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Admítelo, en el fondo te gusta tener resaca

Puede que seas tan adicto a las resacas como al proceso que las provoca.
Foto: Satori / Alamy Stock Photo 

Amanece un nuevo día. Mañana, otro. Y al siguiente, otro más. Cada día es diferente y en todos ellos se rompen corazones, promesas y hasta esa lámpara que te cargaste después de que el Jäger se te fuera de las manos.

Pero te encanta, ¿a que sí? El dolor cuelga de tu cuello como una medalla mientras te juras que no volverás a beber. Todos los bares del mundo están plagados de citas célebres falsas de Sinatra, Hemingway, Churchill o Franklin (hombres de otras épocas que son considerados héroes por diferentes motivos) que fomentan el consumo de alcohol. Generación tras generación, seguimos siendo una sociedad aficionada a las borracheras extremas. No ha cambiado nada, salvo el hecho de que puede que también nos estemos aficionando a los efectos secundarios.

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Siempre nos han encantado las resacas a la hora de contar historias y como obras de arte, ya que nos dan la oportunidad de narrar el castigo, la justicia masoquista y la redención en una sola escena borrosa. La vida no siempre es tan pura. Al ver Resacón en Las Vegas (y sus secuelas intercambiables) por primera vez, lo que más te llama la atención es la energía con la que actúan los personajes, es decir, la incongruencia que supone lo poco resacosos que parecen. Al final de cada película, se olvidan las infidelidades y los tatuajes faciales y se sustituyen por una relación global “de amistad” con la que se perdonan todos los errores y que deja el mensaje de que el sufrimiento compartido nos une más.


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Sorprendentemente, la investigación científica se ha posicionado del lado de los efectos positivos de las resacas. Por medio de entrevistas a hombres y mujeres de 18 a 23 años, Eivind Grip Fjær, del grupo de investigación sobre la salud y el bienestar de la Escuela Superior de Oslo, descubrió que experimentar una recuperación colectiva con amigos, en las que se compartían historias y fotos de Snapchat con un plato de fritanga delante, era una actividad tremendamente positiva.

Para los jóvenes en particular, parece que la resaca es una de las partes esenciales de la noche, en la que se va construyendo una narrativa común de los eventos nocturnos por parte de cada memoria fragmentada. “Me sorprendió la escasa percepción de la resaca como castigo”, comentó Fjær.

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Las experiencias negativas también salían a flote. “Se podrían haber ahorrado compartir estas historias tan vergonzosas”, dice Fjær. “Sin embargo, aunque permita que sus amigos se burlen de él, al final se ríen todos juntos. Sirve como técnica para sobrellevar las experiencias más vergonzosas y de las que uno se puede arrepentir”.

'Resacón en Las Vegas'

¿Cómo se ha normalizado tanto esta agresión física sobre nuestros cuerpos? Aunque cada vez se consumen ocasionalmente más drogas duras como la cocaína en Reino Unido, no se puede comparar con trincarse una botella de alcohol a la semana. Julie Breslin, de Addaction, una de las organizaciones benéficas sobre salud mental, drogas y alcohol más importantes del Reino Unido, cree que la legalidad del alcohol tiene mucho que ver en todo esto.

“La diferencia principal está en que el alcohol es legal, está socialmente aceptado y se puede conseguir fácilmente”, apunta. “En torno a un 80 por ciento de la población bebe, como mínimo, de vez en cuando. Está completamente integrado en nuestra sociedad: se bebe después del trabajo, de fiesta por la noche los fines de semana, cuando se celebra y para ahogar las penas. Como sociedad, hemos normalizado el alcohol sin tener en cuenta que puede ser muy perjudicial, además de estar relacionado con enfermedades como el cáncer y la cardiopatía, entre otras”.

Para los jóvenes en particular, parece que la resaca es una de las partes esenciales de la noche, en la que se va construyendo una narrativa común de los eventos nocturnos por parte de cada memoria fragmentada

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Como señala Breslin, el abuso del alcohol está tan extendido en nuestra sociedad y cultura popular que hemos llegado a pensar que es una actividad completamente natural. “Está en todas partes, desde las tarjetas de cumpleaños que bromean sobre ‘beber para olvidar’ hasta las telenovelas en las conversaciones con una taza de té se han sustituido por una botella de vino. Además, el alcohol nunca había estado a un precio tan asequible y la compra semanal suele incluir ofertas en vino y cerveza”.

Beber en grandes cantidades suele considerarse normal e incluso admirable porque el alcohol está presente en muchos aspectos de nuestra vida

La razón de que hayamos normalizado las resacas como sociedad no radica simplemente en la normalización del bebercio per se, sino en las borracheras espectaculares en las que terminas mandando mensajes codificados a tu expareja que pretenden ser la letra de tu canción favorita. Maddy Lawson, directora de comunicaciones de Alcohol Concern, una organización benéfica británica, recalca: “La mayoría de nosotros siempre pensamos que la cantidad que bebemos es ‘normal’, aunque supere por mucho la recomendada por los servicios sanitarios e interfiera en nuestras vidas.

