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Cultură

"Tenía que tranquilizarme y esperar que lo que leía no fuera cierto": Platicamos con el editor de Bukowski

John Martin le daba un cuarto de su salario a Bukowski para escribir, y nunca lo vio borracho.

Bukowski con su mujer, Linda. Foto vía Getty Images.

Al margen de lo que puedas pensar de Bukowski —que era una máquina de follar nihilista y sin talento que se acostaba con putas y se bebía cualquier líquido con graduación alcohólica, que representaba la voz de una generación de obreros hastiados de su trabajo en las fábricas o una combinación de ambas cosas—, es innegable que fue una figura importantísima en la historia literaria de Los Ángeles. Hace unos años, mientras trabajábamos en una edición de la revista, Las entrañas de Hollywood, decidí ponerme en contacto con el que fue editor de Bukowski durante toda su vida, John Martin. Quería tratar de averiguar cómo era la vida diaria de este "galardonado poeta de amargas callejuelas y bares oscuros", despojando su figura del folclore que la acompaña.

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Si alguien conocía mejor que nadie a Charles Bukowski, ése es Martin. Como editor del poeta durante la mayor parte de su vida, Martin es la razón por la que hoy conocemos a Buk y lo odiamos o amamos. En 1965, Martin le ofreció a Bukowski un sueldo vitalicio de cien dólares al mes si dejaba su trabajo en la oficina de correos y se dedicaba a escribir de tiempo completo para la editorial Black Sparrow. Bukowski accedió y Martin cumplió su palabra, aunque el salario llegó a ascender a diez mil dólares cada dos semanas. Fue padrino de Bukowski en su boda y aportaba un elemento de seguridad a su frecuentemente inestable vida.

Finalmente, y a pesar de haber conseguido material interesante tras mis conversaciones con Martin, la entrevista no llegó a publicarse y se abandonó por varias razones. Finalmente decidimos que es hora de desenterrar la entrevista a Martin, y eso es lo que hemos hecho.

John Martin. Foto vía Kurt Rogers/San Francisco Chronicle/Polaris.

VICE: ¿Bukowski fue la única razón por la que fundaste Black Sparrow?
John Martin: Sí. Creé la editorial para publicar la obra de Charles Bukowski. Había visto su trabajo en revistas underground y estaba convencido de que él era el nuevo Walt Whitman. Publicaba unos libritos de entre ocho y doce páginas en tiradas de cien ejemplares a través de pequeños editores de todo el país que resultaban ser sus fans, ya que ni siquiera eran editores. Nunca se esforzaron en intentar distribuir sus libros ni nada por el estilo.

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Al principio yo tenía otro trabajo que me mantenía ocupado de 7:30 a 17:00. Cuando acababa me iba a casa, cenaba con mi mujer y mi hija y me iba a la oficina de Black Sparrow, donde trabajaba desde las siete hasta las doce o una de la madrugada. Me pasé años así. Finalmente, hacia 1974, Bukowski era tan popular que yo solo no me daba abasto, por lo que contraté a un asistente y a otra persona que empaquetaba los libros.

Háblame del trato inicial que tenías con Bukowski. Te comprometiste a darle cien dólares al mes, ¿cierto?
Ésa fue una gran época para ambos y también, creo, para la poesía. Nos sentamos con una hoja en blanco en la mesa. Él hizo una lista de sus gastos mensuales. Estamos hablando de 1965, cuando el alquiler de su apartamento le costaba 35 dólares al mes. Pagaba 15 de pensión alimenticia, gastaba tres en tabaco, diez en bebida y otros 15 en comida. Aunque pueden parecer cantidades irrisorias, con ese dinero podía comer, vestirse bien, tener un coche muy viejo y vivir en un apartamento medio o completamente destrozado en East Hollywood. Con cien dólares iba saliendo. Yo sólo ganaba 400 dólares al mes; le daba el 25 por ciento de mis ingresos. Pero en cuanto las cosas empezaron a ir bien, nuestra situación mejoró.

Al final le pagaba un anticipo para no tener que deberle tantísimo dinero. Llegué a pagarle diez mil dólares cada dos semanas. A finales de aquel año acabé de pagarle lo que le debía. El dineral empezó a llegarnos cuando vendí sus libros para guiones de películas y cosas así.

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Aparte de Factótum y Barfly, ¿se adaptó alguna otra novela al cine?
Sí. Vendimos otras pero nunca se llegaron a hacer los guiones. Vendimos Cartero a Taylor Hackford a principios de los 70; también vendimos La senda del perdedor… Me agarras desprevenido… a ver, se vendió Factótum, Mujeres se vendió a Paul Verhoeven y, por supuesto, Barfly.

