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Trabajar para una empresa no es ni rentable ni seguro

Entrevistamos a Andrés Pérez Ortega, autor de 'Monetízate'.
monetizate

En 2004, Andrés Pérez fue despedido de la multinacional en la que trabajaba. Antes de en aquella multi que decidió un día prescindir de él, Andrés había trabajado en otra gran empresa, y antes en otra y antes en otra. Así que cuando se quedó en el paro, decidió que jamás volvería a trabajar para nadie. Desde hace 15 años Andrés, químico de formación y con un MBA en ICADE, se dedica al desarrollo de marcas personales y al posicionamiento de branding personal.

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Cuando te cuenta su historia, es fácil imaginarlo en uno de esos documentales de Netflix en los que sale gente que lo ha dejado todo para poner un negocio online e irse a recorrer el mundo mientras tanto, gente que ha dejado una gran empresa para vivir más y mejor y que, curiosamente, nunca es pobre. Andrés encarna ese ideal americano del profesional de clase media reconvertido en exitoso gurú en un campo que nada tiene que ver con su "vida anterior", con la vida asalariada de horario de oficina a la que decidió dar portazo.

Su nuevo libro, Monetízate, es una invitación a dejar de trabajar para una sola empresa y emprender proyectos alternativos, proyectos paralelos a los que llevamos a cabo en nuestra jornada laboral asalariada, si es que la tenemos. En él se refiere a la "empleodependencia" como un pensamiento laboral que trascender en la era de la precarización y a los trabajadores independientes como "libertos".

Hablamos con él sobre su método para monetizar "lo que sabemos y somos", sobre si la única vía es la de la adaptación individual a un sistema cada día más en crisis en lugar del cambio colectivo y sobre qué ocurriría si todo el mundo adoptase su modelo y empezara a trabajar por su cuenta.

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VICE: Hola, Andrés. Monetízate es una especie de guía para convertir "lo que sabemos y lo que somos" en dinero sin depender de una única empresa, algo que mucha gente —autónomos, personas que trabajan como freelance— ya hace, en muchas ocasiones en condiciones muy precarias. ¿Qué aportas de diferente?

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Andrés Pérez Ortega: Lo del empleo estable para toda la vida ya es una utopía, ya se ha terminado y tenemos que empezar a encontrar fuentes alternativas de ingresos, es decir, lo que en el libro denomino "proyectos paralelos", y eso es lo que creo que aporto de diferente. Se trata de proyectos que no supongan ni mucho tiempo ni mucha inversión de dinero y que te permitan seguir trabajando en una empresa, por ejemplo.

No hablo de pluriempleo tal como lo concebimos, porque pluriempleo significa trabajar para varios empleadores, sino de hacer cosas que dependan únicamente de ti. En ese sentido, el tema de los Uber o Glovo, por ejemplo, no entraría en la categoría de estos proyectos paralelos, porque implican trabajar muchas horas para otro y te impiden desarrollar otros proyectos a la vez.

¿Por qué deberíamos "monetizarnos", por qué deberíamos ir más allá de nuestros trabajos en empresas y buscar fuentes de ingresos alternativas?
Digamos que si trabajas para una empresa, le vendes toda tu producción a un único cliente, lo cual es muy arriesgado porque, ¿y si te echan? Si estás en el paro, la única diferencia es que momentáneamente no tienes empresa (cliente)… Pero a partir de ahí lo que yo planteo es que un contrato indefinido (que vaya tela con llamarlo indefinido) o temporal no es más que un proyecto paralelo que te está chupando la vida: te está quitando horas, te está quitando energía…

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Así que mi propuesta no es que dejes tu trabajo, sino que busques otra serie de proyectos alternativos que puedas compatibilizar con él o que en un momento dado te permitan mandar a la mierda a tu jefe. El trabajo para toda la vida ya se ha acabado, es una utopía. De hecho, es un invento relativamente reciente.

¿Por qué consideras que quita más energía trabajar para un único pagador, para una única empresa, que compaginar varios proyectos paralelos además trabajar para esa empresa? Realmente sigues respondiendo a las peticiones de patrones o clientes —en este caso, de más clientes— y sigues vendiendo tu fuerza de trabajo, ¿no?
Es muy fácil de medir. Yo, por ejemplo, vivo en Tres Cantos, una localidad de Madrid, y no conduzco, así que durante mucho tiempo he estado perdiendo dos o tres horas de mi vida al día en desplazamientos en transporte público. Más las 8 horas de trabajo y las extras, al final llegas a casa mosqueado, cansado… así que es una cuestión de tiempo, de energía y, si me apuras, de salud, además, por supuesto, de rentabilidad y seguridad económica. Los proyectos paralelos lo que pretenden es ampliarte las miras más allá.

