Artículo publicado por VICE México.El alcoholismo en México es una enfermedad que históricamente ha sido relacionada mayoritariamente con hombres. Lo que pocos saben es que el promedio de mujeres que la padece actualmente, así como sus niveles de consumo, aumentan de forma alarmante año con año.De acuerdo con cifras de la última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (Encodat), en el país existen cerca de 61 millones de mujeres, de las cuáles 20 por ciento consumen esta sustancia en exceso. Y entre ellas, sólo el 9 por ciento se atiende.
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Si se toma en cuenta que el 1.8 por ciento del total de las mujeres que beben abusan del alcohol, y que hay por lo menos 438 mil de ellas que lo consumen todos los días, es más fácil tomar consciencia de que quizás las copas de más que invariablemente se le van a tu amiga día con día, no son un asunto para tomarse a la ligera, sino que quizás son parte de un problema alarmante.Hablamos con algunas mujeres que pasaron por esto y que a tiempo se dieron cuenta que dicha sustancia les acarreaba cada vez más problemas en su vida cotidiana. Todas ellas reciben actualmente tratamiento en México en Alcohólicos Anónimos (AA), una organización internacional de ayuda contra dicha enfermedad.Le abajo sus testimonios.
Empecé a consumir alcohol a los 13 años porque comencé a ir a las fiestas de quince años de todas mis amigas. Era muy fácil conseguirlo, la primera bebida alcohólica que tomé fue vino. Me encantaba la sensación que me producía. Para entonces ya era bulímica y anoréxica. Pesaba 33 kilos. No comía casi nada y lo único que consumía era alcohol.Hacía dietas de 250 calorías al día. Me distribuía dos mitades de manzana y un pedacito de pechuga en toda la jornada. Sólo tomaba alcohol y, ahí sí, no escatimaba en nada. Luego para conseguir dinero empecé a organizar fiestas yo misma. Me iba bien. Fue un buen negocio. Me ayudaba con todos mis gastos.
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Viri, 25 años
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Mis papás no se explicaban mi comportamiento, porque nuestra familia siempre había sido muy tranquila y amorosa. Pero no me importó. Todos los días bebía hasta perderme. Luego empecé a andar con un chico que me sugirió ir a un grupo de AA, él también era alcohólico.Fui a la primera sesión y me pareció una broma. Yo no reconocía que tenía un problema. Me fui. Luego empecé a tener con él una relación demasiado destructiva: con golpes, abusos, recaídas. Intenté suicidarme varias veces. Sobreviví a tres congestiones alcohólicas. Estuve en una clínica. Ahí pasé mi cumpleaños. Salí y volví a las andadas. Lo arruiné todo.Después encontré un grupo de AA a una cuadra de mi casa, sólo de mujeres. Fue como un reinicio a mi vida. Me dieron una oportunidad muy grande. Pude recuperar la carrera y ahora estoy súper bien con mis papás. Tengo casi cuatro años sobria.
Edith, 52 años
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Mi alcoholismo más fuerte fue a los 25 años. Conocí a alguien que era también muy alcohólico y nos casamos. Tuvimos un hijo y seguíamos en lo mismo. Él era muy violento. Al año de que nació el hijo me separé porque un día prácticamente me estaba ahorcando.Así que empecé a beber en casa de mi madre: para dormir, para quitarme la tristeza y para quitarme la culpa de haber escogido estar con alguien así.Luego llegué a vivir a la Ciudad de México. Vine con mi hijo y dejé de beber seis meses. Pero recaí y comencé de nuevo con borracheras de tres días en la casa. Mi hermana estaba muy desesperada por mí; me dijo que apartara un lugar en el panteón, que no le dejara deudas, que lo mejor era que asistiera a un grupo de ayuda.Hasta el momento llevo 18 años sin tomar una sola gota de alcohol. Mi hijo no bebe. Y estoy muy agradecida con la vida por eso.
Patricia, 47 años
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Posteriormente me fui a Francia a cursar una movilidad y recuerdo que la bebida se iba y venía. La depresión me impidió terminar el posgrado. Cuando regresé, me metí de lleno una vez más. No paraba de tomar. Por momentos me daba cuenta que tenía todo para hacer cosas increíbles con mi vida, pero simplemente no pasaba. Yo no lo permitía.
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Pasó el tiempo y tuve dos hijos. Pero ni con eso. Siempre esperaba a terminar de bañarlos para tomarme una, dos o tres caguamas y un ron para dormir bien. Cuando mi hija cumplió tres años, tuve una borrachera que me dejó una laguna mental de todo el día.Ese fue mi punto de quiebre. Me asusté tanto que decidí hacer algo al respecto. Cuando me puse a reflexionar bien todo, caí en cuenta que no importa cuánto dinero y qué tan bella familia puedas tener: el alcohol en exceso siempre aniquila. Cuesta mucho trabajo tomar conciencia de lo que está pasando. Pero siempre lo mejor es ser sincera con una misma y aceptar que necesita ayuda.Sigue a Ollin Velasco en Instagram y Twitter.
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