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Cultură

La colección de sombreros de Ion Barladeanu

Una vez te has hecho famoso por ser un artista vagabundo que vive en un vertedero, consigues un piso, un sofá y un sombrero. Y ya no eres un artista vagabundo que vive en un vertedero.

Ion Bârlădeanu es famoso por ser un artista vagabundo que vive en un vertedero. Por supuesto, una vez que te has hecho famoso por ser un artista vagabundo que vive en un vertedero, consigues un piso, un sofá, un bonito sombrero y pierdes tu USP. No obstante eso no hace menos interesante a Ion Bârlădeanu, o Ion B.

En 2007 el mundo artístico europeo descubrió los collages que Ion llevaba trabajando desde hacía 20 años, que retrataban los colapsos del comunismo y las decepciones del capitalismo. Además de ser un vagabundo de arte marginal, una vez tuvo que comer con Angelina Jolie, hecho que fascinó a los periodistas con buen ojo para la yuxtaposición irónica que suponía aquel encuentro. A nosotros, sin embargo, nos llamó más la atención su colección de sombreros robados, así que una tarde fuimos a verle al centro de Bucarest. Había muchísimas maletas envueltas con recortes de periódicos.

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Aquella noche nos tomamos unas cuantas cervezas, acabamos demasiado borrachos y no pudimos hacer una entrevista en condiciones, así que al día siguiente volvimos en busca de Ion e hicimos la Toma Dos de la entrevista. Ion nos recibió con una cerveza en la mano.

Estaba con mi amigo Stelian y el fotógrafo, Tudor. Ion se empeñó en llamarles Stelian Tänase [un analista político rumano, obvio] y Tudor Vladimirescu [un rumano revolucionario del siglo dieciocho, naturalmente]. A mí no quiso ponerme ningún apellido histórico, pero me dijo que su nombre es serbio, algo que creo que iba para mí, desde que Ioana es el femenino de Ion.

Tuvimos unas palabras:

VICE: ¿Cuándo has tenido tiempo para emborracharte, compadre, nada más levantarte?

Ion B : Bueno, me he despertado tres veces esta noche. He ido al Athenaeum, al Bodega. Compré una cerveza, y luego otra. Pero lo estoy dejando y soy un hombre de palabra. He empezado a dejarlo la semana pasada.

¿Has dado muchas entrevistas?

No le deseo la fama a nadie. No sabes cuánto daño hace. “El dinero no te da la felicidad”, como dijo Corina Chiriac [cantante de pop rumana de los 80, por si no lo sabías]. Estoy harto de las entrevistas, no quiero hacer ninguna más, pero vosotros me caéis bien y así no bebo solo. Además, después de todo, vivo de la publicidad.

Te hemos comprado unas cuantas cervezas.

Merci beaucoup, mademoiselle.

¿Qué te pregunta la gente en las entrevistas?

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Una vez alguien me preguntó: “¿No querrías ser presidente, compadre?”. Respondí: “Sólo si puedo ser como Hitler”. No me gustaba, pero tenía algo de razón, ¿verdad? Además era ateo… ¿Habéis visto sus cuadros? ¡Seguro que nunca habéis visto nada igual! A su lado lo mío no tiene ningún sentido. Fui una vez a París, y todo el mundo me preguntó qué me había parecido, ¡como si nadie más hubiese visto París antes! A las chicas jóvenes les gusta preguntarme cómo fue conocer a Angelina Jolie… cómo vestía… si era guapa… pero prefiero a las mujeres rumanas. Les dije: “¡no es tan guapa, pero es artista, y sabia, hermano! Tiene las tetas un poco caídas y lleva tatuajes…” ¡alguien me preguntó una vez si le había olido el coño!

¿Dejaste algo en París para que te recordasen?

Estuve en la embajada Rumana, en el Instituto Cultural Rumano. La habitación no era muy lujosa, pero estaba limpia. Escribí “Ion B.” con boli en el marco de la puerta. Si vienes alguna vez conmigo a París, te puedo alojar allí, estuve allí, y ahora soy un borracho perverso.

¿Qué has aprendido en la vida que no se pueda aprender en un libro?

Dostoievski dijo, entre guerras, que “La vida no consiste en vivir, sino en saber para qué vives”.