Un periodista de tendencias, por ejemplo, podría estar recomendando publicaciones en un blog o dando charlas por las que cobraría entre 300 y 500 euros. Además, podría crear un curso de búsqueda de gestión de la información, venderlo a una plataforma y sacarse 2000 euros al año… Al final, tal y como están las condiciones laborales y el mercado, quizá viera que le compensa dedicarse por completo a ello en lugar de vender su talento a una única empresa.

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Pero, ¿todo el mundo tiene algo que vender? Es decir, aplicar lo que dices a las profesiones creativas es relativamente sencillo, pero, ¿cómo podría hacerlo, por ejemplo, un encofrador, o qué podría hacer de diferente a lo que ya hace, que probablemente sea o bien ser autónomo o bien hacer ñapas en los ratos en los que no trabaja para su empresa?
Hay que extraer la esencia de lo que uno hace. Tú, como periodista, sabes buscar, ordenar y procesar la información, por lo que podrías asesorar a una start-up porque eres buena procesando información. Un encofrador, por ejemplo, es una persona que tiene unas habilidades que van más allá de su aplicación en la albañilería, puede aplicar esos conocimientos sobre gestionar procesos o sobre materiales a la gestión o el diseño de restaurantes, por ejemplo. Yo, que soy químico de formación, si siguiera en el sector me estaría comiendo los mocos. Tengo un amigo historiador que ahora se dedica a la consultoría porque igual que está entrenado para recabar información sobre los etruscos, puede hacer lo mismo pero para empresas, para gabinetes políticos.


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En la portada de tu libro aparece Benjamin Franklin, que a su vez está impreso en los billetes de cien dólares americanos. Dices también que te encanta "la filosofía empresarial estadounidense". ¿Por qué estamos constantemente tomando como referencia un modelo, el neoliberal, el de la desregulación, cuya crisis queda cada día más patente?
Pues porque en el fondo, aunque tienen sus errores y problemas y son bastante criticables en algunos aspectos, lo que están haciendo los americanos en lugar de subvencionar es no depender de los de arriba en cierta manera, o al menos no tener por qué depender de ellos. Mi intención es que dejemos de depender de los de arriba, de las grandes empresas, de los políticos y los sindicatos.

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Un concepto como el de la marca personal o los proyectos paralelos de los que yo hablo no va a tener nunca el apoyo ni de las grandes empresas porque no les interesa que nos libremos de su esclavitud y de ser simplemente un "recurso humano". Tampoco de los sindicatos, porque no les interesa que los individuos tengan la capacidad de pensar y actuar por sí mismos, ni de los políticos que en última instancia quieren únicamente que creemos empleo.

Aunque dices que no interesa "a los de arriba", el mercado laboral y las propias empresas apuestan cada día más por la "uberización", ¿no?
Sí, pero al autónomo siempre le van a estar dando patadas porque no crea empleo salvo para sí mismo, y creo que los yanquis eso lo tienen muy bien pensado; piensan "voy a buscarme la puñetera vida", no "voy a estar buscando la subvención como desempleado o como emprendedor". Eso es lo que creo que tenemos que cambiar. Se habla de desempleo, de empleabilidad… todo está dirigido a que la gente busque empleo en lugar de hacer cosas por sí misma, sin necesidad de empresas, por lo tanto y dado que el empleo es cada vez más escaso y precario creo que tenemos que empezar a romper con ese concepto y empezar a pensar y actuar como profesionales independientes.

Apelas constantemente a sobrevivir en un sistema en el que la precarización es una evidencia, de adaptarse a él de manera individual. ¿No es una opción cambiarlo colectivamente? Reconoces que el mercado laboral está en crisis, pero no haces una crítica ni una invitación a reformarlo sino una invitación a adaptarse a él.
Sí, pero no estoy hablando en ningún caso de individualismo, no estoy hablando de ir solos, sino de todo lo contrario. Si resulta que cada uno de nosotros somos conocidos por aportar algo valioso, lo que debemos hacemos es crear una red de gente capaz de colaborar. Por eso no hablo de competidores sino de coopetidores. Lo importante para los trabajadores independientes es que entre todos seamos capaces de crear comunidades más o menos formales que puedan competir contra los grandes empresas, o si me apuras, contra el sistema.

