FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Y esa tal escena electrónica colombiana, ¿a qué le apunta?

OPINIÓN | "Tenemos escena, pero es una que no reflexiona sobre ella".
Foto: Julián Gallo | THUMP Colombia.

Un primer ejercicio de reflexión se me ha encomendado: presentar mis impresiones sobre la existencia o no de una escena electrónica colombiana. Pero antes de empezar mi texto, quiero presentar tres referencias que siento útiles tener en cuenta.

La primera es la canción El sonido, del grupo chileno Guiso. Una canción en la cual se hace referencia a bandas chilenas de mediados de la década pasada y una celebración de la existencia y del sonido de la independencia. La segunda es Flores en las cortinas de 1280 Almas. Una burla o radiografía a aquellos años de los tempranos noventa donde se hablaba de rock alternativo y donde todo lo raro estaba en bares, no en galerías o museos, y todo sucedía antes de internet. Y la tercera es Teachers de Daft Punk. Una referencia a aquellas personas que forjaron lo que ha sido Daft Punk: Personajes de distintas épocas y con diferentes sonidos, sin prioridad alguna.

Publicidad

Por años, géneros como el jazz, rock, punk y hip hop han hablado de la escena. Sí, esa palabra que sirve para hacer sentir que algo existe, es respetado o criticado y tenido en cuenta bien sea por el público y los medios. Han hablado de la escena como grupo o momento creativo de un tiempo o un lugar. La que deja artistas, lugares, canciones, videos y discos. La que se dice que está presente en Nueva York, Chicago, Londres, Berlín y más. Han hablando de escena siempre mirando a lo que pasa en otros lados, comparándose con lo que sienten es el deber ser de algo. Porque claro, al hablar de algo que sucede o sucederá se corre el riesgo de comparar.

Entonces se hace un ejercicio de nostalgia de lo no vivido, en el que la gente comienza a remitirse a aquellos años de discotecas como Factory, Club 54, Club So, The Warehouse y más. Y cuando hay oportunidad de ver documentales, videos, fotografías o documentos sobre eso, con más fervor se analiza el pasado. Y la situación se pone peor cuando de repente se comprende que las edades de oro se construyen cuando ya pasaron, y hasta cuando se vuelven motivos de fiesta como la melancolía.

Y si nos referimos a una escena electrónica colombiana, esta puede ser referida a un circuito musical activo en el que suceden cosas, como tener productores y DJs locales, pero también lugares y eventos en los que se aprecia esta música, desde eventos en galerías, hasta festivales. Y también hay medios, no tantos como se quisieran, pero el contenido existe.

Publicidad

La escena colombiana es un reflejo de inquietudes tan auténticas como copiadas. Lo digo y siento porque justamente la música electrónica ha permitido generar condiciones de creación que pueden hacer que no se distinga de dónde proviene algo, o al contrario, sí hacerlo sentir. Productores de house, techno y otros estilos hay en el país. Distribuyen sus creaciones a través de plataformas y están presentes en diferentes espacios. Se realizan podcasts, pero también están aquellos que tomando una identidad sonora local, se dan a la tarea de crear una simbiosis entre la electrónica y los sonidos propios colombianos.

Ahora bien, si la base artística necesaria existe, ¿existen otros elementos como clubes y eventos? Sí, eso está dado y está sentado. Pero lo que se espera es justamente que haya artistas que no provengan de los lugares a los que nos acostumbramos a escuchar como Bogotá, Cali o Medellín. Siendo un país centralista, a pesar de lo que se diga, es importante buscar dónde hay gente creando y con ganas de ser escuchada. Mirarnos al ombligo es fácil y puede convertirse en una salida total.

Pero también hablamos de una escena joven, que puede tener menos de treinta años. Podemos hablar de un movimiento que llegó con DJs, pasó por restricciones, fervor under, presencia de dinero del narcotráfico, elitismo, trabajo de base y que en los últimos años ha ido reflexionando sobre su existir.

En la música electrónica colombiana la palabra escena sí existe; lo que pasa es que pensar que la electrónica es una música para la pista de baile es limitarla a una de sus posibilidades. Y es justamente la necesidad de encontrar otros caminos y vertientes de ella, la que puede darnos a entender que pueden venir al país grandes nombres y representantes, pero si no somos capaces de mirar lo que está en nuestro plano local, pasará lo que ha pasado con otras expresiones musicales locales: terminan siendo apreciadas más por fuera que localmente. Por ejemplo, los discos de rock colombiano han sido reeditados por sellos españoles, alemanes y franceses.

Nuestras producciones electrónicas no han llegado aún a esto. Lastimosamente están entre lo desconocido y lo inconseguible; pero eso no significa que no existan. Por lo contrario, vienen desde los ochenta y nos urge estar en la capacidad de reconocerlas como momentos musicales.

Tenemos escena, pero es una que no reflexiona sobre ella, sino que está enfocada a quedarse en un pasado de gloria o de leyenda. Y como cualquier situación histórica donde hay crisis, luego hay apogeo. Así que si no somos nosotros quienes seamos sus protagonistas y público, bien serán otros los que nos estudien o conviertan en mercado aquello que nuestro talento local ha hecho y ha querido dejarle al mundo.