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Cultură

Mi segunda primera semana de clases

Los chicos que acaban de entrar a la universidad sólo quieren emborracharse, divertirse y tener sexo casual malo e incómodo.
Hannah Ewens
London, GB

Fotos por Jake Lewis.

En Inglaterra, la primera semana para los estudiantes de nuevo ingreso en la universidad consiste en un ritual bien definido del cual es casi imposible hablar sin caer en clichés. Les explico: Te pones una playera espantosa, tomas de un embudo hasta que no puedes más y te acuestas con cualquiera. Para aquellos a los que les gusta el ruido y la diversión en grupo, esto es fantástico. Para los que no, es terrible.

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Mi primera semana en la universidad fue hace cinco años y desde entonces, muchas cosas han cambiado en el mundo de la educación superior. Apenas comienzo a pagar el préstamo estudiantil que pedí para mi inscripción, una inscripción anual de tres mil libras esterlinas (65,282 pesos) y que ahora subió hasta nueve mil (195,848 pesos). Para aprovecharse de esto, las universidades están dando a cada vez más estudiantes un lugar y han logrado romper récord. Incluso si los rituales son los mismos, ¿me pregunto si los estudiantes han cambiado en algo?

Decidí ir a comprobarlo y para hacerlo, escogí un evento del King's College de Londres al que asistí hace cinco años. ¿Qué evento fue? Un tour de pubs con cuatro piernas en pijama. Nada te prepara mejor para tus próximos años de leer a Jacques Lacan que estar atado de los pies a otro adolescentes humillado mientras un grupo de jugadores de rugby te hacen beber perlas negras. La fiesta empezó en los dormitorios de la universidad, a los que no teníamos acceso. Jake (el fotógrafo) y yo nos sentamos hasta que vimos un grupo de chicos de 18 años que venían de la calle Borough High. Nos unimos al grupo en la parte de hasta atrás. Algunos se preguntaron por qué estaba Jake ahí y logramos convencerlos de que era un graduado a quien le gustaba documentar todo lo que hace porque es medio raro.

Un grupo de extraños nos aceptaron en su grupo. Ahí pude empezar a ver las diferencias entre los estudiantes novatos de hace unos años y los de ahora.

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La autora haciendo nuevos amigos.

Alcohol

Cuando estaba en la universidad, los estudiantes de medicina eran los más intensos. Aunque los estudiantes de artes y humanidades eran los que tenían sus muros llenos de posters de famosos adictos a la heroína, sus noches sólo consistían en fumar mariguana barata y tratar de humillarse unos a otros con música techno poco conocida que encontraban en Youtube. Mientras tanto, los doctores se la pasaban bebiendo jarras de vodka, fumando como chimeneas, destruyendo conos de carretera y aún así lograban llegar a tiempo a su clase al día siguiente como si nada.

La mayoría de los chicos en esta fiesta eran doctores y al parecer, su fama no ha cambiado mucho. De hecho, una chica tuvo que fingir estar ebria debido su tolerancia hercúlea. Las bebidas preferidas también son las mismas: cosas dulces que seguramente harán insoportable tu clase de psicología avanzada a las nueve de la mañana.

En cuanto a los juegos para emborracharse, durante mi primera semana jugamos mucho "pennying" (juego en el que tienes que terminar de un trago tu bebida si alguien deja caer un penique en ella). Ahora ese juego está prohibido en las universidades. En los últimos años, el método favorito para hacer competencias de quién bebe más evolucionó y ahora consiste en hacer una fila mientras otros estudiantes te dan órdenes a gritos.

No estaba segura de si me estaba divirtiendo o no, pero al parecer, gritar es un gran modo de hacer que el alcohol pase través de mi garganta mucho más rápido. Mi temperamento explotó cuando un novato me llamo "estúpida" por "no hacerlo bien". Su mejor amigo lo apoyó y me dijo que me regresara a mi dormitorio para no atrasarlos. Lo que no sabía era que yo ya no vivía en lo dormitorios desde hace mucho y que ahora vivo el terror que les espera después de la graduación.

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Drogas

En mi primera semana de universidad no hubo drogas. Todos conocían a "alguien" en alguna otra localidad y nos preguntábamos si podrían entregar a domicilio si "pedíamos lo suficiente". Desgraciadamente no conseguimos a ningún dealer que quisiera viajar 190 km para llevarnos nuestra mercancía al centro de Londres.

Esta vez pasó lo mismo, pero en vez de poner una gran distancia de por medio entre ellos y el dealer, algunos aseguraban tener los teléfonos de dealers locales. Dudo mucho que los tuvieran pero entiendo por qué lo dijeron: antes de consumir drogas, el güey con el número para conseguir MDMA es el alma de la fiesta. Después de consumir drogas, el güey con el número del dealer es el que tiene que dar vueltas por toda la fiesta para juntar dinero y esperar en el estacionamiento durante 45 minutos hasta que llegue alguien con ocho bolsas de aspirinas y mefedrona.

Lo único que me ofrecieron fue codeína. Además de que soy alérgica a la codeína, estaba ahí para trabajar. Lo rechacé amablemente.

