FYI.

This story is over 5 years old.

Actualidad

Protesta y capricho: el plástico se toma la moda

Nuestra autora reflexiona sobre el despliegue (¿o derroche?) de plástico de la Semana de la Moda de París que terminó la semana pasada.
Imagen: Screenshot | YouTube

Las gargantas de Verdon se levantan en París. Frías, artificiales, impolutas. A 10.000 metros de altura, el agua se descuelga por una pared rocosa. Se ciñe violenta a los muros del Grand Palais y muere implacable en la horizontalidad de un estanque. El verde de las plantas. Las grietas de una roca árida. El poder de la naturaleza fingida que se abre paso para cumplirle a la moda sus caprichos. Y de pronto Kaia. Kaia Gerber, la 'niña Versace'. La hija de Cindy Crawford. La supermodelo de dieciséis años que abre la pasarela Chanel, primavera-verano 2018. Con aire obstinado y las manos en los bolsillos de la falda de flecos. Con chaqueta de tweed y botas transparentes de plástico por encima de la rodilla.

Publicidad

Plástico.

Plástico. En la Semana de la Moda de París. En bolsos, gabardinas, sombreros de lluvia. En guantes y botas más cortas. En los diseños de Karl Lagerfeld, el káiser de la moda. Plástico. Vulgar y cotidiano en un mundo de artículos de lujo.

La maison de Coco Chanel siempre ha sido vanguardia, irreverencia y transgresión, en esencia, porque la misma Gabriel Chanel rompió con los cánones sociales de su época. Cuando la feminidad se vestía con faldas incómodas, ella usó pantalones y corbatas que robaba del armario de sus amantes. Cuando la belleza se apretaba entre corsés, optó por las formas rectas y holgadas. Cuando el pelo debía ser largo, lo quiso corto y al estilo garçon.

Sus diseños tumbaron prejuicios. Si la joyas reflejaban riqueza, pensó en bisutería barata que sólo sirviera de adorno. Si las mujeres debían ser madres y amas de casa devotas, le bajó centímetros a los zapatos de tacón y los hizo cómodos para el trabajo. Mezcló lo femenino con lo masculino y acabó con el "miserablismo de lujo", que, según Paul Poiret, el Rey de la Moda francesa, definía la estética para las mujeres del siglo XX.


Lea también:


De eso hace ya setenta años. Pero la filosofía sigue vigente. En 2015, un ejército de modelos Chanel cerró la pasarela primavera-verano con pancartas y arengas de protesta. History is her story. Free Freedom. Women's rights are more than alright. Trajes de pantalón y chaqueta, vestidos sueltos y llenos de flores. Blusas blancas, faldas negras, sastres de tweed. Karl Lagerfeld, ahora cabeza de la maison, recordó la manifestación de 1968 por la libertad. Tres años antes, mientras Francia daba sus primeras luchas en favor del matrimonio igualitario, dos modelos vestidas de novias desfilaron de la mano en el Haute Couture de Paris.

Nada es fortuito en la casa Chanel. Nada pasa porque sí y nada es producto del azar. Las botas y los sombreros de lluvia de su ultimo desfile, tampoco. Plástico en un mundo que malgasta sus recursos naturales. Que todo lo tira al mar, que lo vuelve partículas en suspensión y pone en riesgo la vida de 300 especies. Plástico en un mundo en el que la moda se hace con materiales caros, se vende a precios que lo son aún más, pero se paga mal a quienes la cosen. Plástico como protesta, como consigna, como statement.

O, quizá, plástico como capricho y las demás son lecturas acomodadas. "No doy explicaciones de lo que diseño", dice Karl Lagerfeld. "No soy un filósofo que deja notas por todas partes. Mira por ti mismo y ve lo que quieras ver". Hablar de moda es hablar de identidad, de política, de sociedad. Pero hablar de moda es, también, hablar de gustos y extravagancias. Eso no es un secreto.