¿Crees que es posible que lleven alguna al cine en el futuro?
¿Sabes qué? En estos momentos me importa bien poco. Yo quería que Bukowski fuera independiente y murió siendo un millonario. Era muy comedido con su dinero, nada ostentoso. Recuerdo que una vez lo acompañé a comprar un coche, un BMW. Llevaba pantalones y camisa de franela y una pluma en el bolsillo de la camisa. Estuvo paseándose por el concesionario hasta que encontró el coche que quería. Los vendedores ni lo miraban. Finalmente, uno de ellos se acercó y dijo en un tono cargado de sarcasmo, "¿Puedo ayudarle, señor?". Él respondió, "Sí, me gustaría comprar este coche".

"¿Desea financiarlo?", preguntó el tipo.

"No, pagaré con cheque".

El vendedor preguntó: "¿Ahora mismo?", y Bukowski le respondió que sí. El tipo se quedó pasmado. Al momento, aparecieron donas y café como por arte de magia, y nos invitaron a sentarnos en sillas muy cómodas. Todos revoloteaban a nuestro alrededor. Bukowski rellenó el papeleo, extendió el cheque, subió al coche y se fue.

Una historia clásica. ¿En algún momento dudaste de si hacías bien dándole una cuarta parte de tu sueldo?
No. Nunca. Creía en él tanto como él creía en sí mismo. Fue casi como una conversión religiosa, nadie te puede convencer. No importa qué ocurra, te lanzarás en tu cruzada. Es como yo veía lo de publicar la obra de Bukowski.

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¿Qué le parecía a Bukowski que se escribieran guiones de cine a partir de sus obras? Parece que tenía sentimientos contradictorios sobre Hollywood.
Bueno, se mofa de ello en la novela Hollywood. Antes de trabajar en la oficina de correos, había pasado más de una noche durmiendo en una banca en el parque. Era un hombre al que se llevaron a morir al hospital más grande de Los Ángeles como una acción benéfica y que casi muere desangrado. Era un hombre que había trabajado —como aparece en Factótum— en una fábrica de croquetas para perros. Por las noches trabajó poniendo publicidad en los vagones del metro, esas placas de publicidad que metes por una ranura. Trabajó en una tienda de marcos, enmarcando fotos. Era un hombre realmente curtido.

Tiempo después, gracias al poder de su narrativa, empezó a llamar la atención de gente famosa, como Elliot Gould, Bono… Su mayor admirador era Sean Penn. Adoraba a Bukowski. Eran muy cercanos el uno al otro. Ése era el botín, ¿entiendes? Antiguamente, en la época medieval, cuando saqueaban una ciudad, se quedaban con lo que encontraban de valor, joyas, obras de arte, lo que fuera. Todo eso pertenecía al ejército invasor. Bukowski se había ganado ese botín. Nunca despreció a nadie, pero recuerdo que una vez Bono estaba dando un concierto en el Dodger Stadium de Los Ángeles e invitó a Bukowski y a su mujer a asistir. Empezó el concierto diciendo: "Dedico este concierto a Charles Bukowski". Y la gente lo vitoreó. Sabían quién era.

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¿Qué relación tenía con Elliot Gould?
Es otra de las famosas historias de Bukowski. En una ocasión enfermó. Tenía fiebre y tos. Gould le dijo: "Tienes que ir a ver a mi médico". Se lo llevó a Beverly Hills, donde un especialista le hizo un chequeo y le dijo: "Tienes agotamiento. Tómate unas vitaminas y unos días de descanso". Pero la fiebre y la tos no paraban, así que Sean Penn se lo llevó a ver a su médico, otro especialista de Beverly Hills. El médico lo examinó y dijo: "No veo nada mal. Sólo estás agotado. Procura no trabajar hasta tan tarde", y consejos del estilo. Un día, uno de sus gatos quedó herido en una pelea. Bukowski lo llevó al veterinario cerca de donde vivía, en San Pedro, una zona marginal de marineros. El veterinario curó al gato, le puso unas vendas y le hizo lo que tenía que hacerle. Bukowski le dijo: "Mira, he ido a ver a dos médicos porque me siento fatal, tengo tos, fiebre…" El veterinario lo examinó y le dijo: "Tienes tuberculosis". ¡Los médicos de Beverly Hills no habían visto nunca un caso de tuberculosis! Es una enfermedad de gente pobre. Luego llega un veterinario y, sin siquiera tomarle la temperatura, le escucha toser y le dice que tiene tuberculosis. Sean Penn lo volvió a llevar a su médico, que estaba profundamente humillado. Le dieron una dieta y en un año ya se encontraba bien.

