shai
Ilustración: @sinmuchasfotos.

FYI.

This story is over 5 years old.

Testimonios

“Vomité en la mesa frente a todos”: Personas nos cuentan su peor vergüenza infantil

¡Bienvenido al mundo de los humanos, una especie que no cesa en su afán por seguirla cagando!

Artículo publicado por VICE México.

Segundo de primaria. Venía de celebrar mi cumpleaños en compañía de mis amistades más cercanas: una decena de amigos que había logrado construir a lo largo de un lustro. No había temática, fue una fiesta infantil con piñata, azúcar en diferentes presentaciones y lodo. Al interior de la piñata, además de dulces, había unos cuantos juguetes, entre ellos, unas figuras de plástico de siete centímetros en las que se inmortalizaba al Pato Donald, Mickey Mouse y familia en su versión explorador.

Publicidad

El lunes siguiente, durante las primeras horas de clase, catapulté desde el suelo del salón una de estas figuras con el apoyo de una regla metálica y una barricada de gomas que servía como soporte intermedio para potencializar la proyección. La maestra Lulú, titular del salón 21, estaba a un metro de distancia del artefacto, y mis intuiciones físicas decían que la figurilla de pato volaría hacía arriba o hacia atrás, pero nunca al interior de su falda.



Abruptamente, la figurilla de plástico disparada irrumpió violentamente al oscuro interior del ropaje de la maestra Lourdes, muy probablemente rozando parte de su ropa interior posterior al trayecto rosa pastel de su larga falda. Yo no podía creerlo. Lo que siguió a eso fue un grito terrorífico: “¿Quién hizo eso?” Y no quedó más que asumir la culpa. Una hora después, tenía en mis manos el primer reporte de muchos que acompañarían mi historial académico. Mis disculpas nunca lograron sanar el espontáneo impacto de aquella vergüenza, pero de verdad, aunque parezca, no lo hice a propósito.

Hace poco narré esta penosa anécdota a un grupo de amigos, razón por la cual decidí escribir este texto para no sentirme tan solo en mi desgracia, así que le pedí a varias personas que me narraran su vergüenza más significativa de cuando eran pequeños e indefensos y esto fue lo que me contaron.


Irene

De pequeña, 9 o 10 años, me daba pavor cerrar la puerta del baño. Un día en mi propia casa, un amigo de mi hermano —del que estaba enamorada— abrió la puerta en el momento exacto en el que yo estaba haciendo caca. Debido al susto me paré en chinga, a la mitad del camino, casi puedo jurar que el salpicón de agua llegó hasta sus zapatos.

Regina

Cuando tenía como 8 años, fui al mercado con mis hermanos a comprar tatuajes de esos que se pegan con agua. Me puse una calavera gigantesca en una nalga. Ese día, por la tarde, hubo una comida familiar en la casa. El baño daba a la sala y eventualmente me metí a hacer pipí sin cerrar la puerta, cuando me bajé los pantalones y los calzones, todos los invitados, desde la sala, tuvieron la oportunidad de ver la calavera en mi gluteo.

Raúl

Una vez en la primaria iba corriendo hacia el baño y no me di cuenta que alguien había vomitado en la entrada. No vi la mancha de vómito y al entrar me resbalé, caí en guácara ajena. Como era horario de clase me fui directo a la enfermaría y de ahí a mi casa. Guardé este secreto aproximadamente 20 años.

Joaquín

De chico siempre iba a hacer caca al baño de la enfermería porque estaba más limpio y un día, en pleno topo, me pidieron que saliera para que un niño vomitara, pero tardé tanto en salir que el chamaco se vómito en la entrada del baño.


Publicidad

Ricardo

Los primeros 3 años de primaria los cursé en una escuela y para los siguientes me cambiaron a otra donde impartían inglés. Sin saber una madre del idioma, me tocó participar en el concurso de lectura, y que me toca el buen Harry Piuter, ¿adivinen quién no sabía pronunciar "Gryffindor” ni “Slitherin"? Pues yo. No los pude decir bien y escuché a todo el auditorio reír; dejé de leer y pasaron al siguiente, creo que gracias a ese recuerdo no me gusta Harry Potter.

Daniel

Tenía como 8 años cuando fui a un parque de diversiones con mi hermana, papás, tíos y primos. Nos subimos todos a un juego y aparentemente me emocioné tanto durante el juego que en la primera caída no me pude contener y decidí gritar “Se me está parando la colita”.

Fer

Tenía como 6 años, me encantaba cruzar el pasamanos caminando por arriba, pero una vez me resbalé y caí entre dos barras, mi vestido se atoró y aterricé desnuda, enfrente de mi primo y sus amigos.

Rogelio

Tenía 11 años, mi mamá me inscribió a una competencia de natación al mes de que aprendí a nadar. No sólo fui el último lugar, sino que apenas iba a media alberca y la mayoría de los otros niños ya estaba en las regaderas.

Sergio

Los sucesos de este evento fueron en un día de diarrea en la primaria: iba caminando cuando de pronto me dieron unas terribles ganas de ir a cagar, desgraciadamente, estaba en el patio y el baño era mucho qué caminar. Sin más, comencé la marcha hacia el baño y cuando estaba por abrir la puerta era demasiado tarde: una caca se escurrió por mi pierna hasta el suelo, ante la mirada atónita de otro compañero de otra generación.

