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Viajes

Archivo VICE: ¡Arriba Monterrey!

Vamos a aclarar de una vez por todas que los regios son la verga en este país de mierda.

Fotografía por Jaime Martínez

Si preguntas qué había de divertido en Monterrey hace veinte años, los viejos te contestarán una cosa: Café Iguana. Divertido como sinónimo de heavy metal (eso significaba a finales de los ochenta). El Café Iguana es el único antro que sobrevivió sin moverse de sitio ni cambiar de nombre ni volverse una puta barata del pop. Sobrevivió al lastre de llevar a cuestas el amor a Metallica hospedando cientos de tocadas roqueras legendarias en el Barrio Antiguo, en el Centro de Monterrey. Afortunadamente, hay muchas más cosas que hacer. Sucede que pasaron años y pasaron cosas, de esas que les pasan a las ciudades que tienen muchos inversionistas, muchos turistas y un chingo de tiempo muerto para los hijos de los que vienen a hacer negocios. Primero: en el Barrio Antiguo, empezaron a brotar bares en cada esquina y a todo lo largo de la calle Diego de Montemayor (aunque muchos de esos lugares desaparecieran después de tres meses). Esto, de alguna forma, estaba inspirado en la tradición del Centro de Austin, Texas, y también en el movimiento de la Roma y la Condesa en el DF. Segundo: conforme se construían grandes edificios de trabajo en Monterrey y crecían los amplios residenciales en San Pedro (más cerca de los beneficios de la Sierra Madre), empezaron a surgir pequeñas fricciones entre los habitantes de las ciudades. Como los de San Pedro son, en su mayoría, una pinche bola de niñitos bien, decidieron tener un “Centro” para ellos solos e hicieron el “Centrito” con toda una nueva generación de bares y restaurantes de poca duración para gente con dinero y, supuestamente, clase. Como área metropolitana, nos precipitábamos a los cuatro millones de habitantes y habíamos logrado hacernos de dos grandes espacios oficiales donde pasar la fiesta. No tan mal. Sin embargo, de ahí en adelante hemos tenido de dos sopas (como si estuviéramos divididos por el río Santa Catarina): o vas al Barrio Antiguo, o vas al Centrito. Es otra forma de decir: o eres un guarro, o eres un fresa. O también: le vas a los Tigres, o le vas a los Rayados. Estudias en la Uni, o vas al Tec. Vacacionas en Tampico, o en Playa del Carmen. Te paseas en el parque Niños Héroes, o en Chipinque. Este enfrentamiento se heredó generación tras generación, al grado de que algunos padres Tigres corrieron de casa a sus hijos vestidos de rayas azules y blancas y algunas señoras de sociedad se llenaron de vergüenza cuando encontraron a sus chamacas escuchando canciones de la banda El Recodo en el Canal 2 local. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, y pareciera que este enfrentamiento nunca llegará a su fin. Sin embargo, existe un punto nodal, una situación de empatía que, sin importar cuán profundas sean las diferencias personales, puede unir a un puñado de regios y, de golpe, resolver sus diferencias: el odio a los chilangos. No hay nada más fuerte que la aversión de un regiomontano por el acento cantadito, el bigotito catinflero y la arrogancia pendeja de esos cabrones. ¡Puta! Con sólo reconocer a la distancia el olor a chilango, los regios (unidos) levantan machetes y navajas por igual en un gran canto violento de hermandad regiomontana. Y, como esta guía es de Monterrey, vamos a aclarar de una vez por todas que los regios son la verga en este país de mierda. Que chinguen a su madre los chilangos y, si eres de Guadalajara, con mayor razón.