Algunas personas nos contaron los munchies más raros que se han comido
Ilustración por Nick Gazin

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Algunas personas nos contaron los munchies más raros que se han comido

Algunos han encontrado oro culinario de esta forma pero la mayoría de las veces terminamos cometiendo crímenes alimenticios y nuestra pancita sufre las consecuencias.

Hay una explicación científica de por qué las personas se convierten en zombies famélicos que se meterían cualquier cosa en la boca cuando están pachecos. Es relativamente simple: el componente sicoactivo de la mota, el THC, engaña a tu cerebro y le hace creer que te estás muriendo de hambre. También te vuelve más sensible a los aromas y los sabores. Entonces, si hay comida cerca cuando estás pacheco, BOOM. Ya valiste. Va a saber y a oler mejor de lo que debería porque tus sentidos son más agudos y crees que tienes que comer para no morir. Eres prácticamente eres incapaz de resistirte al llamado de la comida.

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Por desgracia, a tu cuerpo le pasa lo mismo incluso si no hay nada de comida cerca. Algunos han encontrado oro culinario de esta forma pero la mayoría de las veces terminamos cometiendo crímenes alimenticios y nuestra pancita sufre las consecuencias. Abajo hay algunas historias de ambas caras de la moneda.

Una vez me comí una bolsa completa de esas que venden en Costco de cacahuates garapiñados estando pacheco. No recuerdo el volumen exacto pero fue algo exagerado, tanto que mi caca olía a los químicos que usó Kirkland Signature para sinterizar el sabor de la miel. El problema es que en realidad no me gustan los cacahuates garapiñados pero recuerdo haber disfrutado mucho todo ese día. Cuando masticaba un bocado, en lo único que podía pensar era en el siguiente bocado. Lo crujientes que son al principio, la masita tibia en que se convierten cuando los mastico y la textura arenosa de cuando pasan por mi garganta. Mis dedos estaban cubiertos de condimento sabor miel. Sentí como si hubiera vuelto a ser un bebé . Alan, 25

Hace unos meses, mi roomie y yo estábamos pachecas y teníamos muchas ganas de pizza pero no queríamos salir ni gastar. Entonces, decidimos hacer una pizza casera con la masa para pay que nos sobró desde navidad, aunque estaba un poco seca y dura de las orillas. Le echamos salsa de tomate de una lata que dejé abierta en el refrigerados y trozos de queso suizo que me trajo mi mamá dos semanas antes. Cuando la sacamos del horno, se veía prometedora. La pasta se había tornado ligeramente café dorado y el queso estaba burbujeando. Cuando la mordí me di cuenta de que la pasta seguía húmeda y sin cocinar al principio. No funcionó. Fue asqueroso. Pero aun así, mi roomie y yo nos comimos otro pedazo. Y otro más. Hasta que desapareció en cuestión de minutos. Caro, 22

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Culo. Elena, 25


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No es nada raro pero…fue cuando tenía 15 años. Estaba en un festival y un chico hippie me ofreció la mota más poderosa que había probado hasta ese momento. Caminé torpemente de regreso a casa al anochecer y cuando estaba a una calle de mi casa, vi cómo un güey se estaba tratando de robar un auto. Me puse horriblemente paranoico. Creí que había estallado una revuelta. Cambié de ruta, me fui por unos callejones y me escondí donde pude. Cuando por fin llegué a casa, me robé un pay de cereza del refrigerador, me salí al patio con él y me lo comí todo con las manos escondido atrás de unos arbustos. Solo así me pude calmar. Juan, 45

Mi papá tiene una dieta muy rara que probablemente explica por qué soy tan malo para cocinar y también para comer. Por mucho tiempo, mi papá dejó de comer trigo, gluten, sal, lactosa o cualquier cosa que no fuera ejotes o carne cruda. Un fin de semana me dejó solo y el domingo me puse una pacheca impresionante —de esas que te convierten en un zombie con un apetito feroz—. Necesitaba algo para comer pero no había nada en la casa. Busqué por toda la cocina, el refri, la alacena y terminé con fideos de espagueti y una lata de frijoles. Los herví juntos en una olla. Como mi papá no tenía sal, le eché pimienta y me lo comí así. Alan, 25

Cátsup. No cátsup sobre otra cosa o como dip. Saqué la cátsup del refrigerador y la apreté para que cayera directo en mi boca. ¿Por qué me ves así? ¿Qué no se supone que tengo que comer cuando estoy pacheco? Erick, 27

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Ácido - Tara, 42

-Marty, 37

Acababa de terminar con mi novia y me fui a vivir con un compañero del trabajo. Podo después de mudarme, mi nuevo roomie empezó a salir con mi ex. Por pendejo no me salí de ahí y siempre los veía llegar juntos al departamento. Muchas veces, después del trabajo, en vez de irme directo a casa y ver a los tórtolos, me iba a un bar. Una noche, me encontré a un amigo que se ofreció a llevarme a casa. Fumamos en el camino y cuando llegué, encontré una lata de atún en la alacena. Abrí el refrigerados para sacar la mayonesa y hacerme un sándwich pero no había. Pensé en comerme el atún solo directo de la lata y debí hacerlo pero una voz en mi cabeza dijo "No, güey, ese atún necesita algo más". En la puerta encontré un aderezo cremoso sabor limón en una botella de plástico. Vacié el atún en un plato y le puse un poco del aderezo. Como no olía ni sabía mal, lo mezclé todo y me lo comí. Mi roomie y su novia (mi ex) estaban en la sala junto a la cocina y lo vieron todo. Los dos se veían decepcionados. No los culpo. Victor, 36

Me lo comí todo con las manos escondido atrás de unos arbustos.

Una vez fui a un restaurante tan pacheco que sentía que estaba en una misión Apollo. El lugar era uno de esos restaurantes tan finos que no tenía idea de qué era el 70 por ciento de las cosas del menú. Tuve que buscar en Google para saber qué me iba a comer. La verdad es muy molesto tener que investigar para decidir que comer, entonces decidí pedir una cosa que se llamaba "lechecillas". Imaginé que era la versión francesa de algún postre o algo así. Unos minutos mas tarde, llegó el mesero y me sirvió un plato con una crema de carne. Lo probé y no era lo que esperaba pero no estaba tan mal. Solo no entendía por qué llamarían "lechecillas" a un platillo de carne. Lo busqué en internet y descubrí que es el término gastronómico para el timo y el páncreas de la vaca. La verdad, sentí que estaba de vuelta en clase de laboratorio. No me gustó nada. A pesar de que tenía tanta hambre, no pude comer más cuando supe lo que era. Santiago, 33

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Por dos años, viví en un departamento en Boston y siempre me la pasaba fumando mota. No tenía nada de dinero cuando vivía ahí y en tiempos de escasez económica, como cualquier otro pacheco, tenía que ponerme creativo para satisfacer mi antojo. Mi obra maestra era un pedazo de pan tostado. Arriba le ponía dulce sabor bombón y luego una capa de Zucaritas. Al final lo bañaba con un poco de chocolate líquido, como lo harían en cualquier restaurante. Lo refrigeraba por 15 minutos. El resultado era una barra de cereal que combinaba la emoción de un plato de cereal para el desayuno con la depresión de un sundae de chocolate para la cena. Nunca supe si a mis amigos les gustaba o no pero siempre les ofrecía. Daniel, 23

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