Espero que le dieran un aumento al veterinario. Volviendo a todos esos trabajos de baja categoría, a pesar de que entonces fueran un infierno, acabaron siendo una valiosa fuente de inspiración.
El sentimiento era de enfado, más que odio hacia esos trabajos. En otras palabras, una persona que odia su trabajo es mediocre, no tiene carácter ni conocimiento de sí misma. Por otro lado, puedes estar furioso por tener que ir a trabajar, y eso es lo que le pasaba a él, porque lo que realmente quería era escribir.

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¿Cómo surgió su primera novela, Cartero?
Ésta es una historia muy buena. En diciembre habíamos llegado a aquel acuerdo de pagarle cien dólares al mes, así que renunció a la oficina de correos, de forma que su último día de trabajo allí sería el 31 de diciembre. Me dijo: "Bien, empezaré a trabajar contigo el día 2 de enero, porque el primero es Año Nuevo y me lo voy a tomar libre". Nos pareció muy gracioso. Habían pasado tres o cuatro semanas —creo que todavía era enero o como mucho la primera semana de febrero— cuando me llamó. ¡Ah!, anteriormente le había dicho: "Si alguna vez te planteas escribir una novela, piensa que es más fácil venderla que la poesía, así que ayudaría mucho que escribieras una novela". El caso es que me llamó y me dijo: "La tengo; ven a buscarla". Le pregunté: "¿Qué?". "La novela", me dijo. "¿Has escrito una novela desde la última vez que nos vimos?". "Sí" respondió. Cuando le pregunté cómo era posible, me respondió que el miedo puede hacerte conseguir muchas cosas. Y esa novela era Cartero.

Si lo hubieras conocido más joven y le hubieras propuesto escribir a tiempo completo antes de haberse dedicado a esos otros trabajos, ¿crees que su obra se habría visto resentida por la ausencia de esas experiencias?
Bueno, somos la suma de nuestras experiencias, y creo que para ser famoso tenía que pasar por todo lo que pasó. Es como Henry Miller en las calles de París. Si no hubiera vivido esa experiencia, ¿cómo podría haber escrito Trópico de Cáncer? Bukowski tocó fondo varias veces. El único periodo de estabilidad en su vida después de abandonar su hogar fue el tiempo que pasó en la oficina de correos. Como era un trabajo diario, tenía que estar sobrio y llegar puntual, pero ardía en deseos de escribir. Recuerda que dejó de escribir a finales de la década de 1940 y estuvo diez años sin escribir, casi siempre borracho. Luego, a finales de la década de 1950, tuvo que ser ingresado por una hemorragia en el recto. Casi muere.

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¿Participaste en la producción de Barfly?
No. Lo único que hice fue preocuparme.

¿Por qué te preocupabas?
Por la gente que Bukowski tenía alrededor. Hank no se sentía cómodo con la gente, entre la muchedumbre, ni siquiera en una pequeña reunión. Era un solitario. Le gustaba levantarse por la mañana, tomar un desayuno rápido con su mujer, leer el periódico, salir de casa a mediodía, ir a trabajar, volver a eso de las 18:00, cenar a las 19:00, subir al segundo piso de su casa a las 20:00 y escribir hasta las dos de la madrugada, y no quería que nada ni nadie interfiriera en su rutina, que se repetía los siete días de la semana. Sí que pasábamos tiempo juntos y le gustaba estar con Sean Penn, pero yo sabía que era mejor no pasar a verlo todos los días, eso lo habría odiado. Habría sido educado conmigo; era el hombre más educado y honesto que he conocido. Era muy educado y se preocupaba mucho por tu bienestar. Siempre que estabas con él, quería saber si estabas feliz o no.

Ese aspecto no aparece mucho en su obra.
[Risas] No aparece nada. Su imagen pública es muy distinta al verdadero Bukowski.

¿Qué tan diferente era, además de ser muy educado?
Lo conocía desde hace como 30 años. Nunca lo vi borracho. Ni una sola vez, nunca.

