"¿Y tú de dónde vienes?", me preguntó intrigado pero amigable Don Jaime, un señor y padre de familia de aproximadamente 40 años de edad que alterna sus oficios de taxista y albañil con la venta de hachís, un concentrado que se obtiene de la hoja del cannabis. Nos conocimos mientras vacacionaba en la Sierra Madre de Oaxaca.Una tarde de enero, cuando el sol se encontraba sobre el cénit y sus rayos resplandecían sobre aquel rostro de tez morena, comenzamos a platicar. Me contaba que hace tiempo conoció a un joven italiano igual de "güero" que yo con el que durante una semana se dedicó a producir casi kilo y medio de hachís. Pensó que por ser foráneo estaría interesado en consumir su producto; aunque lo que en realidad me intrigaba era conocer su trabajo y abundar mis conocimientos sobre la producción de este denominado "chocolate".
Publicidad
Jaime me contó que caminó más de ocho horas para adentrarse en la Sierra y encontrar un lugar seguro que le permitiera durante una semana producir la cantidad solicitada por el cliente, quien lo acompañó para asegurarse que la mercancía estaría lista y en perfectas condiciones. "Nos dábamos unos toques al tiempo que trabajábamos durante todo el día, y en la caminata de regreso al güero se le hincharon tanto los pies que no le cabían en sus propios zapatos", recordaba mientras soltaba una carcajada como si ese episodio de su vida acabara de suceder.Al sentir que me ganaba su confianza le pregunté si pronto produciría hachís. "Un gringo —que resultó ser originario de República Checa— me pidió diez gramos para esta misma tarde, pero le dije que le entregaría nada más cinco. Así que no hay pedo, trae tu cámara y aprenderás hasta cómo se hace", me dijo entre risas.
Hachís o mariguana
Publicidad
El tipo de hachís que Don Jaime haría esa tarde es de polen, uno de los más comerciales. "Primero hay que partir la hierba y ponerla sobre el filtro. Éste ya está medio madreado, pero los venden en Tepito como a 250 pesos el metro cuadrado. Eso sí, para que yo vaya allá está cabrón", me platicó, después de pedirle un pedazo de cinta a su hija para improvisar un parche sobre su herramienta de trabajo y comenzar el proceso de elaboración del hachís.Don Jaime tomó una bolsa de súper de donde sacó varias colas de mariguana. Las colocó sobre el filtro parchado y con sus manos comenzó a frotarlas como para desmenuzarlas, proceso que repitió en cuatro ocasiones y durante casi 40 minutos.
Apartó el guarumo (o sobrante de mariguana) para venderlo, o eso fue lo que me dijo. Juntó el polen con una tarjeta y después lo envolvió con servilletas tal y como mi mamá enrolla el cilantro para guardarlo en el refrigerador. "¡Pon a hervir el agua!", le gritó a su mujer "¡Y tráeme mi suéter!"; mientras tanto ella como toda la familia me observaban fijamente con un aire de desconfianza. Me sentía raro, el extraño en la casa era yo y no la actividad a la que el jefe de familia se dedica.
Tomó el paquete de polen y lo colocó dentro de dos bolsas de plástico que amarró fuertemente asegurando que, al sumergirlo en el agua hirviendo, no se mojase. Calentaba el paquete, lo sacaba del agua y con una especie de prensa aplanadora de tortillas lo aplastaba para después ponerlo nuevamente dentro del agua. El proceso se repetía de dos a tres ocasiones.
Publicidad
Sacó el polen de las bolsas y lo desenvolvió del papel; ya no era el mismo polvo suelto del principio sino una especie de galleta que después cubrió con plástico de cocina para pesarlo en su báscula. Don Jaime, que ya tiene toda la experiencia que el oficio requiere, a ojo de buen cubero hizo 4.9 gramos de hachís de los cinco que se había comprometido a entregar esa tarde.
La verdadera razón
Mientras la recuperación de su hijo progresa —pasando de ser diestro a utilizar su mano izquierda, pues dependiendo el hemisferio del cerebro que sufre el daño se debilita el nivel de respuesta muscular en el lado opuesto del cuerpo— el miedo a que los atrapen o a que le suceda algo al jefe de familia es una preocupación constante en doña María. Tras platicar de su hijo y una experiencia familiar similar que yo viví hace unos años, María me platicó que todos los días espera que se legalice la producción y venta de mariguana para que puedan continuar su labor dentro del margen de la ley; no sólo para que su hijo termine de recuperarse, sino también para crear una empresa familiar dedicada a la producción y venta de hachís que provea de empleo a los habitantes de su pueblo. Mientras tanto, ella y Don Jaime seguirán vendiendo clandestinamente el producto de sus manos al refugio del follaje de la sierra oaxaqueña.Sigue a Arturo en Instagram.