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Dices que "nacimos libres pero nos convertimos en empleados", pero, ¿hasta qué punto no es uno un empleado, aunque sea autónomo, en la medida en la que tiene un cliente al que vende su fuerza de trabajo? Tal como lo planteas, ¿no seríamos solo libres si aboliéramos el trabajo asalariado?
Claro, pero es distinto: cuando vendes tu fuerza de trabajo como profesional independiente no te estás vendiendo tú. Con la marca personal, por ejemplo, hay un debate abierto en el que algunos dicen que crearse una es "venderte". Pero esto no va de eso, no va de venderte. Va de vender lo que eres capaz de hacer, y eso lo cambia todo. Si no tienes nada interesante, nada de valor que vender al final vas a acabar vendiéndote tú, y eso implica renunciar a tus valores a cambio de dinero. Entonces te vas a tener que quedar hasta las tantas en una oficina porque si no te echan. Vas a tener que estar aguantando al pulpo de tu jefe porque si no te va a estar tocando las narices. Eso cambia cuando tienes algo valioso que vender y decides hacerlo por tu cuenta: ya no te pueden echar, ya vas a poder ser tú quien pongas las condiciones y decide qué hace y qué no.

"El sufrimiento derivado de la pérdida de un trabajo no es la ausencia de trabajo en sí, sino la falta de libertad financiera", afirmas. En ese sentido y ante la realidad del mercado laboral, ¿crees en iniciativas como la Renta Básica Universal (RBU)?
No. La RBU es como el subsidio para el emprendedor. Es decir, hay situaciones en las que el Estado tiene que ayudar a determinadas personas porque no queda otra, pero el tema de la RBU acaba generando que aquellos que pueden buscarse la vida pierdan el interés en hacerlo. En el fondo, lo que estamos haciendo con ella es que se requiera mucha más motivación para que alguien quiera buscarse la vida. Cuando a mí me echaron de la última empresa, con una hija, una casa… lo que me preocupaba no era mi actitud, sino cómo me ganaría la vida a partir de entonces. Si resulta que me dan la oportunidad de malvivir con una RBU, quizá yo no, pero habría personas que tirarían adelante con eso.

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Imagina que todo el mundo adopta tu modelo, que todo el mundo se anima a ser un profesional al margen de las empresas. ¿Qué ocurriría?
Creo, sinceramente, que eso no ocurriría en ningún caso porque mucha gente no está dispuesta a llevar a cabo el esfuerzo necesario. Pero en ese mundo utópico que propones, habría tres clases laborales: el funcionario, el profesional que vende su trabajo a otros y aquel al que no le queda más remedio que trabajar para una empresa. Las empresas no desaparecerían en ningún caso porque lo que propongo no es no trabajar con empresas, sino hacerlo como profesionales externos. Entonces ya no hay relaciones paternalistas empresa-empleado, sino relaciones horizontales empresa-empresa.

Siempre me ha dado la sensación de que nos educan para que nuestro empleo forme parte de nuestra identidad en lugar de para hacernos entender que el trabajo es un intercambio de tiempo por dinero. De pequeños, de hecho, nos dicen que "qué queremos ser", no que "en qué queremos trabajar". Y me da la sensación de que tu propuesta fomenta aun más que nuestro trabajo nos defina y sea inseparable de nuestra persona más allá de él.
Sí, pero también es verdad que antes ocurría y sigue ocurriendo que cuando le preguntas a alguien que a qué se dedica, te diga que trabaja para una empresa concreta en lugar de explicarte lo que hace o a qué se dedica. Esa asociación de un profesional con una empresa provocaba que, si te echaban, te quitaban parte de tu identidad. Lo que yo propongo es que vendas tu valor.

Seguramente si te pregunto a qué te dedicas me dirás que "eres periodista", no que escribes, que entrevistas a gente, que visibilizas realidades… Si respondieras de esa manera serías una persona que está asociando su identidad a un valor social, me da igual que sea coach, encofrador o profesor de instituto, y creo que ese es el objetivo. Saber que nuestra identidad no es un título ni una empresa, sino algo que estás aportando a la humanidad, que lo que hacemos tiene una función o una misión, aporta un beneficio social.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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