FYI.

This story is over 5 years old.

FIGHTLAND

Por amor o por dinero: la historia del amateurismo en los Juegos Olímpicos

Hoy en día, sólo la lucha continúa prohibiendo la participación de profesionales en las Olimpiadas, mientras que el boxeo, uno de los últimos bastiones del amateurismo, ahora les permitirá competir.

El equipo de boxeo olímpico estadounidense en 1924 (Boxrec Boxing Encyclopaedia, 2009 vía Library of Congress)

El miércoles primero de junio, la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) votó para permitir a los boxeadores profesionales participar en los próximos Juegos Olímpicos. Muchos boxeadores profesionales ya han comentado sobre esta noticia, incluyendo el campeón mundial Mike Tyson, quien dijo a los reporteros, "Es ridículo y tonto, y algunos de los peleadores profesionales van a ser apaleados por los amateurs".

Publicidad

Las opiniones varían en las diferentes instituciones del boxeo, desde la entusiástica Asociación Internacional de Boxeo: "Todo atleta debería tener el derecho de ir a unos Juegos Olímpicos", hasta la total repulsión del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), el cual declaró: "El CMB tomó una postura y decidió que cualquier campeón y peleador clasificando dentro de los mejores 15 de este organismo tiene prohibido participar hasta que las pautas se esclarezcan y las medidas de seguridad sean establecidas. Si lo hacen, serán sancionados del CMB por dos años".

Mientras los argumentos se hacen escuchar en línea y en las oficinas del "sagrado" COI, es interesante echar un vistazo a la historia del amateurismo en los Juegos Olímpicos, y cómo dicha historia ha estado envuelta en la comercialización del complejo internacional de medios deportivos de la actualidad.

Historia

La palabra "amateur" se deriva del latín, amator, o amante. En un sentido, esto es lo que significa ser un amateur: alguien que dedica su vida a alcanzar algo no por el dinero, sino por el amor. El Oxford English Dictionary define "amateur" como "alguien que cultiva algo como un pasatiempo, distinto de alguien que lo hace profesionalmente". En efecto, el primer uso en lengua inglesa de dicha palabra ocurrió en 1786 en la revista European Magazine: "Dr. Percival escribe sobre temas filosóficos como un amateur, en lugar de cómo un maestro". Sin embargo, un amateur puede desempeñarse, claramente, a un nivel grandioso aunque no necesariamente ser un profesional, como lo estableció Mike Tyson hace unos días en su entrevista. En la vasta historia de las Olimpiadas, la carrera de un atleta más allá de los estadios no siempre fue de suma importancia.

Publicidad

Los deportes de contacto, al igual que correr, tienen las historias más largas en el origen de los Juegos. Las primeras Olimpiadas se realizaron en el 766 A.C., donde sólo había una carrera de 200 metros conocida como stadion. De acuerdo con Nicolaos Yalouris en The Eternal Olympcis, la lucha se introdujo en la Olimpiada 18 en el 708 A.C., el boxeo en la Olimpiada 23 en el 688 A.C., y el pancracio (un arte marcial mixta original) en la Olimpiada 33 en el 648 A.C. Precisamente cuándo y por qué las Olimpiadas se restringieron es algo que continúa debatiéndose, ya que los académicos de los últimos 30 años han alegado en contra de la creencia reduccionista que establece su anulación unilateral en el 394 A.C. a manos de Teodosio. Por supuesto, los deportes continuaron siendo populares en todo el mundo, pero no fue hasta el final del siglo XIX que el anglófilo francés, Pierre de Coubertin, se esforzó para revivir los Juegos Olímpicos.

Los deportes en el siglo XIX siguieron siendo un lujo para la clase media y alta; los atletas de menor clase eran excluidos de las competencias. Las reglas de la Regata de Henly de 1878 establecían: "Ninguna persona deberá ser considerada un remador o sculler amateur…si es o ha sido empleado asalariado, mecánico, artesano, u obrero". El historiador de deportes, Allen Guttman, explica que su primera instauración, las reglas del amateurismo fueron inventadas por las clases media y alta victorianas para "excluir a las 'ordenes menores' de jugar en las clases de tiempo libre". Cuando Pierre de Coubertin pidió revivir los Juegos Olímpicos en 1892, la principal discusión entre el grupo de élite de educadores y figuras públicas que conformaban la primera versión del Comité Olímpico fue determinar a quién se le permitiría competir en las Olimpiadas. Históricamente, el clasismo perduró en los deportes y actividades atléticas practicadas por la nobleza, no sólo para prevenir la mezcla de los niveles altos con las masas, sino porque muchos integrantes de la élite insistían que los 'plebeyos' no tenían el concepto de deportividad y juego limpio.

