Este café con cannabis energetizará tu día de forma segura
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Este café con cannabis energetizará tu día de forma segura

En 1840 un grupo de intelectuales parisinos solía reunirse para beber un café con hachís. "El Marihuanóvoro" intentó revivir el ritual. Balzac estaría orgulloso.

En la universidad, "El Marihuanóvoro" tenía un compañero de habitación que empezaba el día con un termo enorme lleno de café y un porro tan grande como los que se fumaba Bob Marley. Era un desayuno de campeones, coloquialmente conocido como hippie speed ball. Este joven estudiante de Ingeniería, quien ahora trabaja en una empresa de tecnología muy importante, rendía tributo cada mañana al maridaje cannabis-cafeína como la única combinación capaz de hacer que su mente funcionara tan rápido como él quería sin hacer uso de químicos.

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"Todavía hago ese ritual matutino una vez por semana, especialmente cuando tengo un gran proyecto en el qué trabajar", confesó para MUNCHIES. "Creo que una buena dosis de café hace que la creatividad que provoca la marihuana se incremente considerablemente, además de que desaparece el sueño. Este desayuno me deja una sensación increíble, siento que nada me detendrá".

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Este estado mental debe ser familiar para Alexandre Dumas, Víctor Hugo, Honoré Balzac, Charles Baudelaire y otros miembros del famoso club parisino Club des Hashischins (Club de Hachís), quienes se reunían regularmente en la década de 1840 para beber una mezcla de café fuerte, hachís, nuez moscada, clavos de olor, canela, pistaches, jugo de naranja, azúcar y mantequilla. La bebida era conocida como dawameska, en honor a sus obvios orígenes en el Medio Oriente.

Los franceses comenzaron a consumir hachís en 1789, cuando los soldados de Napoleón, enviados a invadir Egipto, establecieron la costumbre. La prohibición total de posesión y consumo de la hierba en el ejército apareció durante esos días, aunque aparentemente tuvo un efecto muy pobre; ya que cuando esas tropas francesas volvieron de Egipto trajeron un bocadito de hachís con ellos. Literalmente era un bocadito, ya que en ese entonces la costumbre era comerlo o beberlo en vez de fumarlo.

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"Era en una casa vieja en Île St-Louis; en el hotel Pimodan —construido por Lauzun—, donde el extraño club, al que recientemente me he inscrito, tenía sus reuniones mensuales", escribió Theophile Gautier, filósofo, escritor y periodista, después de su primera visita al Club des Hashischins. "El doctor se paró cerca del buffet con una bandeja llena de pequeñas salseras japonesas. Sirvió una cucharada de jalea verdosa de una jarra de cristal y la colocó en cada salsera, al lado de unas cucharas de plata. Su cara estaba radiante de entusiasmo, sus ojos brillaban, sus cachetes se veían relucientes, las venas de sus sienes sobresalían y respiraba con fuerza a través de sus dilatadas fosas nasales. "Esto será deducido de tu porción en el Paraíso", me dijo mientras me pasaba mi porción.

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El doctor era Jacques-Joseph Moreau, un psiquiatra muy conocido de la época. Sus experimentos con hachís lo llevaron a ser pionero en el estudio de cómo las drogas afectan el sistema nervioso central —de hecho, escribió un libro de 439 páginas llamado El Hachís y las Enfermedades Mentales—. El Club des Hashischins básicamente era un grupo de conejillos de indias, pachecos, para el Dr. Moreau —claro, era un grupo de tipos muy inteligentes y extremadamente articulados a quienes podía observar mientras consumían hachís en cantidades medidas con precisión—.

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En cada reunión, mientras Moreau tomaba notas tranquilamente, Balzac y el resto bebían sus copas de dawameska y luego se consentían con un gran festín mientras esperaban el efecto de la droga —que generalmente comenzaba en el momento en el que terminaban de comer—. Según testimonios de algunos de los miembros, que incluían relatos de voces celestiales, visiones divinas y alucinaciones poderosas, podemos asegurar que se consumían grandes cantidades de THC en cada sesión, lo suficiente para producir efectos psicodélicos —que algunos amaban y otros odiaban—. Boudelaire, por ejemplo, rara vez se daba el gusto de consumir el suficiente hachís para lograr alucinar, pues se guiaba por su creencia de que "el vino hace a los hombres felices y sociables; el hachís los aísla. El vino exalta la voluntad, el hachís la aniquila". Aunque tal vez el famoso poeta francés nunca consumió la mezcla adecuada para su bioquímica personal, ya que admitió que la bebida especial del club tenía un efecto creativo y estimulante en otros miembros, que a la vez era "fugaz y perjudicial".

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Pero, ¿qué pasaría si hubiera una forma de hacer que ese fuego creativo se tardara en quemar seis horas más sin caer en la fatiga extrema posterior? ¿Algún método, por ejemplo, que mezclara la alquimia tradicional de los antiguos consumidores de hachís con las técnicas modernas gastronómicas?

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"Cuando haces un "café antibalas" con los ingredientes correctos —café infusionado correctamente, mantequilla con cannabis y cerebro octano– estás usando una mezcla de la cadena más corta de triglicéridos y una cadena más larga de grasas saturadas de mantequilla", según Dave Asprey, fundador y CEO de The Bulletproof Executive. "Al mezclar todos estos ingredientes, formas unas gotas de grasa saludable llamadas micelas. Y tu cuerpo las absorbe con ganas".

Dave nos cuenta que la inspiración para hacer el café antibalas le vino en las montañas del Tíbet. A casi 6 mil metros de altura, se estaba tambaleando de frío en su hostal. Los locales le ofrecieron una copa del cremoso té de mantequilla de yak para calentarse y recobrar las energía. El tónico funcionó tan bien que lo dejó preguntándose cómo funciona esa bebida a nivel molecular.

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Dave Asprey ahora vende productos y organiza seminarios para compartir su experiencia sobre los "15 años y más de 300 mil dólares que ha invertido en entender su propia biología", incluyendo el empezar cada día con una taza de café antibalas, un ritual matutino que le ha ayudado a "perder muchos kilos de peso y aumentar su IQ en 20 puntos". Además, dice, "redujo su edad biológica y le enseñó a dormir mejor, necesitando solo 5 horas por noche".

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Por supuesto, la única cosa que el café antibalas no hace, es ponerlo pacheco. Hasta ahora.

"El café en sí tiene efectos específicos en la inflamación del cuerpo, igual que los cannabinoides que también son solubles en grasa", dice Asprey. "El resultado final es que tus dosis de cannabinoides deben ser más altas, y debe haber un efecto sinérgico con los otros aceites. Puede que notes el aumento de energía proveniente de cetonas que se forman fácilmente usando cerebro octano. Es una combinación potente: te da más energía con menos inflamación en el cerebro".

¿Alguien que lo haya intentado ya?

"Ciertamente hay mucha gente que ha hecho el café antibalas con cannabis, pero no conozco a nadie que haya agregado aceite de cannabidiol (CBD) al café, además de mí", dice.

Para probar el poder del café antibalas infusionado con cannabis por primera vez, "El Marihuanóvoro" hizo una tanda de mantequilla con un hachís de alta calidad (en homenaje al Hachichins), luego lo usó para seguir la receta de Dave Asprey exactamente. El resultado fue una mezcla espumosa, mantecosa con tonos de coco y hachís.

En cuanto a los efectos: con una pequeña dosis obtuvo un efecto parecido a la hippie speed ball.

¡Feliz 4/20!