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Las hiladoras de tapetes en Afganistán alimentan a sus hijos con hashish

Las nuevas generaciones perdidas.

Igual que muchas mujeres en el distrito Qalizal, Afganistán, la vida de Bebehaja está grabada en los hilos de un telar. Es la herencia profesional de las mujeres de ascendencia turcomana, quienes comienzan a trabajar desde los siete años y no paran hasta los setenta. Es tan lineal y tensa como las cuerdas con las que tejen, las bolas de hilo se desenrollan en minutos, horas, días, décadas, mientras van creando diseños magistrales, al tiempo que van perdiendo esa misma belleza y calidad que invierten en las cosas que crean.

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Bebehaja tiene 60 años. Lleva una burka azul con manchas que no me permite ver su cara, pero puedo escuchar el cansancio en su voz. Me dice el sucio secreto que todos conocen: el material más importante durante la fabricación de tapetes en Qalizal no es la lana, sino el hashish.

"Cuando no comemos hashish somos como un muerto", me cuenta. "Cuando lo comemos podemos trabajar duro y trabajar más".

Mujeres como Bebehaja consumen hashish tres veces al día. Comen y fuman en el desayuno, la comida y la cena. Es tan omnipresente en la región que las mujeres pueden comprarlo en secreto de los vendedores junto con el resto de la compra.

El hashish, una resina procesada de las flores de cannabis, se ha utilizado con fines médicos y recreativos desde el año 3000 antes de Cristo. Contiene el mismo ingrediente activo que la mariguana, THC o tetrahidrocannabinol. Los efectos incluyen relajación, un estadío analgésico y la sensación general de bienestar.

Pero en Qalizal, el efecto sedativo del hashis ha llevado a una práctica atroz, que prácticamente garantiza la esclavitud de una nueva generación de tejedores de tapetes. Para poder pasar largas horas en el telar, las mujeres suelen alimentar a sus niños con hashis.

"La razón por la que se lo damos a los niños es porque necesitamos que estén tranquilos, para que podamos trabajar", dice Bebehaja.

Muchos años antes, su madre hizo lo mismo con ella. Los agentes antinarcóticos afganos dicen que la práctica tiene más de cien años y no muestra señales de detenerse. Se estima que 30 mil personas en la provincia de Kunduz son consumidores crónicos de hashish, más de la mitad de ellos en Qalizal.

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La pobreza impulsa el negocio de la droga y los tapetes. Los esposos suelen ser agricultores que trabajan largas horas en el campo y la única fuente de ingresos para las mujeres, quienes por lo general no pueden trabajar fuera de casa, es hacer tapetes. Pero, ¿quién se encarga de los niños mientras están en el telar? Una niñera llamada hashish.

Otra mujer de la zona, Gohar, dice que ella dio hashish a sus cuatro hijos durante los primeros años de sus vidas. Desintoxicarlos conforme crecían fue una pesadilla para los niños, y un proceso que los dejó en un estado de salud mucho más frágil.

"Cuando empiezan a caminar, dejo de darles hashish ", dice Gohar.

En ese momento, el niño en sus brazos, Zarifulá de dos años, empieza a llorar. Es casi hora de comer, pero Gohar nos dice que es la hora de su segunda dosis de hashish. Sin ella, la niña estará inquieta, llorará y estará irritable, lo mismo ocurre con los adultos que intentan dejar el hashish.

Me reuní con ambas mujeres en la casa de Malika Gharebyra, Directora de Asuntos de la Mujer en el distrito de Qalizal. Como no hay dinero para programas de tratamiento ni para educación, su manera de ayudar es trayendo a estas mujeres aquí para que compartan sus historias con los medios. Si bien esto ayuda a enviar un mensaje al mundo exterior, no sirve de mucho para ayudar con el problema de Afganistán. Nos cuenta la historia de una familia de nueve, todos adictos crónicos, incluyendo niños. Para conseguir dinero para comprar más drogas el padre intentó vender en matrimonio a su hija de ocho años.

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Es un ciclo constante para la mayoría de las mujeres aquí. Sus adicciones cuestan alrededor de 200 afganis (unos 60 pesos al día), más de lo que ganan tejiendo tapetes.

Tampoco hay mucha ayuda a nivel nacional. El jefe del Departamento Antinarcóticos de la provincia de Kunduz, Abdul Bashir Morshid, dice estar buscando ONGs y donantes externos para ayudar a financiar programas de tratamiento en Qalizal. Actualmente existe sólo una clínica de tratamiento en toda la provincia, con 20 camas y 30 mil pacientes potenciales. Pero su principal preocupación son los niños.

"Me gustaría crear un programa de cuidado de niños con el que podamos separar a los niños de sus madres durante el día para que puedan trabajar", dice Morshid. "Sería un comienzo. Pero es posible que se trate de un problema con más de diez generaciones de antigüedad".

Además, es imposible saber cuántas generaciones se han perdido por el problema. Bebehaja tiene evidencia anecdótica al respecto. Nos cuenta que ha dado ha luz a nueve hijos, pero ninguno sigue con vida.

"Estaba consumiento mucho hashish en aquel momento y le daba a ellos también ", recuerda. "Todos murieron después de un mes, más o menos. Ninguno de mis hijos vivió más de allá de unos cuantos meses".

Aunque no podemos estar seguros de que el hashish los haya matado a todos, estudios médicos demuestran que el consumo de mariguana durante el embarazo eleva el riesgo de SIDS o síndrome de muerte súbita del lactante. Los efectos debilitantes del THC en el sistema respiratorio de los recién nacidos son también factores potenciales.

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"Estoy muy triste porque perdí a mis hijos. Cuando pienso en ello, me siento peor y como más hashish. Soy adicta", dice Bejehaja.

Le gustaría haber hecho las cosas de manera distinta. Dice que a veces visita las tumbas de sus hijos. Pero su tiempo con ellos fue breve y no tiene muchos recuerdos. Los que tiene se han vuelto confusos, tan indistinguibles como las horas de sus días y los hilos en su telar.

Texto y fotos por Kevin Sites.

Kevin Sites es una extraña especie de periodista que crece en medio de la guerra. Como el primer corresponsal de guerra para Yahoo! Noticias entre 2005 y 2006, ganó notoriedad por cubrir todos los grandes conflictos en todo el mundo en el plazo de un año y reportar de forma solitaria con ayuda de la tecnología, lo que ayudó a marcar el comienzo de "el movimiento mochilero". Actualmente, Kevin viaja por Afganistán reportando sobre el caos en el país durante la “temporada de enfrentamientos” mientras fuerzas internacionales como la estadunidense se empiezan a retirar.

Sigue a Kevin en Twitter: @kevinsites