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Comida

Cómo la crisis mundial alimentaria popularizó la comida rápida

La comida rápida ha cambiado la manera en que muchas personas se alimentan, especialmente quienes viven en países con crisis alimentarias.

Una de las cosas más asombrosas acerca de las cadenas de comida rápida (no que haya muchas) es su consistencia. No importa en qué lugar del mundo te encuentres, sabes lo que obtendrás, su sabor y que será barato.

Pero el lado perverso de esta consistencia económica —más allá de comer demasiadas hamburguesas a media noche luego de unos tragos— es que la comida rápida ha cambiado la manera en que muchas personas se alimentan, especialmente quienes viven en los desiertos de comida.

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Un informe reciente realizado por el Instituto para los Estudios de Desarrollo y Oxfam llamado "Precarious Lives: Food, Work and Care After the Global Food Crisis" (Vidas Precarias: Comida, Trabajo y Cuidado Después de la Crisis Mundial Alimentaria) descubrió resultados bastante adversos sobre la proliferación de la comida rápida y procesada en países gravemente afectados por la crisis mundial alimentaria que surgió durante la última década. Al investigar los precios y salarios nacionales en Kenia, Bolivia, Indonesia, Pakistán, Vietnam y Zambia, los investigadores notaron un incremento en el consumo de la comida rápida a la par que un decaimiento del poder adquisitivo.

Entre 2007 y 2011, los precios mundiales de alimentos básicos como el maíz, el arroz y el trigo, se elevaron por los cielos. Como resultado, muchas personas que viven en los países antes mencionados tuvieron que hacer ajustes tanto en su trabajo como en su dieta. Lo cual implicó el aumento de empleos más peligrosos, más mujeres obligadas a trabajar y también la necesidad de adquirir comida barata y constante para alimentar a los niños. Los precios de comida eventualmente se reajustaron en estos países, pero el ansia por la comida rápida y barata no; es decir, que siguen padeciendo un cambio cultural importante, según el informe.

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A pesar de que la comida rápida típicamente se asocia con comunidades de bajo ingreso (por cierto, desmentimos ese mito) en Occidente, la fama de la comida rápida estilo estadounidense es, de hecho, un símbolo de estatus en muchos países, especialmente entre los niños. "Los niños y jóvenes adoptaron rápidamente y con entusiasmo toda la variedad de alimentos procesados: baratos, deliciosos, divertidos, de moda y que fácilmente forman un hábito", escribieron los autores del informe.

Pero eso no quiere decir que no haya un hartazgo en algunas comunidades frente al colonialismo. Un grupo analizado por investigadores en Lusaka, Zambia descubrió que los jóvenes consumidores están muy bien informados acerca de las consecuencias que provoca la comida procesada. "Alimentos como las papas fritas y la pizza están causando enfermedades inusuales como diabetes e hipertensión," un encuestado dijo en el informe. "Decimos que éstas son enfermedades de gente rica, ya que la gente pobre no las padece, debido a que no pueden pagar este tipo de alimentos".

El problema es que, al igual que en muchos lugares de Estados Unidos, incluso la gente bien informada consume comida rápida, porque es barata y cómoda. Pero junto a la comodidad occidental, por supuesto, vienen los altos niveles de grasa, azúcar y sal, así como la posibilidad tangible de que emerjan nuevos problemas de salud en los países donde la comida es cuestión de subsistencia.

"Este informe es un recordatorio de los riesgos particulares que la globalización supone para los aspectos laborales y alimenticios; y genera dudas respecto a las decisiones que tomamos en respuesta a esta problemática", concluyeron los autores, añadiendo que se deben tomar medidas regulatorias "para que la mala comida, las profesiones peligrosas y denigrantes, y los cuidados forzosos no sean elementos necesarios de adaptación frente al desarrollo económico mundial".

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