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Munchies

Es probable que en 2040 ya no puedas comer chocolate

¿Imaginas una vida tan triste y vacía?
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Artículo publicado por VICE México.

Quizás los picos más altos en la estadística de los gustos personales se ven cuando hablamos de chocolate. El amor hacia el cacao se ha dispersado por todas partes, convirtiendo este exótico manjar mesoamericano —un regalo de Quetzalcoatl para la gente— en uno de los alimentos predilectos de millones de personas, pudiéndolo encontrar en cualquier presentación, precio o figura, prácticamente en cualquier lugar.

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¿Alguna vez has escuchado mitos como “el chocolate causa arritmias”, “el chocolate es un gran afrodisiaco” o “el chocolate genera migrañas”? Aunque algunos son reales y otros están muy lejos de serlo, existe una realidad de la cual no podemos alejarnos: el cambio climático.



Para que una planta de cacao pueda desarrollarse de la mejor forma, depende primordialmente de la lluvia y la temperatura del lugar donde crece. El viento y los rayos del sol también son importantes, debido a que es una planta que crece en la sombra y bajo características de humedad muy específicas. Tomando en cuenta estos factores y la velocidad con la que estamos calentando al mundo, para el 2040 comenzarán a desaparecer las primeras plantas debido a las condiciones climáticas más secas y a las temperaturas más altas; una pesadilla de la que todas las chocolateras industriales quieren huir y que terminará por cotizar aún más una pieza de chocolate.

Como consecuencia de estas especulaciones, compañías como Mars se han asociado con la Universidad de California para diseñar una nueva planta a través de CRISPR, un mecanismo para la edición genética a partir del cual se pueden modificar secuencias de ADN —no sólo en plantas, sino en humanos— para aumentar ciertas habilidades y/o capacidades de adaptación. De esta forma, artificialmente, se estaría logrando que el cacao prospere y que no llegue a su fin de forma tan rápida.

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Pero, ¿en realidad es tan trágico el escenario? Desde otra perspectiva pareciera una lucha no por sobrevivir o mejorar nuestra convivencia con el medio ambiente, sino por acaparar ciertos mercados para producir más de lo que más le gusta a la gente: marketing.

No olvidemos que crecer plantas en el desierto o en otros ambientes menos prósperos para la agricultura no es nada nuevo; la marihuana sinsemilla nació en un desierto mexicano hace 30 años —casi la misma edad de programas como CRISP—, donde nadie creía posible que una semilla germinara en un lugar tan árido. Entonces, ¿la justificación del uso de CRISP en plantas surge de la necesidad o de un interés comercial? No será hasta más adelante que podamos darnos cuenta de a quién responden estas nuevas tecnologías, lo que definitivamente está claro es que deben responder a los intereses colectivos que menos nos pongan en riesgo, así que esperemos que el CRISP no sea una mala segunda parte de Monsanto o el fracking.

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