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Usar macetas de atrezzo es de maricas

El nuevo spot del Barça es una mezcla entre Elysium y Top Gun.

Que vayan sacando lustre a los leones en Cannes, porque este año tenemos munición para el festival de publicidad. Nada menos que una mezcla gamberra entre Elysium y Top Gun en minuto y medio. Estoy hablando de caviar. Del que Rosell y sus amigos árabes van a degustar en la Provenza cuando les empiecen a llover galardones.

EXTERIOR DÍA: aterriza un avión en 'la tierra del FC Barcelona'; una isla con la forma del escudo del Barça, que en la mente de algún genio creativo parece más cercana al Golfo Pérsico que al Mediterráneo. Y allí, como en el camarote de los hermanos Marx, nos encontramos de todo. Un vis a vis cargado de tensión sexual entre Piqué -el agente de aduanas- y Neymar -el inmigrante-, a Gary Lineker retirado como taxista, tuk-tuks, pagodas y carteles en japonés, Iniesta y Busquets ejerciendo de Pepe Gotera y Otilio, y Puyol en un cartel de cine caracterizado como Tarzán.

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Es precisamente Puyol quien protagoniza la escena más surrealista, evitando de un cabezazo que una maceta (seguro que no fue necesario usar una de cartón-piedra) se cargue a dos de las tres únicas mujeres que aparecen en el anuncio. Que Messi haga de profesor de baile en un aula presidida por el retrato de Kubala se queda pequeño ante las gotas de genialidad que va regando el conjunto. La pieza la cierra un solemne 'Qatar Airways y FC Barcelona. Un equipo que une al mundo'. Un equipo que representa un elemento vital del movimiento independentista catalán, que ni siquiera quiere estar unido a España, hablando de unir al mundo. Lo que hace el petróleo -y dos copas de más antes del último brainstorming-.

Pero es que en Qatar no se andan con chiquitas (bueno, sí, pero ahora me estaba refiriendo a miramientos o reparos). Y desde que se compraron el Mundial de 2022 tiene que parecer que llevan en esto del fútbol más tiempo que los Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza que marcaron nuestra posguerra futbolística. Por eso han sacado el talonario y han metido en el carrito de la compra al Paris Saint-Germain, la camiseta del Barcelona (que llevaba 113 años sin publicidad), al Málaga (se lo llevó el primo pobre) y ya están mirando con ojos golosones al Arsenal.

Así que este anuncio que acabamos de ver junto al resto de la lista de la compra de los jeques lleva su estrategia detrás, que no es otra que la de colonizar un territorio que les es totalmente ajeno: el mundo del fútbol. Bien es verdad que la liga catarí se ha convertido en un cementerio de elefantes para futbolistas -Guardiola, Cannavaro, Hierro o, ahora, Raúl- ­que quieren cerrar su carrera con un buen cheque que apeste a crudo. Hasta este siglo, lo más redondo que habían visto en ese trozo de desierto del tamaño de Asturias eran las ruedas del parque móvil de la familia Al-Thani, que daría para tres temporadas de Top Gear.

Con esa escueta tradición futbolística, ha hecho falta venir al viejo continente a pescar equipos y camisetas para jugar la liga de fantasy football más cara de la historia. Lo del Mundial en 2022 es sólo la guinda en la que los jeques se llevan el espectáculo a casa. ¿Que hay que construir ocho estadios? Se construyen. Será por pasta. ¿Que luego resulta que en verano hace todos los días 45 grados en todo el país? Pues ponemos aire acondicionado o celebramos el Mundial en invierno. ¿Que la gente habla de boicot o de que vamos a explotar a los trabajadores para conseguir nuestro capricho? Le guiñamos el ojo a Sepp Blatter y le recordamos nuestro acuerdo. ¿Que el país está en el puesto 138 de 167 en el índice de democratización? A mí que me registren, que la FIFA sólo me ha pedido la pasta y ya ha avisado a los maricones que vengan follados de casa a ver el Mundial, que aquí esas cochinadas están muy mal vistas.

Y no son las únicas. El alcohol sólo para curar heridas, los indios y paquistaníes para sufrir opresión y construir los estadios y los derechos humanos para hacernos un póster que quede mono junto a la tele de la cocina. Con esto, sacar en un anuncio a medio equipo del Barça haciendo el mono no sale gratis. Pero sale. Hay que llegar con billetes, eso sí. Más de 100 millones de euros por tres años con su camiseta pintada y con estos spots, que harán las delicias de crítica y afición. Esa era la coartada. El vil metal. Nadie en el club ha podido argüir otra razón. Que en estos tiempos de crisis toda ayuda es poca y que con la pasta que dan los de la tele no llega para traer al brasileño de moda a jugar por estos pastos. Que Alá bendiga su heterosexualidad.