Avergonzado, entré al baño, pero ya había poco que hacer, estaba manchado por todos lados, hasta los zapatos. Me limpié lo que pude y fui a la dirección para hablarle a mi madre y decirle que me había cagado encima, cual bebé. Esa espera en la dirección —con el olor que seguro desprendía— fue una de las horas más largas de mi vida.

Publicidad


Juan

Estaba en la primaria y fui al baño a cagar, no me fijé que no había papel, entonces tuve que quitarme los calcetines y el calzón para limpiarme. Mis compañeros de clase se dieron cuenta que no traía calcetines y fueron al baño a corroborar mi ultraje. Del calzón, ni te cuento. Fui la burla durante toda la semana. Desde entonces solo he ido al baño a cagar en una ocasión fuera de mi casa.

Julieta

Era un Festival de los Abuelos en 2001. Ya sabes que a las maestras les encanta poner a bailar a los niños y las niñas de pareja —aunque se odien— en bailes retípicos y antiguos. A mi salón le tocó un baile regional de esos donde usan faldas enormes y las levantan, como de Adelita… Yo, odiando no sólo el vestido, sino la música, bailaba sin ganas en una esquina, pero la maestra me insistía que levantara más la falda, así que lo hice porque no dejaba de joder… entonces todos empezaron a aplaudir mientras yo bailaba con la falda entre el público, mi abuela tenía lágrimas en los ojos —de risa— y mi hermano, a un lado, estaba rojo de vergüenza. “Algo anda mal”, pensé.

Terminó nuestro espectáculo y fui corriendo con mi hermano para ver qué pasaba, me contó que, cuando levanté la falda, le enseñé los calzones a todo el público, la verdad es que a él le dio más pena que a mí. El fotógrafo de la escuela, ese que chantajea con las fotos para vendérselas a tus papás, muy vivo, le vendió esa foto a toda mi generación.

Publicidad

Anaval

Tenía 5 años. Los vecinos armábamos el jugueteo post escuela en el estacionamiento de mi edificio, y un morrillo más chiquito que yo —tenía 3 años— me gustaba un chingo. Un día salí con mi vestido más bonito pa’ lucirme —según yo— y el vato decidió que tenía un montón de ganas de hacer pipí, así que se bajó el pantalón y empezó a hacer pipí hacia donde no había nadie. Aún no controlaba bien su micro pene y me meó entera, con todo y mi vestido bonito. Ahí, enfrente de todos.

Joey

Nada peor que llamarle mamá a la maestra.

Marisol

Dije que podía levantar mi pierna a la altura de mi cabeza, y obvio me fui de espaldas por el tremendo impulso en la caída más aparatosa de mi vida

Fernando

Una niña me preguntó en frente de todo el salón si quería “andar con ella” y cuando le dije que sí, me contestó “¿en taxi, en camión o en bicicleta?”



Ramiro

Un día el estrés causado por la escuela me provocó unas náuseas que aguanté los 30 minutos restantes de la clase, posteriormente, salí corriendo al baño a vomitar, pero no aguanté y devolví en mi boca, lo aguanté unos segundos mientras corría, pero justo cuando estaba en medio del patio hubo una segunda descarga que ya no aguantaron mis cachetes. Me tuve que vomitar al interior de la manga de mi chamarra roja, además dejé un caminito de vomitada hasta el baño.

Ivonne

En una carne asada agarré un salero, que pensé que estaba bien cerrado —porque me gustaba comer sal—, me lo empiné y cayó toda la sal en mi boca, segundos después me vomité sobre la mesa frente de todos.

Valeria

Iba en primero de secundaria, era día de deportes, normalmente debajo de los típicos pants holgados de la escuela usaba el short institucional porque era más cómodo para las clases de baile. Ese día decidí no usarlo y ponerme unos calzoncillos blancos con puntitos rosas y olancitos. Estábamos en clase de deportes, estirando y calentando; siempre nos ponían en filas frente a frente y había una pinche niña castrosa que se llama Samantha Alvarado que siempre hacía maldades.

Ese día, justo cuando alcé las manos para estirar y salir corriendo, ¡Pum! Me bajaron los pantalones y como estaba empezando a correr obviamente me caí; justo en ese momento salieron todos los de tercer año del laboratorio y me vieron: tirada en el patio, raspada y con los pantalones abajo.

Publicidad


Elisa

Un día me quedé a dormir con mis primas, me metí a bañar y se me olvido la toalla. Corrí del baño a su cuarto, sin ropa, entró mi tío y se me quedó viendo de forma muy morbosa, tenía como 12 y me dio muchísima vergüenza, asco y miedo.

Miranda

Yo de chiquita no hablaba mucho, me daba pena todo. Una vez estaba en la casa de una amiga más grande que yo, con su mamá cocinando, y me hice pipí en la cocina, únicamente porque me daba pena preguntar dónde estaba el baño.

Melissa

Me tocó disfrazarme de árbol para un festival, al subirme al escenario se me atoró la vestimenta, lo cual hizo que se jalara y rompiera, sólo tenía ropa interior debajo del disfraz y evidentemente se me vieron los calzones.

Isabel

Una vez me puse unos rellenos que parecían pechuguitas de pollo de un bra de mi mamá, posteriormente nos metimos en una alberca y la pechuguita salió flotando.


Luis es un sinvergüenza, síguelo en Instagram.