Rechazo social

Estar ahí me recordó el estrés innecesario que padecí durante mi primera semana porque intentaba reinventar mi personalidad por completo. Muchos de los presentes parecían estar representando un papel con el que habían soñado todo el verano: chica artística, dealer estudiantil, entre otros, aunque en realidad no sabían con exactitud cómo debía comportarse su personaje.

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Los que no habían escogido un personaje lo compensaban haciendo sentir mal a los demás. Es la clásica estrategia de "divide y vencerás": Molesta a alguien por no tomarse tres shots de tequila y así desvías la atención hacia alguien más y no hacia ti. Pero si muestras señales de rechazo social, prepárate para tu ruina.

Rechacé un tarro y un shot. ¿Mi castigo? Una "chica rugby" me dio un golpe en la espalda y luego empujó mi cabeza hasta el suelo y me ordenó que lamiera la cerveza que acababa de derramar. ¿La lamí? Aunque me avergüence, debo admitir que sí.

Música

Como es costumbre en las fiestas de novatos, repitieron "Mr. Brightside" una y otra vez junto con muchas canciones pop de hace unos cinco años. Después de un rato la música me hartó —pero eso es lo que menos importa en estas fiestas. Nadie quería bailar porque el baile es una distracción y si se distraen ya no toman. Además, durante esa primera semana, el alcohol es una herramienta para que unos completos extraños encuentren a otros completos extraños con quiénes vivir el próximo año. Hay muchas cosas más que necesitas saber sobre tu compañero para poder confiar en que pueden dividirse la renta.

Redes sociales

En mi primera semana de universidad, las cámaras digitales estaban fuera desde antes de empezar a beber y no se iban hasta que habían suficientes fotos de fajes entre dos chicas y de vómitos en público. No importaba si te estabas divirtiendo o no, siempre y cuando tuvieras suficiente evidencia para demostrarlo.

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¿Cómo fue ahora? Por supuesto, seguían tomando fotos, aunque esta vez la curaduría de las fotos era mucho más exigente, es decir, los chicos se la pasaban intercambiando nombres en Instagram y acomodándose para lograr la mejor toma.

Hubo un momento en el que (gracias a eso de estar amarrados) me arrastraron al baño de hombres. Intentaba desviar mis ojos a cualquier lugar que no fuera la fila de penes adolescentes —algo que resulta muy difícil cuando estas amarrada a tres de ellos— pero no lo logré porque una chica muy emocionada se puso en frente para tomarse una selfie con la cámara de su iPhone.

La autora participando en la fiesta.

Posers

En mi primer año de universidad, había posers por todas partes. Después de pasar un año entero metiéndose en todos lados para llegar a la esfera social más alta, no era ninguna sorpresa que de pronto regresaran al nivel de los nuevos. Acostarte con un jugador de rugby te garantizaba un trato como si fueras de la realeza en los paseos escolares al menos por un mes.

Sin embargo, no vi a ninguno en esta generación. La única excepción eran los tipos más viejos (los que animaban a todos a tomar más) y eran igual que hace diez años. Sus gritos de "¡fondo! ¡fondo!" Seguían teniendo el mismo efecto: alienación inmediata del grupo.

Aunque tal vez sea algo bueno. Quizá esta nueva generación este llena de chicos lindos y amables con los que puedes salir y pasar tiempo sin que empiecen a actuar raro o se comporten indiferentes cuando les dejas claro que no vas a tener sexo con ellos.

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Romance

Cuando asistí a esta misma fiesta hace cinco años, me la pasé enviando mensajes a un novio paranoico en un intento de prevenir el inevitable fin de una relación a larga distancia. En cambio, a mis amigas les metieron mano toda la semana y llevaban la cuenta de con cuantos nuevos habían intercambiado saliva. Si al final de la semana no tenías una ETS y un fuerte sentimiento de culpa, probablemente no lo habías hecho bien.

Para mi sorpresa, esta vez los jóvenes borrachos y aterrorizados de 18 años no tenían ninguna clase de tensión sexual. Parecía que la urgencia de hacer amigos los distraía por completo y no prestaban atención a su libido.

Sin embargo, justo cuando había perdido toda esperanza (Jake y yo comíamos pizza junto a los dormitorios, que es lo peor que te puede pasar en la vida), vimos pasar a chicos y chicas en parejas caminando torpemente. Mientras tanto, los grupos de solterones que se quedaban atrás gritaban y reían con sus nuevos amigos, y seguro se sentían tristes porque no iban a tener ningún encuentro sexual incómodo mal hecho.

Muchos años después, mi experiencia de la primera semana fue la misma. Una vez más, salí de ahí sin amigos, con un zumbido en los oídos y una rara sensación en la lengua. Una vez más logré evitar algunos penes adolescentes y una vez más, terminé humillada.

Sin embargo, no todos son tan pésimos novatos como yo. Algunos lo toman bien y lo disfrutan. Me alegro por ellos. Pero según lo que vi, para muchos chicos la primera semana en la universidad es tan extraña y aterradora como lo fue para mí hace cinco años.

Las modas cambian al igual que las bebidas, pero probablemente los novatos vírgenes siempre van a ser iguales durante esa semana. Se sentirán nerviosos, se pondrán muy ebrios y tratarán de divertirse como nunca.

Sigue a Hannah Ewens y a Jake Lewis en Twitter.