¿Y para qué vives tú?

Para esta birra, este cigarrillo, y para joder a todo aquel que me da por el culo.

También haces collages.

Bueno, sí, cuando tengo tiempo.

¿Aún recuerdas la primera vez que te emborrachaste de verdad?

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Sí, me acuerdo; es una buena pregunta. Nadie me lo había preguntado antes. Es una historia divertida, te la voy a contar. Fue durante mi periodo en la armada. Fui comandante en el ejército y aquellos paletos hijos de puta me dieron 10 litros de garrafón de rachiu [tío, un brandy rumano], tenía 35 años y nunca antes había bebido. Y tío, cuando me bebí ese brandy eché las tripas, perdóname por decirlo así. Le vomité encima al capataz. Por suerte me perdonó. Eso fue allá por los años 70. Aún no hacía collages, no sabía cómo.

¿Cómo te divertías?

No lo hacía, era un vagabundo.

¿Por qué eres ateo?

Sí, lo soy, en serio. Nunca he creído. Mis colegas eran también una especie de no creyentes, pero eran estúpidos, comunistas. ¿Sabes cuándo existió el comunismo de verdad? En la Edad de Piedra. Dios es una invención muy reciente. ¿Pero tiene mujer? ¿Dónde está su Diosa? Esas son preguntas que me hago yo, y pocos más. Pero la religión es buena. Te lo puedo probar, pero primero necesito un cigarrillo, tú deberías echarte uno también.

¿Qué signo eres? Yo soy Aries.

Yo libra. ¿Crees en esos rollos?

Creo. Se trata de matemáticas, de ciencia. Pero no me gustan ni Nostradamus ni esa mujer búlgara.

¿Vanga, la anciana?

Sí, esa misma; por un momento pensaba que el único enterado aquí era yo.

¿Cómo son los Aries?

Muy cabezotas, conozco a una mujer Aries que me robó unas tijeras hace cinco años. Es cierto [me da fuerte golpe en la espalda]. Perdona, te he hecho daño. Casi nunca les doy a las mujeres. Es la primera vez que pego a una mujer, de hecho.

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¿Qué coño te pasa?

Que estoy chiflado, como William Shakespeare.

¿Podemos ver tus sombreros?

La verdad es que esto está lleno de gente, no os los voy a enseñar. No tengo tiempo, aspetta [italiano], dame otro cigarrillo.

¿Has visto Autobiografía de Nicolae Ceausescu , el documental?

No era mal tipo, ya sabes, sólo idiota. Ceausescu era la mascota de Gheorgiu Dej, el tío que mandaba detrás de él. Nunca aparece como el chico malo en la película. No, era un caballero. Pero la gente sólo se dio cuenta después de mucho tiempo. Jean Constantin [un comediante rumano muerto, ¿vale?] solía ser un gran actor y me gustaba que incluso aunque lo último que hiciese fuese un drama, fue un comediante toda su vida. Sergiu Nicolăescu [actor, director y ahora político] era cojo de verdad. Pero hizo historia. Cuando vayas al casino de Constanța no olvides guardar un minuto de silencio. El edificio fue bombardeado por los americanos. Ahí le vi el pie desnudo a Jean Constantin, lo siento, señora; voy un poco borracho. Mi último deseo es actuar en una película de verdad.

¿No querías abrir una escuela de collage?

Sí, incluso recibí la visita de un caballero liberal que estaba interesado. Le dije: “Señor, en mi casa no se habla de política”, pero acabé ensuciándome las manos –lo hice en tiempos en los que no tenía dinero. Me dio 30$. Los cogí, por supuesto. Si encuentro dinero en la calle no voy a la policía a declararlo.

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Al final Ion B. decide enseñarnos los sombreros y nos cuenta que aún no ha conocido a ninguna mujer a la que le apasione la basura.

Quince minutos más tarde su cerveza matutina le pasa factura y nos pide que le dejemos en paz, para irse a dormir.

No he vuelto a hablar con Ion B. desde entonces. Sólo le vi una vez cuando iba en bici. Estaba sentado en la plaza, junto a su zona, viendo pasar la vida; fumaba cigarrillos y bebía cerveza en un banco, él solo.