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Música

En las profundidades del AM

Nos adentramos en el dial para descubrir que misterios se esconden en los paisajes de esta radio.

Ilustración por Sara Pachón Peláez.

El mundo de la radio AM es bastante extraño. Cuando surcamos las profundidades del dial, entre el ruido de la interferencia y unos sonidos que de seguro son las voces de los extraterrestres, nos asomamos a un territorio donde manda el misticismo, la nostalgia, el fanatismo, el ruido y la tradición. Es una ventana a un lugar en el que pareciera que el tiempo se detuvo. En el que suenan voces de brujos, pastores evangélicos y locutores de barrio. Y donde los milagros son posibles, la música es deprimente y la magia existe.

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La radio de amplitud modulada (AM) ha existido en Colombia desde 1927 cuando el presidente Miguel Abadía Méndez inauguró HJN, la primera emisora del país. Durante años, las estaciones AM se mantuvieron como el formato estándar de entretenimiento e información de los colombianos, pero gracias a la radio de frecuencia modulada (FM), la televisión y el Internet, este formato fue destronado. Según el informe del Estudio Continuo de Audiencia Radial del 2015, la única radio exclusiva de AM que entró al top diez de las más escuchadas del país es La Cariñosa 610, que forma parte de RCN. La reina del dial es Olímpica y la siguen Caracol y La W que tienen frecuencia AM y FM. Ahora el viejo formato sobrevive gracias al cristianismo, los amantes de la música del despecho, los medios comunitarios y locales, y la gente que se refugia en lo sobrenatural para darle un sentido a la vida.

Lo primero que uno encuentra cuando sintoniza la frecuencia AM es el ruido de la interferencia. Estación, tras estación siempre hay un sonidito saturado que aparece constantemente en el dial. Esto se debe a que la amplitud modulada se transmite a través de una onda corta que viaja por una banda de ancha de 10 kHz. En cambio el FM es una onda larga que se transmite por una banda ancha de 200 kHz. Toda esa carreta de clase de física, significa que el FM tiene capacidad de transportar más información y por eso suena mejor.

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Pero la interferencia tiene su magia. A veces cuando uno sintoniza una radio AM, pareciera que lo único que suena es hiss. Sin embargo, contrario a lo que parece, no todo el ruido suena igual ni es tan desagradable. Puede ser que en ocasiones se escuche un estruendo tan agudo que sientes como si un taladro te penetrara el cerebro; o escuchas pura bulla estridente y mecánica digna de un concierto de noise estilo Merzbow. Pero a veces, la interferencia suena como una mezcla entre el mar y el viento, algo que hasta llega a ser placentero. Toda esa impuresa le da un toque especial al AM. Es como escuchar vinilos, o ver comerciales viejos. Es una especie de ejercicio de nostalgia.

Precisamente esa es la propuesta de estaciones como Santa Fe 1070 o Acuario Estereo 1010. La nostalgia. La programación musical que domina al AM está compuesta de puras canciones de los 80 para abajo. Baladas, éxitos de cantina, temas rockoleros, voces de artistas que yacen varios metros bajo tierra como Julio Jaramillo, Carlos Gardel, Sandro de América, José Alfredo Jiménez. Parece que el target de este mundo son las personas que se sientan a beber y llorar. Por ejemplo, el eslogan de Candela 850 AM es: “La del amor y el despecho” y sus cortinas publicitarias hacen referencia al ambiente que se respira en los bares de mala muerte. Incluso hacen concursos en los que se regalan petacos de cerveza.

Pero de todas las estaciones, la que tiene la programación más peculiar y atemporal sin duda es Melodía Stereo 730. Aquí todo el día pasan música instrumental desde un enorme edificio de ventanas azules cuyo interior no se ve y donde tal vez hay un robot encargado de la programación. Algo así como un HAL 900 de Odisea en el espacio, pero con un fetiche por la música de ascensor.

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A medida que uno se sumerge más y más en la programación, descubre que el AM está regido por un sincretismo en donde conviven las creencias católicas con las esotéricas. Estación tras estación uno puede encontrar personajes como el Brujo Marcelino, que habla en Cordillera 1190 – estación afiliada a Radio Todelar– , tiene más de 100 años, una voz horrible y da consejos para que la gente pueda detectar y deshacer hechizos. Además hace análisis de meados a cambio de alguna arrobita de arroz o alguna cosita que el futuro exorcizado quiera darle como dote. También en Cordillera, habla Rosa María quien maneja un encuentro llamado Consagración de Manos, en donde hace rituales que incluyen el uso de piedras y símbolos vikingos, lectura de carta astral y sesiones energéticas para activar el poder de Mercurio.

En las mañanas es común escuchar en varias emisoras a un montón de culebreros que nos hacen pensar en Blacaman y ofrecen cosas como sal exorcizada, pociones de moringa, y un sin fin de productos mágicos diseñados para arreglarle la vida a la gente. Después de que todos estos hechiceros hablan, una serie de personas, que aseguran ser médicos, toman el micrófono y venden cosas de medicina holística como hartopan (creemos que se escribe así) y perlas de colageno por tan solo 60 mil pesos.

Lo más curioso es que la gente llama a las estaciones a pedir y consejos y a agradecer las bondades de estos rituales y menjurjes. Por ejemplo, una mañana un hombre que sufría de impotencia llamó al místico de turno para pedirle consejos. También, una tarde, escuché a una muy excitada oyente que llamó al Maestro Nico de la fe, que habla en La Cariñosa, para agradecerle por los favores concedidos.

Obviamente quienes ofrecen las mejores soluciones son los cristianos. Las emisoras dedicadas a Jésus proliferan por todo el AM y todas tienen un formato similar. La mayor parte del día suena un predicador extasiado que grita que el fin se acerca y que las respuestas están en la Biblia. A este lo acompañan horas de rock cristiano y una serie de radio revistas especializadas en cómo aplicar el evangelio a la vida diaria. En estos programas se habla de cosas como: lo qué pasa cuando mi pareja no quiere pagar el diezmo o qué hago sino no me siento bien en mi congregación. Pura diversión.

Pero la verdadera magia del AM es su alcance. Muchas radios locales que se han vuelto las voz de las comunidades, suenan en esta frecuencia. Por ejemplo, Todelar tiene mucha presencia en todas las localidades de Bogotá y podemos escuchar publicidades, pésimamente producidas o narradas por los mismos locutores, que anuncian restaurantes, tiendas de ropa, consultorios médicos y tiendas de barrio. Incluso los sábados por las mañanas se pueden encontrar transmisiones de los partidos de básquet locales y se anuncian fiestas, kermesses, conciertos y demás actividades de unión colectiva.

Incluso existen programas de corte educativo para la formación de los campesinos de Colombia, que de alguna forma hacen pensar en legado de Radio Sutatenza, un proyecto se transmitió desde 1947 hasta 1988 y que fue símbolo de educación comunitaria y colectiva enfocada en las zonas rurales y de difícil acceso en el país. En esta se dictaban clases y, para seguirlas, la gente conseguía cartillas y atendía a las lecciones. En los programas se enseñaba a leer, a cuidar el campo, los animales, la casa, la salud, entre otras cosas.

Con una penetración del 79,1%, en Colombia la radio es un medio de comunicación protagonista. Es, incluso, el único medio realmente masivo del país. Y más allá del contenido muchas veces estandarizado y saturado del FM, el AM se convierte en una puerta a un realismo mágico extraño, bastrardo y místico.