 a 2010, Dick Marty, un político suizo, investigó al primer ministro de Kosovo, Hashim Thaçi, por parte del Consejo Europeo. Encontró que Thaçi era el cerebro detrás de una red de comercio internacional de armas, drogas y órganos humanos. Aunque Thaçi ya no es primer ministro, sigue en la política: funge como canciller y viceprimer ministro. Los reportes de criminalidad no tuvieron efecto alguno en su carrera.

Cuando reflexiono sobre la nueva Albania, no sólo pienso en su truculento pasado y presente, sino en aquellos desesperados por un nuevo comienzo. Nunca olvidaré cuando hice mis primeros amigos albaneses a finales de los noventa. Yo era un estudiante italiano en Alemania y, mientras iba en el autobús, empecé a platicar con un grupo de chicos que hablaban mi idioma —hombres que trabajaban en una construcción en las afueras de la ciudad—. Entendí que eran albaneses debido a que hablaban italiano (como la mayoría de los albaneses que durante años han visto a Italia con los mismos ojos con los que los italianos ven a Estados Unidos), pero no tan bien como para camuflar un acento extranjero. Sin embargo, no me quisieron decir de qué ciudad venían ni cómo habían terminado en Colonia.

Conforme pasó el tiempo empecé a conocerlos mejor y a entender que estaban avergonzados. Tenían miedo de que los juzgara. Tenían vergüenza de un país en ruinas, saqueado por déspotas y mafiosos. Vergüenza de tener que refugiarse en Italia, la cual, olvidando su propia historia de migración, durante décadas se ha sentido invadida de refugiados de todas partes del mundo. Y hoy en día Italia da a aquellos que llegan a sus costas la misma bienvenida que los italianos recibieron en EU, Alemania y Suiza, donde fueron tratados como animales. Estos hombres eran idénticos a mí, pero mientras yo leía libros, ellos tenían que viajar por media Europa para encontrar trabajo. En aquellos años pocos predecían el colapso económico que golpearía los mercados occidentales y yo me sentía afortunado. Afortunado de ser italiano. Ahora veo ese mismo optimismo en Albania, un país al alza y candidato a ingresar a la Unión Europea. Aunque la gente aún se va a la otra costa del Mar Adriático, ahora lo hacen para estudiar. Van a estudiar y luego regresan a su tierra natal, ya que Italia y la mayoría de Europa tienen poco que ofrecer en este momento. Los versos del poeta Pashko Vasa, quien escribió durante el movimiento nacional albanés cuando aún era parte del Imperio Otomano, parecen tener más vigencia que nunca: "Despierten, albaneses, despierten de su sueño/ Juntos como hermanos hagamos un juramento/ Y no busquemos en iglesias o mezquitas/ ¡La fe de los albaneses es la albanidad!"

Y aún así la duda permanece. Tal es el escepticismo del escritor Fatos Lubonja, condenado a 17 años de trabajo forzado en un gulag durante la dictadura. Lubonja sugirió que la ideología del régimen solamente había cambiado de forma: de una visión de mundo nacional comunista a una nacional europeísta que permitía que los albaneses simplemente enterraran su pasado. Esta idea surge claramente de las palabras del empresario Agron Shehaj, un símbolo popular de los jóvenes que huyeron con la Generación del Barco y que regresaron a Tirana con títulos universitarios extranjeros. Hoy Shehaj tiene 37 años y vive en Tirana después de haber vivido en Bolzano, de haber obtenido un título en economía en Florencia y de haber pasado un tiempo en Nueva York. Shehaj salió con su familia de Albania para regresar en 2006: abrió el primer call center dirigido al mercado italiano y hoy en día dirige una compañía con tres mil empleados. Él ansía ver a Albania convertida en una parte de EU y siempre dice a sus amigos: "Para vivir como alemanes, hay que trabajar como alemanes…" Éste es un sentimiento común en Albania, un sentimiento que huele a deseo de alejarse de la identidad propia.

La nueva Europa tiene su origen en Albania, un país de casi tres millones de habitantes que tiene en el rostro los rasgos indelebles de un sufrimiento inconcebible aún visible en forma de contradicciones profundas. Es un estado capitalista moderno que disfruta un renacimiento económico bullicioso y optimista; aunque también es una sociedad postcomunista extremadamente corrupta que sigue divulgando sus vicios en todo el mundo: lavado de dinero, trata sexual, tráfico de armas y venta de drogas ilegales. Éstas son grietas que no se pueden reparar ni con los años. Grietas que, para poder llenarse, necesitan del estudio y la atención de aquellos que, desde lejos, observan, analizan y vuelven sobre pasos comunes, sin juzgar.