Los domingos de tianguis –una suerte de mercado de pulgas–. La gomichela que suda y escurre entre los dedos. El consomé que calienta esófagos crudos. Las pacas –toldos de ropa de los mercados– rebosantes de arqueólogos de joyas textiles. El metro despachando gente a su máxima capacidad con el vendedor ambulante y su bocina a todo volumen. Los suaderos –carne de clásica preparación en tacos de la capital mexicana– friéndose y combinando tufo con el humo tamalero. Paisajes de la idiosincracia chilanga. Contextos de la Ciudad de México en los que, de manera común y recurrente, aparece una cuña sonora identitaria a la vez que alegórica: “Sh-sh-shark DJ en mp3”.
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“Cáele a las 12, te veo acá en Tepito”. Un tiburón en traje y corbata viste su imagen de Whatsapp. Le he escrito desde hace un par de años, pero nunca lo he conocido físicamente. Su identidad es valiosa, secreta, poco se sabe de él. Nada en la clandestinidad de lo que hace. Ahí, en ese pozo de aguas subterráneas, es un tiburón. De colmillo afilado y aleta roída. Acercarse parece peligroso pero, desde mi experiencia, no termina por serlo tanto. Un par de mensajes y pude llegarle. Mantengo su contacto desde entonces, aunque, este encuentro, ha tenido que esperar meses por un momento de aguas calmas. Y es este.Camino por Aztecas, arteria principal del sedentarismo comercial del barrio bravo. Los remixes con el tradicional ad-lib del escualo se escuchan desde metros antes, guían al peregrino. Llego al punto donde quedamos, un puesto ubicado en un lugar de privilegio, en el corazón de las lonas que reflejan el sol multicolor, donde sin mucho lujo, se exhibe su variedad de discos mp3 y, ahora también, memorias usb. Sus portadas encantan, hipnotizan. Una estética saturada que dentro de su deformidad encuentra encanto. Una bonita metáfora de lo que es esta bestia de concreto. Con su cochambre, su valemadrismo ilustrado y su anti-belleza.
Pregunto por él y quien atiende me cuestiona para qué. Respondo y saca un teléfono para marcarle. Mi imaginación comienza a construir más alrededor de ese retrato mental donde Shark es un capo que mezcla cualidades del Chapo, Wilson Fisk y Banksy, quien para encontrarse con alguien cuida de sus filtros con extrema delicadeza. “Ahorita viene, va a tardar una media hora”, me dice y nos quedamos a esperar mientras mis puñetas mentales siguen elaborando. Reviso frente y lomo de sus obras. De reggaetón a banda y de rock urbano a ranchera. Volteo y llega a tocarme la espalda para confirmar que es él. Una sonrisa explícita y constante lo hace distinguir. La riñonera al frente de quien entiende Tepis y su biz. Un vaso grande de unicel que oculta muchas posibilidades en su interior. Supongo que era jugo.
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Buscando la perfección
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El intro, compuesto por un mix de los tracks que el disco contiene, con la icónica cuña sonidera de “Sh-sh-shark DJ” al principio y al final, se ha convertido en su marca y su manera más clara y genuina de distinguirse del resto. ¿De dónde salió? De buscar la perfección. “Siempre intenté, desde el principio, hacer discos de calidad, porque los discos antes, al final de las canciones, tenían un ruidito o no se escuchaban bien, las canciones venían mal, y a mí nunca me latió eso. Yo lo que hacía era hacerlos bien, si algo se escuchaba mal componerlo y ya, sacarlo. Agarré esa costumbre de hacer bien las cosas, de grabar bien los discos, hacer un intro chingón, las portadas igual me gusta que vengan bien hechas. Esto lo empecé como hobby y no como negocio, como si los discos fueran para mí, y a mí no me gustan las cosas malhechas”, me dice Adán a secas sobre lo que para él implica este elaborado rompecabezas y cinturas sonoro.1993. El Moving Picture Experts Group –algo así como la Real Academía del sonido y la calidad sonora– hace público un formato de codificación de audio digital conocido como MPEG Audio Layer III, o, de manera más sencilla y universal gracias a su extensión, simplemente como mp3. La característica primaria del formato, su capacidad de compresión de audio, permitió dos cosas: que su estandarización global fuera casi inmediata; y que su relación con la oscuridad del consumo musical –piratería, violación a derechos intelectuales, distribución ilegal en servicios de internet como Napster o LimeWire– fuera simplemente intrínseca y natural, aún hasta ahora.“Yo hacía discos normales, pero de repente aquí una marca que se llamaba Surfy, de hace mucho tiempo, empezó a meter mp3, con 100, 200 canciones. A mi gusto nada más metían por meter. Entonces lo que yo empecé a hacer fue a hacer selecciones, unas 70 canciones, un mp3 de 70 canciones de pura chingona”, recuerda Adán sobre el génesis del disco mp3. “Y entonces fue el boom, ahí fue cuando explotó machín”, agrega.