Publicidad

Una contienda de lucha en 1949 (Foto por Stanley Kubrick vía Library of Congress)

Al final del siglo XIX, el Congreso Olímpico inaugural percibió que era discriminatorio no permitirle a un obrero participar en un evento de campo sólo porque se ganaba la vida con sus manos. Pero al mismo tiempo, era injusto para un boxeador profesional enfrentarse a un mecánico que boxeaba en su tiempo libre. Por ende, el Congreso de 1892 redefinió el amateurismo para restringir a aquellos que lucraban al practicar su deporte. Guttman resumió elocuentemente esta idea victoriana: "En la mayor parte del siglo XX, el amateurismo fue defendido bajo el argumento de que el juego limpio y la deportividad son posibles sólo cuando los deportes son la diversión de los atletas, pero nunca su vocación".

Y, por lo tanto, cuando las Olimpiadas arrancaron en 1896, la participación se limitó a los atletas que no recibían compensación financiera alguna por sus tareas atléticas. Curiosamente, los Juegos Olímpicos originales no establecían restricción alguna sobre cómo un atleta olímpico se ganaba la vida. Siempre y cuando uno se apegara a las reglas de participación, un joven o un hombre podría competir y ser remunerado, con dinero o gloria, con base en su rendimiento. De hecho, se dice que el ganador olímpico de las Olimpiadas inaugurales de 776 A.C., Corebo de Élide, era cocinero. Pero su profesión culinaria no evitó que fuera remunerado por su hazaña atlética.

Aunque la definición olímpica de amateurismo era vista como una forma para no discriminar a las 'órdenes menores', enfatizaba que aquellos que no tenían riquezas personales o tiempo libre no serían capaces de sobrevivir con su deporte. Esto siguió el camino del elitismo, donde los atletas con un trabajo no relacionado con los deportes tenían que mantener un régimen de entrenamiento riguroso para ser competitivos en sus disciplinas. A lo largo del siglo que sucedió a la inauguración de las Olimpiadas, las reglas cambiaron: en 1988 el COI hizo a todos los atletas profesionales elegibles para participar en los JJ.OO., lo que permitió al "Dream Team" dominar al basquetbol en 1992 con Michael Jordan al timón. Cada deporte tiene su propio organismo rector que determina la elegibilidad y las reglas de lo que es permisible en términos de la compensación de un atleta.

Publicidad

Hoy en día, sólo la lucha continúa prohibiendo la participación de profesionales en las Olimpiadas, mientras que el boxeo, uno de los últimos bastiones del amateurismo, ahora les permite competir. Es interesante ver cómo la lucha sigue siendo el último deporte olímpico donde se permiten amateurs solamente, lo que tal vez se deba a la vasta historia de la lucha no sólo como un deporte, sino como una fuente de entretenimiento, particularmente en los circos móviles del siglo XX.

Contienda de lucha en 1949 (Foto por Stanley Kubrick vía The Library of Congress)

Los primeros años del siglo XIX marcaron el cambio de dos campos distintos, la lucha "profesional" y lucha deportiva, ejemplificado por la reincorporación de la lucha en los Juegos Olímpicos después de una brecha de 1500 años. La lucha de estilo libre se convirtió en un deporte olímpico en 1904, seguida de la lucha grecorromana en 1912. Este deporte siguió siendo parte de la cultura del entretenimiento en el siglo XX. Luchadores, boxeadores, y fortachones recorrían los Estados Unidos e Inglaterra, mostrando sus hazañas atléticas al lado de malabaristas y acróbatas.

Para mediados de dicho siglo, la lucha quedó encasillada en lucha de entretenimiento practicada, principalmente, sobre un escenario, y la lucha deportiva practicada en escuelas y universidades (a veces conocida como lucha académica), al igual que en las Olimpiadas. Al parecer, esta clara demarcación histórica entre lucha "profesional", alias lucha teatral, y la lucha deportiva es lo que motiva a la UWW a mantener su compromiso con los atletas olímpicos amateur.

Ya sea que algunos de los mejores boxeadores profesionales del mundo compitan, o no, es otra historia. USA Boxing anunció el jueves dos de junio, que a pesar de la declaración de AIBA, su equipo varonil y femenil no incluirán peleadores profesionales. Basquetbolistas de la NBA con sueldos estratosféricos conforman el equipo olímpico estadounidense y, tal vez, en el futuro los nombres más famosos del boxeo profesional hagan lo mismo. Si el boxeo disminuye, como algunos creen, por la popularidad de las artes marciales mixtas, entonces los Juegos Olímpicos serían la única alternativa que lo mantendría vivo, tanto para boxeadores amateur como para profesionales.