Fotos de gente aburrida en un trancón bogotano

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Fotos de gente aburrida en un trancón bogotano

Los trancones bogotanos son parte de nuestro patrimonio. Cada cual tiene maneras distintas de lidiar con esta frustración. Aquí, los "atrancados" de Bogotá.

Unos cantan, otros hablan solos, algunos adelantan llamadas. Más productivos, algunos comen y otros chatean. Sin embargo, la mayoría se rindieron y simplemente dejan que su cabeza les repose en la mano. Un estudio alemán concluyó que una persona en un trancón tiene tres veces más probabilidades de tener un infarto que una persona que no lo está. Acá los retratamos.

El pensador, que se ha resignado a aguantarse el trancón.

Aunque hablar por celular está prohibido, este conductor opta por hacerlo ante la quietud de la calle.

Este taxista se quedó sin interlocutor. Pasar el atasco con un sueñito parece serle útil al pasajero. Bien por él.

Un trancón es una buena oportunidad para mirarse en el espejo y preguntarse "¿quién putas soy yo?".

Los niños respiran y sueñan, se imaginan cosas.

Hablar con alguien y reír.

Aprovechar y comerse un bocado, recargar energías, no dejar que el afán le quite a uno las tres comidas reglamentarias del día.

Chatear mientras nada se mueva. Siempre útil.

Este ya es un clásico: la cabeza reposando en la ventana del bus. Mientras no haya mucho ajetreo ni velocidad, el sueño será placentero.

Nada mejor que encontrarse en un buen trancón, subirle al voltio y dar un concierto para los que lo pueden ver a través de la ventana.

Puede que el cigarrillo suba las probabilidades del infarto en el trancón pero sí que cae bien en un momento de estrés y tardanza. También prohibido.

El perrito, desilusionado por la movilidad, se quedó sin sacar la lengua y sentir sus orejas moverse con la velocidad del carro… Luce deprimido también.

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