¿Qué? ¿En serio? ¿Bebía con frecuencia, aunque sea moderadamente?
No, creo que al contrario. No bebía muy a menudo, pero cuando lo hacía, bebía mucho. Bueno, bebía todos los días. Al final empezó a beber buen vino. No olvides que vivía para escribir y, como muchos escritores, durante el proceso —digamos que entre las ocho de la tarde y las dos de la madrugada— tomaba vino; como si fuera grasa para sus engranajes.

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Bukowski en una proyección de Barfly el 4 de noviembre de 1987. Foto vía WireImage.

Entonces, ¿era un bebedor social? ¿El resto del día, bebía lo suficiente para mantenerse entonado?
Exacto. A no ser que fuera como durante la grabación de Barfly. Le invitaron a las fiestas del reparto e incluso a hacer un cameo en la película. Se ponía ciego a beber porque estaba asustado. Asustado de la gente.

Entonces, para que quede claro: en los 35 años que lo conociste, nunca lo viste borracho.
A ver, lo conocí en 1965 y murió en 1994, entonces fueron unos 30 años. Pero en todo ese tiempo nunca lo vi borracho.

Pero cuando salía con esa gente de Hollywood, se emborrachaba.
Sí, pero yo no estaba allí. Yo vivía en Santa Bárbara. Me di cuenta de lo que iba a pasar cuando empezó a hacerse muy famoso. Recuerdo una vez que fui a verlo a su cuchitril en East Hollywood. Era un apartamento en la planta baja, con un pequeño porche, en el que había un viejo sofá destrozado. No me habría sentado nunca en él, por lo sucio que estaba. El caso es que fui a visitarlo y sentadas en el sofá me encontré a dos chicas rubias preciosas. Eran unas niñitas tiernas y elegantes. Pensé, ¿Qué chingados estarán haciendo aquí? Me dirigía al porche cuando una de ellas me dijo, "Tú no eres Bukowski". "No, pero he quedado de verme con él aquí dentro de diez o 15 minutos", le respondí. "Ah, pues nosotras hemos venido a verlo desde Holanda", replicó. "Vaya, muy bien. Estará encantado de conocerlas", les dije, o alguna otra tontería similar. "Viajaron muchísimo solo para verlo", reconocí. Ellas respondieron, "Sí, es que queremos coger con él".

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Así de claro.
Sí. Dijeron que habían venido desde Ámsterdam para coger con Charles Bukowski.

¿Cogió con ellas cuando volvió?
Pues lo dudo. Era la época en la que estaba escribiendo Mujeres, o poco antes. Cuando volvió, nos sentamos todos y charlamos unos 15 o 20 minutos. Cuando las chicas vieron que yo no tenía intención de irme, dijeron, "Bueno, volveremos más tarde". Bukowski me dijo que nunca volvieron. Así que no sé. Puede que volvieran y no me lo hubiera dicho.

¿Se podría decir que Mujeres es una fiel representación de su estilo de vida?
Desde luego. Escribió la novela en 1975, 1976 o 1977 y yo la publiqué en 1978. Me enviaba los capítulos manuscritos a medida que los acababa y cuando los leía, tenía que sentarme, tranquilizarme y esperar que lo que leía no fuera cierto.

¿Alguna vez le preguntaste cuánto había de realidad?
Le llamaba y le preguntaba, "¿Estás bien? ¿Te estás comportando?" Porque bueno, siempre que yo estaba con él, su comportamiento era intachable. Hay que admitir que yo fui la vía de escape de la vida que llevaba antes. Hay una cosa que guardo enmarcada en mi casa: es un pedazo de papel en cuya parte superior él escribió:

Querido Johnny,
Eres el mejor jefe que he tenido nunca.

Y debajo hay un dibujo de él mismo y su firma, Henry Chinaski.

Maravilloso.
Y cada dos semanas recibía un cheque. Quiero decir que para él yo representaba la estabilidad y el trabajo duro, porque él sabía lo duro que era mi trabajo y lo apreciaba. Así que era una relación ideal. Solía llamarme y, con esa voz profunda que tenía, me decía, "Señor Rolls, al habla el Sr. Royce".

¿Fue a partir de entonces cuando empezó a llegar el dinero?
Sí. Yo bromeaba con él y le decía: "Un día te encenderás los puros con billetes de 50 dólares". "¿Sólo de 50? ¿Y por qué no de 100?", me respondía. Era el tipo de hombre que, si se le caía un céntimo al suelo, se pararía a recogerlo y se lo metería en el bolsillo. No era un tacaño, porque podía llegar a ser muy generoso con la gente, pero era comedido, porque sabía lo que era llevar sólo 20 o 30 centavos en el bolsillo y estar muerto de hambre.