Lejos de la horda de comentarios indignados por la resistencia activa a la represión que hemos llegado a observar durante los disturbios en Barcelona, pero a su vez muy distantes de la conciencia de clase y el pensamiento crítico que caracterizó a la sociedad española en su batalla durante la dictadura para alcanzar la democracia. La lucha minera en León y Asturias fue contemplada entonces por gran parte de los opinólogos de confortable sillón como un raro suceso, un tic de una lucha de clases ya olvidada, en la que unos mineros sucios y arcaicos se resistían a aceptar la realidad de un estado español en plena carrera por ocupar su espacio en la economía de mercado.Sin saber muy bien como, en aquel momento muchos se encontraron más cerca ideológicamente de quienes ante los neumáticos ardiendo pensaban en contaminación y barbarie, que de aquellos para los que los neumáticos simbolizaban la futura miseria y la rebeldía ante ella.
Hoy, apenas siete años después, las cosas son muy diferentes y a la vez muy similares. Mientras los líderes políticos de nuestro país se engalanan en las vísperas de la Cumbre del Clima de Madrid y se apuran por agradar y agasajar a Greta Thunberg con todas las facilidades posibles de cara a que pueda llegar a nuestra capital y dejar así un par de titulares y una marea de fotos, esos otros afectados por el cambio climático, la clase trabajadora, ahora señalada y criminalizada por los gurús del capitalismo verde únicamente por defender sus intereses de clase al igual que lo hacen ellos, han desaparecido definitivamente de la foto."No se trata de que los trabajadores posean una menor conciencia ecológica que las clases ilustradas o acomodadas, sino que está harta de cargar con la responsabilidad de culpas que no son suyas"
El gobierno de Angela Merkel sin duda está deseoso de poner fin a la imagen que de su país da el desmedido consumo de carbón, pero no está dispuesto a que esto se produzca cediendo excesivo terreno a las importaciones energéticas desde Rusia, ni a costa de un aumento incontrolable del apoyo a Alternativa para Alemania en las regiones afectadas por este cambio de paradigma. Unas regiones en las que ya a día de hoy, la ultraderecha ha ganado terreno a la expectativa del cauce económico y social que adquieran las llamadas medidas verdes.No se trata de que los trabajadores posean una menor conciencia ecológica que las clases ilustradas o acomodadas, ni de egoísmo, se trata de una clase social ahogada hasta la extenuación y harta de cargar en su costado con el precio de acciones de las que no ha formado parte en su toma de decisión y en que en nada benefician a sus intereses como clase. Al obrero europeo le parece bien la conservación del medioambiente o que Greta Thunberg se desplace a través del Océano Atlántico en un lujoso yate para reivindicarla sin contaminar, e incluso aplaudirá su iniciativa, pero cuando el pan comience a escasear, la maquinaria propagandística del capitalismo verde no podrá frenar su hartazgo ni su ira."Las grandes fortunas de nuestro país se disponen a repartirse el pastel de las renovables del mismo modo que se repartieron el pastel de las eléctricas tras la Guerra Civil"
Aquellos que no entienden que al cierre de las cuencas mineras les seguirán el cierre de gran parte de las centrales eléctricas contaminantes del estado español y que tras eso le tocará el turno a industrias tan importantes para nuestro estado como la del motor, industrias socialmente vitales pero apenas preparadas para el nuevo siglo y para una economía mundial en la que sin recursos, ni tecnología, estamos condenados a servir a las naciones más poderosas, racionales y preparadas que la nuestra y a consumir sus productos. Siempre nos queda ser camareros, que para eso nos han preparado. A día de hoy, las grandes fortunas de nuestro país se disponen a repartirse el pastel de las renovables con este impasse ecológico del mismo modo que se repartieron el pastel de las eléctricas tras la Guerra Civil y la posterior dictadura, con el caciquismo como incuestionable ley."Tras las falsas promesas, las evaluaciones logísticas y las campañas de greenwashing de las compañías implicadas, se esconde única y exclusivamente la lógica de la rentabilidad económica"
Cierto que España, un estado en el que aún hay abiertas 15 centrales de carbón, las cuales generan el 14% de la electricidad y emiten cerca del 15% de todos los gases de efecto invernadero, se ha decidido a encarar firmemente el camino a la transición ecológica, si bien lo ha hecho con mucho eslogan de cartón reciclado y poca consistencia material y política. El cierre de industrias en nuestro país y la consiguiente reconversión industrial y energética a la que nos abocamos, debería darse en nuestro estado de una manera consensuada entre sindicatos, patronal, actores políticos y sociedad civil. No existe lugar para la lucha partidista en este escenario, aunque sí sea necesaria una disputa ideológica. Debemos plantearnos que tipo de sociedad y modelo económico y energético queremos y debemos plantearnos quienes y en que medida deben corren con los gastos derivados de ese proceso de transformación."No existe un modelo correcto o infalible en todo esto, nos encontramos ante un nuevo escenario para la humanidad en su desafío energético y quizás en el desafío por su mera supervivencia"
Los cambios climáticos afectarán sin lugar a dudas a sectores tan vitales para nuestro país como la agricultura, la pesca o el turismo. A la clara emergencia climática le seguirá la emergencia económica y social, no podemos seguir mirando para otro lado y rechazando el claro paradigma del fracaso del sistema capitalista tal y como lo conocemos. Para salvar nuestro planeta, para salvar nuestra sociedad, resulta necesario cesar en el consumo desmedido y desproporcionado de recursos y comenzar de forma inmediata a gestionar y redistribuir de manera más eficiente y equitativa el capital financiero."Las tasas por circular en el centro urbano de las ciudades o los impuestos al combustible no son medidas democráticas destinadas a reducir la contaminación atmosférica, sino sanciones de clase"
Lo que queremos es que comiencen por apagar gran parte de las luces de sus mansiones y den un ejemplo real comenzando a pagar más impuestos de cara a conseguir un mundo más justo y sostenible. Pueden llamarle a eso redistribución verde si les agrada.Las tasas por circular en el centro urbano de las ciudades o los impuestos al combustible no suponen medidas democráticas destinadas a reducir la contaminación atmosférica, sino sanciones de clase, impuestas sobre quienes menos recursos poseen y más afectados se ven por esa contaminación. Ecología y justicia social deberán ir indispensablemente de la mano si queremos evitar futuras derivas populista o incluso reacciones sociales violentas durante el desarrollo de esta nueva revolución industrial en la que nos encontramos.Las protestas de los chalecos amarillos en Francia o la victoria de VOX en Madrid, pese a la apuesta ecológica del gobierno de Manuela Carmena, suponen un claro ejemplo de que no será posible implantar una conciencia ecológica global sin justicia social previa.Sigue a Daniel en @SeixoDani.Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado."No será posible implantar una conciencia ecológica global sin justicia social previa"