Joyas y estampas
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El formato se consolidó como la manera más accesible y sencilla de adquirir música en masa. Los mercados, puestos ambulantes, vagones de metro, camiones de transporte público, locales comerciales, mantas en la banqueta, y prácticamente cualquier hábitat urbano de Latinoamérica se vieron invadidos por la voracidad del mp3 y del tiburón como ente prácticamente monopolizador, quien alcanzó ese estátus debido a sus habilidades de curaduría y selección.“La gente me busca porque sabe qué van a encontrar”. Dentro de sus bondades, el mp3 como recurso pirata funcionó como una especie de protoplaylist, donde el DJ logró armar acoplados donde su paladar ha jugado un papel protagónico. Y en ese universo, hay una serie de posibilidades inmensas para acercarse al formato. Desde discos periódicos –”Lo mejor del segundo semestre 2019” o “Chulas del verano”– hasta temáticos -”Pura para hacer el quehacer” o “Desmadre mexicano”, y desde luego, también a partir de géneros musicales.De la misma forma en que un DJ como lo conocemos, de tornamesa, pipa y guante, acá hay capricho. Las selecciones son vanidosas. “Todo es a puro oído. Tengo mi biblioteca de discos, pero esto es por puro gusto. Ir escuchando y encontrarte algo. Ir en la calle y de repente decir “mira, esa rola está chida, y no la he escuchado aquí [Tepito], yo la voy a meter”, dice recapitulando el oficio Shark.Y dentro de ese espectro, la piratería, como música consumida en un formato físico, también ha logrado conservar la esencia apreciativa de la música a través del tema, preservado como joya y buscado como tesoro. Juntar los tracks como estampitas. Rastrear, comprar, encargar, coleccionar y cambiar. “Me piden canciones, y si no las tengo, las consigo, a la semana siguiente las traigo”. Siete días, que distan del consumo instantáneo y efímero del streaming. La música se debe de esperar y procurar.
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Por un chesquito
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La relación de Shark con el artista es sencilla de explicar. Como canal de distribución –tal como en sus respectivos momentos lo fueron la radio, las disqueras, YouTube, Napster, o ahora el streaming–, el mp3 abre posibilidades amplísimas desde un nicho específico que, a pesar de la mutación en los hábitos de consumo, parece permanecer en su mayoría intacto y aún cercano a la piratería. Desde ese sector, se han labrado carreras y momentos, pues el DJ pirata es un seleccionador de avanzada, que constantemente buscar acoplar el éxito del momento, pero también el del futuro, el que mañana sonará en tardeadas y antros de Aragón, Neza, Tlahuac, Ecatepec y el resto de puntos clave del underground capitalino.“Yo te puedo contar de Nigga, a ese wey nadie lo conocía y se empezó a escuchar aquí, en la piratería, aquí fue el putazo de donde llevó a lo demás. J. Balvin hace años, mucho tiempo, antes de “Ginza” y “6 A.M.” y esas, me contactó su mánager, creo era por Messenger todavía, no me acuerdo bien, pero me contactó y me pidieron meterlo, me dijeron que iba a pegar. Sin pedos lo metí, no sé qué canción traía en ese entonces, yo creo que “Yo Te Lo Dije”, de las primeritas que lanzó ya bien. Yo estuve metiendo esas canciones y mira ahora”.El sistema de Shark funciona, en su sentido muy primitivo, a través de la payola. “Es más fácil ¿no? O sea si viene un artista y dice “ah wey mira, ten, te invito un chesquito –expresión popular de refresquito–” a que vayan a una disquera o a la radio que te cobran veinte, treinta, cincuenta mil varos, la Ke Buena, la Z, por tocarte un mes, no mames es un chingo de dinero. Mejor le invierto unos mil, mil quinientos a ese wey”, asegura con las fauces bien abiertas el tiburón. Desde ese método, la fórmula es sencilla: meter un track “nuevo” o “desconocido” entre un par de éxitos, de tal forma que haya garantía de que los oídos tendrán que pasar por ahí. “Hubo un tiempo que metí mucha música de DJ, Pablito, Yezer, Antena, Alan Rosales, Erick Rincón, y toda esa banda. Me acuerdo que cuando todavía existía el Messenger ahí armé muchas de esas redes de contacto. Ahora ya es distinto, se me acerca más gente, ahorita te puedo decir de Río Roma y Mario Bautista, con ellos y varios más estoy trabajando por ahora”, finaliza.