Beber en grandes cantidades suele considerarse normal e incluso admirable (“Joder, cómo nos sigues el ritmo”) porque el alcohol está presente en muchos aspectos de nuestra vida. Bebemos cuando hemos tenido un mal día, cuando queremos celebrar algo, cuando estamos en una cita, cuando vamos a una cena de trabajo, cuando nos aburrimos… y la lista sigue.

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“Parte del problema está en que no nos damos cuenta de los problemas que puede acarrear el consumo de alcohol hasta que la situación es grave, un comportamiento muy diferente al que tenemos con otras drogas. Las personas que se pasan bebiendo necesitan apoyo de la misma manera que lo necesitan los adictos a las drogas”.

Las implicaciones a largo plazo que tienen los maratones de alcohol a nivel de salud se han demostrado a lo largo y ancho, pero no he venido a daros una lección sobre esto. Si estás leyendo este artículo, existe una posibilidad de que te hayas preguntado (o conozcas a alguien que se haya preguntado) alguna vez en voz alta si tienes problemas con el alcohol.

La razón de que hayamos normalizado las resacas como sociedad radica en las borracheras espectaculares en las que terminas mandando mensajes codificados a tu expareja que pretenden ser la letra de tu canción favorita

No me refiero necesariamente al alcoholismo, sino a preguntarte si no habrás llegado demasiado lejos al pasar de colgar memes sobre alcohol en Facebook (Sandra, ya sabemos que te gusta el vino) a levantarte seis días a la semana con una sensación horrible.

Esta es la clave de este tipo de problemas de alcohol: son increíblemente aburridos.

Foto: Avico Ltd / Alamy Stock Photo

Mis experiencias personales con ingentes cantidades de alcohol nunca han sido protagonizadas por tigres que terminan en un baño, strippers recién casadas o Ken Jeong. Son las aventuras de una persona que vive en las afueras con un trabajo relativamente bien pagado al que le han echado droga en la bebida y se despierta con la noticia de que ha robado un coche de policía.

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No es más que la vida de un tío que ve Netflix y recoge botellas por la casa para poder relajarse y dormirse tranquilamente, no para viajar a Tailandia. Si has consumido alguna droga con regularidad, aunque solo sea café, sabrás que con el paso del tiempo dejas de notar los efectos y lo sigues tomando simplemente porque se ha convertido en un paso más de tu rutina diaria y se te falta te sientes psicológicamente (y hasta físicamente) agotado.

Con frecuencia, mis propias resacas me han servido de excusa para dejar un trabajo a medias (“no me puedo concentrar”), faltar a compromisos sociales (“estoy enfermo”) y no pensar en mis problemas vitales

Además, llegué a un punto en que me di cuenta de que, como un ignorante, estaba disfrutando del proceso de la resaca, pero por razones diferentes a las que citaba el estudio noruego. El sufrimiento es inevitable, pero en un momento dado te hace efecto la segunda dosis de Alka-Seltzer y el mundo cambia totalmente porque tu cuerpo se va recuperando.

Puede que el bebedor semanal ni siquiera note la borrachera de la fiesta de Navidad del bebedor ocasional, al que le resulta una novedad que sucede un par de veces al año. Existe un término para definir lo que hace la gente que, habitualmente (incluso diariamente), somete a su cuerpo a procesos de dolor y purga: autolesión.

Aunque bebamos solos o en grupo, una resaca consigue unirnos gracias a que nos damos vía libre. Nos desahogamos y nos recuperamos de una intoxicación que hizo que parecieran sensatas todas las decisiones horribles

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Sin embargo, el principal apoyo es la distracción. Con frecuencia, mis propias resacas me han servido de excusa para dejar un trabajo a medias (“no me puedo concentrar”), faltar a compromisos sociales (“estoy enfermo”) y no pensar en mis problemas vitales más allá de la recuperación física más inmediata. Igual que con las otras maneras de autolesionarse, el dolor se convierte en el foco principal de la mente y el cuerpo, algo en lo que se obsesionan durante un tiempo sin importar lo serios que sean los problemas de los que queremos huir.

¿Tienes planeado limpiar la casa el domingo? Ese día está perdido. ¿Tienes unos pocos días para entregar un artículo? Bueno, es imposible terminarlo esta mañana. ¿No sabes qué quieres en la vida? Gracias por este dolor de cabeza, casi no tengo tiempo de pensar en ello.

Aunque bebamos solos o en grupo, una resaca consigue unirnos gracias a que nos damos vía libre. Nos desahogamos y nos recuperamos de una intoxicación que hizo que parecieran sensatas todas las decisiones horribles de la noche anterior, una deuda que tenemos que pagar ahora con intereses. Para ello, damos por válidos los comportamientos dañinos y algunas veces está bien. A veces, necesitamos soltarnos el pelo y afrontar las repercusiones que pueda haber con nuestros amigos por la mañana. Puede ser una experiencia brillante, como han descubierto nuestros estimados compañeros noruegos.

El peligro no está en despertarnos y encontrarnos con un desastre al más puro estilo Resacón en Las Vegas, sino en una realidad más prosaica, en la que interiorizamos la justificación de los malos hábitos (o peor, del comportamiento tóxico o abusivo) con la idea de que forma parte de la vida y de que buscamos placer dionisíaco, pero no somos más que unos idiotas borrachos.

@matthewgneale