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Pirata como la verga
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Le pregunto si alguna vez ha tenido una idea real de sus dimensiones. “No, nunca, más allá de eso [distribución a otros países] no. En su momento hubo una demanda muy encabronada, y mucho dinero, pero nunca una cosa tan grande como te puedas imaginar”. La razón detrás de ello tiene que ver con las decenas de Shark –falsos, de acuerdo a él– que constantemente intentaron replicar la marca. “Mi socio me dice “no manches ¿qué hubieras hecho tú con tanto dinero? Tú solo con tanto dinero, no hubieras podido”. O sea, me dice que qué bueno que salieron más Shark porque yo solo no hubiera podido con tanta demanda”.En sus portadas y mixes aparecen constantemente leyendas como “ahora resulta que los copiones somos nosotros, no nos hagan reir jajaja. Atte: Su padre Shark DJ El Original”. Los impostores están en todos lados. Puedo estar siendo víctima de uno de ellos. “¿Cómo sé que tú eres el original?”, le digo. “Ve y pregunta. Pregúntale a cualquiera de los Shark que hay aquí. Te van a decir que Adán”. Su confianza es tan notoria y evidente que le creo. Constantemente interrumpen la plática personajes que lo saludan. Es él. “Yo cuando llegué acá ya era Shark, pero era tanta la demanda que la misma gente que vendía acá me empezaba a piratear, se llevaban mis discos y los clonaban. Y a partir de eso empezaron a salir varios, ya después de Shark ya estaba que el DJ Mono, que el Lobo, que el Cocodrilo, el Perro y varios más. Muchos de ellos después se hicieron Shark. Gracias a Dios para los años que llevo chambeando acá la gente todavía me busca a mí”.Hay molestia en sus palabras cada que habla de los impostores del escualo. Y también hay ironía. “Yo soy pirata, pero no me gusta que me pirateen, porque por ejemplo, un trabajo de seleccionar dos mil canciones me toma un día para que un compa venga y diga “a ver, presta” así nada más. No puedo hacer nada, al final es piratería y tiene sus cosas buenas y malas. La piratería le da de comer a mucha mucha gente, muchísima gente ha vivido y sigue viviendo de la piratería, pero así como si fuera mi marca registrada pues si te peinas ¿no? dices “no mames carnal, es mi chamba”. A mi me costo trabajo hacerla crecer, a mi me está costando creatividad el trabajo de hacer algo chingón para que tu vengas y te lo lleves. Es lo único que a mí me molesta de la piratería, pero en sí no porque bueno, pues soy pirata”, agrega Shark.Su siguiente gran paso está en la usb. “Hay una leyenda que tengo y dice “hace años inventé la perfección en el mp3 y ahora lo haré en las memorias”. Eso es lo que estoy tratando, voy lento pero hacia esa meta. Ya hay mucha gente vendiendo memoria, pero mala, yo estoy haciéndolo bien”, asegura. Se niega a mirar al mp3 como un recurso muerto, aunque acepta que es cada vez menos vendido.Al final, reflexionamos. Hablamos de disqueras, artistas y dinero. De las implicaciones de la piratería. Las éticas dejaron de existir hace mucho. Las comerciales también. Eso sí, deja bien claro, en las profundidades, solo puede habitar un tiburón. “Hay un chingo de Sharks, pero te digo, la gente ve las portadas y dice “no mames, dame este”. Ahorita la gente pide las que están con Hugo, porque se llama así mi socio, piden las portadas de Hugo porque saben que son los que yo hago, los de Shark original, entre comillas original, porque a final de cuentas, soy más pirata que la verga”.
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